No es la primera vez que exponemos
que el presidente Vivas ha iniciado una tendencia que le
sitúa en una peligrosa alienación que le hace perder la
noción de la realidad. Sus manifestaciones tras la
comparecencia de Yolanda Bel el pasado jueves, afirmando que
“convenció” a los ceutíes con su ejercicio de “transparencia
y contundencia”, son una prueba evidente más. De lo
contrario sabría que no convenció a nadie.
El clima de adulación creado por los que lo rodean está
siendo devastador para él. Como político importante, Vivas
suele contar con numerosos colaboradores, cuyas
posibilidades de promoción dependen en una buena medida de
él, y que se dedican a decir o a hacer lo que le agrada, y
cuanto más mejor. Tiene aduladores de todo tipo: desde los
completamente burdos (qué daño hacen algunos titulares y
editoriales) hasta los más sutiles. Pero los efectos de la
adulación son en todos los casos los mismos: por la
reiterada e incesante actuación de los aduladores, va
adquiriendo tan elevado concepto de sí mismo, que acaba por
considerar los elogios, cuanto menos, merecidos y, a veces,
hasta escasos.
Debe ser muy difícil estar permanentemente en una posición
de autocrítica. Y es comprensible también que sea muy fácil
que lleguen a flaquear las fuerzas cuando los constantes
halagos de los demás hacen sentir por las venas el
magnetismo del poder. Pero justamente por ello, Vivas
debería tener alguien a su lado que tenga la lealtad de
recordarle, todas las veces que haga falta, que es mortal y
que la gloria solo se alcanza de verdad cuando se asientan
los pies en el suelo de la realidad y no en la “espuma”
escurridiza de la adulación, ni en el falso pedestal que se
va construyendo con los halagos engañosos de los que
merodean en torno al poder. No es una crítica, es un
consejo.
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