Buenos días, Ceuta.
Llevo tiempo tratando de asimilar que me estoy desgastando,
que me voy marchitando en diversos aspectos…
No es que esté desagradecido a la vida ni que tenga miedo al
futuro, pero es que encontrarse con recuerdos vivientes de
tiempos pretéritos, son como mazazos difíciles de olvidar.
Pese al aforismo, uno de los muchos que mi amigo Julio Ríos
Gavira suele colocar en su página de Facebook, de no dar
vueltas al pasado porque no lo podré cambiar, ni que me
agobie el futuro porque no sé si llegará, que disfrute y
viva el presente no dejándolo escapar, porque una vez que se
vaya nunca volverá… si daré vueltas al pasado porque de esa
manera uno se encuentra con gente perdida, gente maravillosa
a la que amaba en silencio.
La historia, con minúsculas, se escribe principalmente de
recuerdos del pasado ¿no?
Pues una de estas ocasiones de volver al pasado, como a
través de un túnel del tiempo imaginario, me ha dado la
oportunidad de volver a saber de gente, de amores perdidos y
no hallados, de heridas abiertas que con el tiempo suelen
cerrarse pero en algunas personas sensibles no.
Una de estas personas era amigo íntimo de uno de mis
hermanos y, como el mejor escritor de los cientos que
conozco, se ha atrevido a soltar unas palabras que me han
llenado los brazos y el cogote de granitos como escarpias,
conocido como escalofrío.
Otra de esas personas, un recuerdo perenne en mi mente, un
recuerdo de mi lejana juventud que aún sigue vivo en mi… no
sé qué pasó al haberme ido de su lado, teniendo como tenía
un amor floreciente delante de mis narices.
Fui ciego, o tal vez me dejé llevar por los acontecimientos.
Tal vez no vi claramente el diamante que tenía ante mis
ojos…
No supe de ella en muchísimo tiempo y recientemente me
encontré su foto en esa ventana al mundo que es Internet.
Tardé una eternidad en reconocerla pero al ver otra de sus
fotos, de aquellos tiempos tan lejanos, la reconocí al
instante al sentir un fogonazo en mi corazón.
Lo que yo digo siempre: el cerebro suele jugarnos muy malas
pasadas y cuando lo cree conveniente, soltar tal sopapo que
casi deja sin respiración.
Es difícil volver a empezar una cosa que terminó
abruptamente y aunque muchos aseguran no perder la
esperanza… ¿cómo vas a derruir una estructura elevada
pacientemente años tras años?
Aunque realmente solo los pesimistas pueden asegurar lo
negativo de dar las vueltas al pasado, yo no lo veo así por
cuanto la vida humana se compone con frecuencia de estas
esencias: sentir, amar y sufrir. Dejemos, por el momento,
las otras esencias: trabajar, cobrar y pagar.
Recordar cosas del pasado trae a veces una sonrisa
espontánea, aunque la mayoría de los recuerdos sean tristes,
y recordar sentimientos perdidos y no hallados es lo más
duro.
Pero eran tiempos adolescentes… y lo que son las cosas, no
se van de la memoria. Es como si todo volviera de repente y
estuviéramos en un presente irreal.
Quiero acordarme de mi ciudad, no en vano soy descendiente
de los primeros Lara que poblaron La Almina desde el Puente
del Cristo, y la llevo muy metida en mi corazón.
Hoy en día cuento con la inapreciable ayuda de familiares y
amigos para recopilar una pequeña historia de mi ciudad,
vista desde el prisma familiar y una cosa con otra me vino a
rememorar esa lejana juventud que ya, lógicamente, no
volverá como no volverá el primer amor, ese que se queda
eternamente aferrado al alma y que jamás se olvida.
Tal vez se preguntarán ustedes, queridos e hipotéticos
lectores, si no me habré vuelto majareta al desviar el
artículo por senderos tan alejados de mi habitual opinión.
No, queridos lectores, no me he vuelto majareta, siempre lo
he sido.
Lo he sido desde aquel momento en que no supe aprovechar las
oportunidades que me ofrecía la realidad de aquellos
tiempos.
Como creo que a muchos de vosotras y vosotros os ocurre lo
mismo, aunque con otro espejo delante, tal vez sea el
momento de cerrar la puerta a esos recuerdos, aunque la
verdad veo que sería imposible y después de todo, sólo
existe uno capaz de cerrarla definitivamente y es el remero
de Caronte.
En fin, la vida sigue y yo también.
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