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OPINIÓN - JUEVES, 12 DE JUNIO DE 2014

 
OPINIÓN / COLABORACION

¿Falta de información en los cultos a San Antonio?

Por Jacobo Díaz Portillo*


Este año mi familia no ha asistido a los cultos de San Antonio. No crean ustedes que esta ausencia ha sido deliberada y voluntaria, tampoco ha sido por desidia, o falta de devoción. Nada más lejos de la realidad. De hecho, mi esposa lleva asistiendo ininterrumpidamente a su triduo desde el año 1991, fecha en la que llegamos a esta ciudad. A pesar de los tiempos que corren, donde la tecnología reina en nuestras casas, arrasa nuestras percepciones y aniquila nuestras conciencias, el motivo ha sido la falta de información. Así de simple y así de complejo entendimiento. ¿Deliberada? Es difícil, pues como decía Marcel Mart, «la mejor fuente de información son las personas que han prometido no contárselo a otros», y dadas las circunstancias “atenuantes”, no creo que este haya sido el caso. A lo largo de la historia, el manejo y la distribución de la información siempre ha sido todo un arte. Tanto para captar, cómo para descartar a quien, que por un motivo u otro, no interesa su presencia en determinados eventos. Parece que los que no giramos en la órbita del “astro celestial de turno” no somos bien recibidos. No olvidemos que, en cada noticia siempre hay una cuestión sobre la que hay que decidir, los receptores de la misma. A veces parece que es necesario aislar al que no conviene, evitar aquellos que su sola presencia “incomoda” a algunos “dirigentes”, y hacerle llegar solamente lo que interesa que llegue, poco y tarde, siempre con el mezquino arte de mimetizar el teórico error, o la “falsa” apreciación subjetiva del perjudicado.

En los viejos tiempos, Carlos Orozco, actual hermano mayor, nos traía a casa el boletín de nuestra cofradía en tiempo y forma. Después dejó de llamar a la puerta, y entregarlo en mano, pero al menos, no había olvidado nuestra dirección, y nos lo introducía anónimamente en nuestro buzón. Este año no ha sido de ninguna manera, nos ha pasado como aquel desesperado que quiso ver, y quedó siempre a la espera. No crean ustedes que este “olvido” ha sido motivo de trauma familiar. Para nada, dicen que la dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, eso gracias a Dios no nos falta, alguien a quien amar, siempre a San Antonio, y alguna cosa que esperar, el milagro en los demás. Por eso, nosotros lo dábamos por descontado. Pero creo que vivimos en una sociedad repleta de demasiados desencantados descontados. Así, por ejemplo, se da por descontado que un “amigo de siempre” se comportará “como siempre”, se da por descontado que le interesará y cuidará lo que siempre le ha interesado, sus “amistades de siempre”. Pero nadie repara en los numerosos descontados, y en la falacia de la gente. ¿No es sorprendente? En la sociedad en que vivimos, juez y víctima de la información dirigida y/o manipulada, no siempre se piensa en los demás, y nunca en todos. Con nuestras actitudes selectivas, queremos desterrar el papel impreso pero, en realidad, lo único que desterramos es el conocimiento, y sobre todo, los sentimientos. En este aspecto, tenemos que aprender de Carmen Posadas cuando decía que «Hay una teoría infalible sobre la amistad: siempre hay que saber qué se puede esperar de cada amigo». Siempre debemos esperar lo mejor de los demás, pero también tenemos que estar preparado para lo peor. Creo que el secreto de la vida es saber siempre esperar lo posible, y dudar de lo imposible cuando se desespera. Ante la extraña ausencia de cualquier tipo de información sobre los actos de la cofradía, le preguntamos a nuestro “hermano mayor” a través de las nuevas tecnologías, y nos puso al día. Pero ya era demasiado tarde. Eso sí, nos dijo que el boletín lo podíamos recoger en la ermita del santo. La pregunta es obvia ¿Qué sentido tiene realizar un boletín informativo si hay que recogerlo en el lugar donde se van a celebrar los actos que se deben informar? ¿Esta nueva política de la hermandad es coste-eficiente? Creo que no, pero seguro que es coste-selectiva. Sé con seguridad que no hemos sido los únicos perjudicados por este peculiar cambio, con esta nueva logística de distribuir la información a los hermanos de la cofradía. Por ejemplo, un matrimonio sevillano que viene todos los años desde Castilleja de la Cuesta, expresamente al triduo del santo, Maravillas y Rafael, tampoco lo han recibido. ¿Tanto cuesta enviar por correo un simple boletín a los hermanos una vez al año? Como consecuencia de la falta de información, esta pareja llegó el pasado lunes, pues pensaban en su lógico raciocinio que el triduo sería martes, miércoles y jueves. En cualquier caso, no nos vale el refrán «mal de muchos, consuelo de tontos». A pesar de toda esta nueva dinámica de cambios, de los involuntarios o deliberados olvidos, y de las desidias tecnológicas, algunos deberían saber que nadie va a conseguir por ese largo y tortuoso camino del desprecio, nuestra baja de la hermandad, y mucho menos disuadir nuestro amor y devoción por el santo. No entiendo cómo a estas alturas del guión se le puede pasar por la mente a algún virtuoso “ingeniero espiritual” construir sibilinos “puentes de plata” para incitar nuestra huida. No sólo pierde el tiempo y el dinero, sino también su reputación intelectual. Nadie nos apartará del santo en ninguno de los contextos. Pase lo que pase, mi familia, seguirá asistiendo los martes por la mañana, como tradicionalmente lo viene haciendo, pues para ello no necesitamos más información. Eso sí, a solas con San Antonio, en la intimidad del reinado de su silencio, solo interrumpido por la suave brisa del poniente primaveral que acaricia los árboles, y el dulce trinar de los pájaros que se posan en las cornisas de su blanqueada ermita. En ese momento volveré a recordar la prosa más sentida, y las oraciones más calladas…

