Desde Beni Ensar, el municipio marroquí adyacente a la
frontera con Melilla, Europa tiene menos de esa región de
prosperidad y solidaridad que dicen los tratados y los
fervientes defensores de la UE, y más del fortín que ven no
solo los que intentan llegar desde distintos lugares del
planeta, sino también los más críticos con la marcha de la
Unión. De camino a la frontera, entre aglomeraciones de
mujeres que cargan con enormes bultos sobre sus espaldas,
con mercancías para comerciar en ambos lados, y algún
turista despistado, el territorio Europeo aparece blindado
detrás de las enormes vallas, las puntiagudas alambradas que
desgarran los plásticos que flotan en el caluroso aire
africano, y mirada de las dos docenas de agentes de la
Guardia Civil y la Policía Nacional.
Ceuta, Melilla y Lampedusa
Ceuta u Melilla, y también la isla italiana de Lampedusa, se
han convertido en la cara negativa de la falta de una
política migratoria común en la UE. Es bien sabido que
Europa avanza a golpe de crisis. La implosión financiera y
la “Gran Recesión” han servido para reforzar la gobernanza
económica y supervisión financiera. La actual crisis en
Ucrania, y las tensiones con Rusia, han vuelto a poner sobre
la mesa la urgencia de una política energética común. Sin
embargo, la tragedia que ocurrió frente a la costa italiana
el pasado octubre, en la que murieron al menos 366personas,
no ha terminado por impulsar los ánimos hacia una política
migratoria realmente europea, la otra gran asignatura
pendiente.
Tras la tragedia de Lampedusa, los líderes europeos
siguieron su respuesta de manual: crear un grupo de trabajo
para discutir posibles opciones, y posponer decisiones más
sustanciales. Sin embargo, para fortuna del sanedrín
europeo, contaban con una solución en la recámara. El
desastre frente a las costas italianas coincidió con la
puesta en marcha de Eurosur, la nueva herramienta para
mejorar la vigilancia de las fronteras de la Unión,
previamente acordada entre las instituciones comunitarias y
los Estados miembros.
Eurosur es una plataforma tecnológica para el intercambio de
información entre los socios de Schengen para saber qué está
sucediendo en tiempo real en las fronteras marítimas,
terrestres y aéreas europeas. Nació con la idea de
satisfacer tres objetivos: reducir la llegada de inmigrantes
irregulares no detectados a Europa; aumentar la seguridad al
contribuir a la lucha contra el crimen transfronterizo; y
reducir la muerte de inmigrantes en las rutas marítimas de
acceso a Europa. Tras el naufragio de Lampedusa, esta
prioridad no solo se convirtió en la más destacada por los
responsables políticos, sino también en la que ayudó a dar
relevancia a lo que de otra manera hubiera pasado como una
herramienta para expertos.
Para la comisaria de Interior, Cecilia Malmström, el rescate
de aquellos que fracasan en su intento por llegar a Europa
era el principal objetivo desde los orígenes del programa,
según explican desde su equipo. “Las pequeñas embarcaciones,
inadaptadas para las travesías en el mar, son de hecho muy
difíciles de localizar, lo que se traduce en la muerte de
los inmigrantes”, señaló Malmström cuando finalmente se
aprobó el paquete.
Con la nueva herramienta, “la infor- mación sobre incidentes
será inmediatamente compartida entre los Estados miembros y
Frontex, lo que aumentará las posibilidades no solo de
detectar a las pequeñas embarcaciones, sino también de
prevenir la criminalidad transfronteriza”, dijo la sueca.
¿Cómo funciona?
Como toda plataforma, la fortaleza y oportunidades de
Eurosur, y también sus debilidades, dependen de la
involucración y el exitoso ensamblaje de los diferentes
nodos de la red, es decir, Frontex, la agencia europea para
el control de las fronteras, y los 29 Estados miembros de
Schengen. Para su puesta en marcha, estos países han creado
los llamados Centros de Coordinación Nacional, que se
encargan de recolectar toda la información dentro de las
fronteras nacionales, para luego compartirla con el resto de
miembros. Si los países se ocupan de elaborar la “imagen
situacional nacional”, Frontex se encarga de agregar estas
para crear la “imagen situacional europea”. Así, la agencia
comunitaria juega un papel destacado al agregar la
información, que también realiza al crear la llamada “imagen
situacional pre-fronteriza”, en la que se incluye la
interpretación y el análisis de la información de lo que
sucede más allá de las fronteras para estar prevenidos
frente a la inmigración ilegal y el crimen transfronterizo.
Ya sea nacional o europea, estas imágenes situacionales
contienen información de tres tipos (eventos, operaciones,
análisis) que los participantes deben cargar en la red, es
decir, no es un sistema de vigilancia simultáneo de
visualización. Los eventos hacen referencia a incidentes
concretos en la frontera o pasos fronterizos, como rechazos
en las llegadas, detección de vehículos o pasaportes
robados, tráfico de personas o mercancías, o la detección de
embarcaciones con inmigrantes.
Las operaciones incluyen información sobre acciones, ya sean
nacionales, multinacionales o coordinadas por Frontex, el
tipo y el número de fuerzas participantes, o los resultados
periódicos. Por último, el nivel analítico incluye
actualizaciones sobre rutas, información de inteligencia
sobre redes de contrabandistas, y nuevos modos de
operaciones, así como eventos clave en países terceros. En
este caso, la imagen situacional europea resulta de especial
valor añadido, aunque como advierte Frontex la calidad de
esta foto en tiempo real depende de la calidad y la cantidad
de la información aportada por los Estados miembros.
