Con el paso del tiempo he
descubierto que esta vida, sólo puede ser comprendida
mirando hacia lo andado, pero ha de ser vivida mirando
siempre hacia adelante. Sin duda, es bueno recapacitar en un
mundo tan convulso que nos degrada como especie pensante. La
realidad no puede esconderse. Padecemos tantas
inseguridades, somos víctimas de tantos desconciertos, que
causa pavor despertar cada mañana. Regímenes que guardan
silencio a los familiares de las víctimas para obviar la
masacre de mártires. Niñas y niños secuestrados para ser
comercializados, o simplemente por el mero hecho de ir a la
escuela. Mujeres violadas sin acceso a ninguna protección.
Hay que poner fin a tanta impunidad. Con urgencia tenemos
que evitar la proliferación de torturas, además de
proporcionar a todas las personas que han sufrido en sus
propias carnes este tipo de tormentos, una reparación pronta
y eficaz por los daños causados. De ahí la importancia de
ayudar a caminar en la búsqueda de otros horizontes más
pacificadores, de seguir adelante, más allá de los
obstáculos. Es ésta la actitud adecuada, no se puede pensar
en un ser humano frío e indiferente ante las situaciones
angustiosas de su misma especie, indicaría que no tenemos
corazón y que el propio espíritu lo hemos encarcelado.
Efectivamente, por mucha tensión que se acumule en el
planeta, el mundo de las relaciones internacionales no puede
aminorarse. El futuro vendrá de la mano de los que se
relacionan sin complejos. Por otra parte, cualquier ser
humano tiene que ser prioridad en cualquier agenda de
gobierno. El mundo precisa de grandes acuerdos para poder
afianzar un orden que promueva valores y no cierre espacios
para mejorar el bienestar de toda la ciudadanía. Lo he
escrito ya infinidad de veces: nos conviene aprender a
convivir. Por algo estamos dotados de lenguaje. Desde luego,
hay cuestiones que son de interés mundial, si en verdad
queremos garantizar, en el astro por el que nos movemos, la
igualdad y la equidad, la buena gobernanza, la democracia y
el Estado de Derecho. Por consiguiente, la dirección es bien
clara, se precisa forjar sociedades pacíficas que opten por
la libertad frente a la violencia. Esta es la cuestión.
Indudablemente, hemos de activar desde todas las culturas un
espíritu de comprensión, de respeto mutuo, de competencia
amistosa, de desarrollo fraterno. Considero, el impulso de
las nuevas generaciones como algo fundamental para este
crecimiento comunitario de apertura, algo imprescindible en
un mundo globalizado como el actual, cansado de tantas
estructuras opresoras. El ejemplo de que no hay mejor
predicador que la hormiga, que no dice nada, pero no cesa en
su quehacer, estoy seguro que puede ser una acertada guía.
Solemos pasarnos media vida sembrando dichos y, a veces, se
nos olvida la esencia de tanto decir.
Por desgracia, en muchos países existe solidaridad y
participación vergonzosa entre gobiernos que propician,
desde la esclavitud más horrenda a la violencia más
terrorífica, mientras el pueblo lo permite, mostrando con
estas injustas actuaciones, una absurda complicidad que nos
deshumaniza. De estas necedades hay que salir cuanto antes,
sabiendo que juntos tenemos el poder del cambio. Y en este
sentido, más que huir de las atrocidades, al contrario
debemos unirnos para robustecernos y seguir adelante. De los
fracasos no sólo se sale, se aprende también a levantarse.
Ciertamente, una cosa que no se debe hacer es dejarse vencer
por la desolación. Para mí hay que buscar, en el modo de
entenderse, la autenticidad. Tendremos que modificar
expresiones. La cultura de la falsedad nada resuelve. Hemos
de salir de ella, sin miedo. Hoy hay muchos matices, donde
no tiene que haberlos, porque la verdad es lo que es, y como
decía Antonio Machado, sigue siendo verdad aunque se piense
al revés. Todos tenemos un papel que cumplir, y sí hasta los
mismos océanos son los pulmones de nuestro orbe, con mayor
motivo el ser humano como sujeto inherente a un derecho
natural, y al deber de reclamar tal derecho, como expresión
de su dignidad. No caben las medias tintas, o nos
exterminamos o nos rehacemos. Todo depende de todos, de la
especie en su conjunto. Lo peor es que ya lo sabemos y
hacemos bien poco por activar esa embellecedora negociación
del encuentro entre unos y otros.
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