San Antonio bendito, con las ganas que tenía de verte, de llamarte y estar contigo a tu lado, frente a frente, mano a mano, verso a verso. En estos últimos años me he sentido solo, abandonado, olvidado por algunos que creía mis amigos, menos mal que te tengo a ti, que siempre estás en mi camino, que siempre estás a mi lado, protegiendo mi destino de la maldad, la desidia, la calumnia y el pecado. He reciclado una vez más los sentimientos que te dedico -nunca acabo contigo, y como ves-, hoy he encontrado el mejor remedio para tenerte a mi lado, dándome cariño; perdonándome mi egoísmo, mis miserias, mis vicios, y mis pecados.

La vida tiene muchos momentos de debilidad marcada, muchas tardes de vigilia, donde algunos no miraron hacia atrás buscando tu mirada, buscando tu sonrisa, ni siquiera miraron a su lado, buscando a su hermano, buscando a su familia. Ahora, solo a tu lado, observo la escena desde fuera, dando un paso más en la vida, ya sabes cómo son mis hermanos, que cuando miran al cielo solo ven un astro caliente y dorado. En esos años, de desarraigo profundo y conciencia olvidada, te necesito siempre a mi lado, San Antonio, para que protejas mi alma herida y amargada por la pena y por el pecado manchada. Y recurro a ti, de rodillas, a tus pies postrado, para cobijarme una vez más a tu lado, para recibir tu cariño, para que me abraces como al niño, que siempre llevas en tus brazos. Y aunque todavía no puedas decirme nada, hoy te rezo esta oración, a modo de pregón, para recibir el calor de tu mirada, el amor de tu sonrisa callada, que tanta falta me hace, aun sabiendo que la vida es dolor, pecado y traición, y que no volveré a hablarte como hoy te estoy hablando, que no volveré a estar tan cerca de tu amor, con tanta gente alrededor, con tanto testigo del secreto vulnerado, pero en la completa soledad del silencio y desamparo.

Sé que para algunos, no siempre hay espacio para recordarte en silencio como amigo entre las prioridades triviales del pecado. Sé que tu memoria es el mejor consejo, el mejor destino, el mejor futuro y el mejor pasado. Sé que en cada pensamiento en ti, se detiene el tiempo, y me paro en el camino volviendo la vista atrás con mi lamento. Y sé, también, que sigo admirando tu talento, tu amor por mí, que te sigo queriendo, que mi corazón está lleno de ti, que mi gozo va por dentro. Que sigo echándote de menos en cada momento.

San Antonio, no me queda más remedio que aprender a esperar de mis semejantes siempre “sin esperanza”; pues es el único secreto para la supervivencia emocional y espiritual. La riqueza del hombre se mide por el tiempo que tiene para esperar con perseverancia el cambio de los demás, y en este contexto, si Dios me lo permite, puede que mi patrimonio temporal sea inmenso. Pero como decía Sir Francis Bacon, escritor católico del siglo XVIII, «el que no aplique nuevos remedios solo puede esperar nuevos males, porque el tiempo es el máximo innovador».

* Pregonero de la Romería de San Antonio 2012
 

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