Eurosur entró en funcionamiento el pasado 2 de diciembre con
una primera oleada de aquellos miembros que tienen frontera
exterior (Bulgaria, Chipre, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia,
Estonia, Francia, Finlandia, Grecia, Hungría, Italia,
Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Portugal, Rumanía, España
y Noruega). Los doce restantes estados de Schengen entrarán
a la red el 1 de diciembre de este año.
El presupuesto para la creación del softwarey los módems en
los diferentes nodos fue de ocho millones de euros, una
cantidad modesta, subrayan desde Frontex, más aún si se
compara con los abultados presupuestos que maneja la UE.
Dada su reciente creación, la plataforma se encuentra de
momento en una fase de prueba, como reconoce una portavoz,
con algunos aspectos que están siendo corregidos y
mejorados.
Toma de decisiones
Aunque Frontex juega un papel destacado como agregador de la
información, ni la agencia centraliza el funcionamiento de
la plataforma ni tampoco tiene la responsabilidad ni la
última palabra a la hora de intervenir en el caso de que una
embarcación se hunda. Como explican, Frontex es un nodo más
de la red, pero la responsabilidad para actuar está en manos
de los Estados miembros.
Este fue de hecho uno de los aspectos polémicos durante la
tramitación de Eurosur, ya que la creación de una red común
de información obligaba a clarificar quién hacía qué en caso
de que hubiera un problema, sobre todo en el caso de que una
embarcación naufragara en alta mar. Francia, uno de los
países reticentes a integrar el salva- mento marítimo en
Eurosur por la confusión que podría crear, y la posible
colisión de competencias entre las capitales, finalmente dio
su brazo a torcer. A cambio, el Consejo de la UE (el brazo
legislativo que representa a los Estados miembros de la UE),
adjuntó una declaración a la legislación de Eurosur que
estipula: “el Consejo recuerda que la búsqueda y el rescate
en el mar es una competencia de los Estados miembros, que
ejercitan en el marco de las convenciones internacionales”.
A partir del análisis de riesgos facilitado por Frontex, los
miembros de Schengen dividen sus fronteras exteriores en
zonas según tres niveles de impacto (bajo, medio y alto), en
función de los riesgos para la seguridad por la presión de
flujos migratorios irregulares o el crimen transfronterizo.
Como en el caso del salvamento marítimo, la responsabilidad
para reducir estas amena-zas reside en los Estados miembros.
Sin embargo, en caso de que el nivel de impacto sea alto,
los miembros pueden solicitar la intervención de Frontex a
través de una operación conjunta o una intervención rápida.
El proceso de toma de decisiones no fue la única zona gris
de Eurosur. Los eurodiputados y diversas ONG alzaron su voz
contra una propuesta inicial que era percibida no como una
herramienta para salvar la vida de los que se lanzaban al
mar sin apenas recursos, sino más bien como otra barrera
tecnológica para seguir blindando el fortín euro- peo, sin
garantizar los derechos mínimos fundamentales de los
inmigrantes o buscadores de asilo.
Tras intensas negociaciones entre la Comisión de Libertades
Civiles del Parlamento Europeo y el Consejo, finalmente se
llegó a un compromiso. Así, se incluyó en la regulación una
batería de garantías fundamentales, incluidas la no
devolución en caliente, la protección de datos o el respeto
a la dignidad de las personas. Además, se estipula que
Frontex y los Estados miembros están obligados a establecer
procedimientos para vigilar que el sistema respete los
derechos fundamentales de los inmigrantes.
Un debate abierto
La creación de Eurosur representa así simultánea mente esa
bipolaridad entre la Europa que se quiere proteger de los
que vienen de fuera, y a la vez salvar a los que naufragan
al llegar. Su creación llega como un parche frente a la gran
carencia que los principales partidos discuten de cara a las
elecciones europeas del próximo 25 de mayo: la falta de una
política migratoria europea común. Los candidatos que
encabezan las listas de los partidos han dedicado parte
importante de sus programas y de la campaña al tema
migratorio. Las propuestas van desde aumentar el apoyo a los
países que están en la primera línea de las llegadas de los
flujos, como España, a la imitación de esquemas migratorios
similares a los de Canadá o Australia.
El problema es que, como reconoce el presidente del
Parlamento Europeo, y candidato socialista, Martin Schulz,
“se lleva hablando dos décadas de lo mismo”. Es decir,
Europa no avanza. Esa desconexión entre las palabras y los
hechos en Bruselas terminan por provocar que en aquellos
lugares donde el desafío es real y constante cada día, como
en Melilla, las autoridades terminen por criticar la “nula
implicación” de la Unión, mientras se alaba la ayuda de
Marruecos, porque si no “el problema sería mucho más grave”,
como dijo recientemente el portavoz del Gobierno de Melilla,
Daniel Conesa.
La pregunta que unos y otros tie- nen en la ciudad autónoma
y en la capital comunitaria es si el nuevo ciclo político
traerá una política migratoria común que merezca tal nombre,
o la Unión se conformará con parches tecnológicos para un
problema político que, de momento, no se ha atrevido a
encarar.
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