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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 4 DE JUNIO DE 2014

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

La abdicación del Rey
 


Quim Sarriá
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Buenos días, Ceuta.

La noticia, que algunos consideran bomba y yo una estrategia planificada de antemano, de la abdicación al trono de Juan Carlos I está dando la vuelta al mundo con la velocidad de la pólvora.

Lo de la estrategia incluye la previsión de cambio de tendencia del voto de la ciudadanía y por si las moscas… y esos 39 años de reinado me suena a algo.

Lo que sí me ha sorprendido es la total improvisación que el Gobierno de este país hace gala.

La Constitución hecha en 1978 por los llamados padres de la patria, como si esta fuera un bebé bastardo, no contiene otra cosa que una directriz de cómo resolver cualquier duda sobre esa herramienta política totalitaria: la abdicación, renuncia u orden de sucesión al trono… será resuelta con una ley orgánica.

Si es de 1978… ¿Cómo es que aún no ha realizado, ni siquiera el proyecto, de esa ley orgánica?

Ya sabemos que los españoles tenemos tendencia a ser improvisados, a realizar las cosas en el último segundo lo que a veces, con demasiada frecuencia, nos pilla desprotegidos.

Treinta y seis años, es un tiempo muchísimo más que suficiente para preparar y tener dispuesta no ya una sino miles de leyes orgánicas ¿no?

Ni siquiera se sabe que estatus tendrán los reyes cuando dejen de serlo.

Eso me lleva a cavilar, una vez más, sobre la inteligencia de Rajoy, sí de Mariano Rajoy… si ya había sido avisado por el rey de esta abdicación ¡¡en marzo!!... ¿Cómo es que no ha tenido tiempo para preparar esa dichosa ley orgánica?, lo podía hacer a la ‘chita callando’ como viene haciendo, hasta ahora, todas las leyes perjudiciales para la ciudadanía.

Lo que nunca vi claro es esa declaración constitucional de que el ‘rey es inviolable’… y ello me llevó, hace tiempo, a cavilar sobre esa íntima amistad y la clara predisposición de Juan Carlos I con los árabes, un mundo herméticamente totalitario.

Sólo la figura del rey en un país confirma que no existe la democracia en dicho país.

Soy de la opinión de que si alguien quiere ser Jefe de Estado, el jefe del Gobierno ya lo es, debe presentarse a las elecciones como cualquier otro ciudadano, ya que en este caso un ciudadano y/o una ciudadana pueden ser designados reyes a dedo y ello rompe la armonía democrática que debería imperar en cualquier Estado a estas horas.

Los herederos lo son cuando se tratan de propiedades y no considero que el país sea una propiedad del rey.

Nadie es dueño de nadie, en caso contrario no existirían ciudadanos libres sino esclavos.

Sin ninguna duda apoyo un referéndum y que conste que no me considero monárquico, pero tampoco comulgo con esas ideas republicanas que nos quieren imponer en determinado sector político.

Si en el hipotético referéndum sale monarquía, pues nada, a seguir la vida acatando la decisión de la mayoría del pueblo español.

Si es al contrario, los sucesores que no salgan elegidos, no tendrán necesidad de salir hacía Estoril, Roma o Suiza, ahora no somos tan brutos como los contemporáneos de su bisabuelo.

Repito que apoyo el referéndum porque sería el primer paso para airear al país de ese rancio olor a naftalina que impregna cada rincón de nuestra clase política.

Seguimos en un país donde la democracia solo existe cuando tocan elecciones.

Aunque para querer una república antes habrá que acertar en el tipo de república que queremos.

Como existen tropecientas maneras de ser república (desde presidencialista y/o parlamentaria hasta federal o centralizada y con diferentes grados de autonomía o no…), lo primero sería plantear el tipo de república que se quiere implantar ¿no?

En cuanto al heredero, es innegable que es un señor muy preparado y muy bien formado dentro de la burbuja de la llamada Casa Real. No tiene, hoy en día, el respaldo popular para ser rey, aunque no por su culpa, y si no hay más remedio asumir la Jefatura del Estado en un tiempo relativamente corto durante el cual prepararía un consenso con todos los partidos políticos para una transacción hacia una república, de un modelo concreto, y abdicar después y, si lo quiere, seguir trabajando para el país… pero democráticamente elegido si quiere dedicarse a la política.
 

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