La histórica noticia con la que
nos sorprendió el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,
con la abdicación de S.M el Rey Juan Carlos I, aparte de
resultar una sorpresa, representa un punto de inflexión en
la Historia de España. Fue la piedra angular de la
Transición española. Suya fue la determinación de intervenir
contra los golpistas del 23-F, salvando una situación de
gravísimo peligro para la continuidad de la democracia. Y
suya ha sido la decisión de abdicar,
El Rey Juan Carlos I ha sido un hombre de Estado por encima
de todo. Nadie puede negarle la utilidad de sus servicios a
los españoles ni la iniciativa demostrada en los momentos
más importantes. Con independencia de que en algunos
sectores se viera como previsible e, incluso necesario, que
diera este paso, lo cierto es que aunque lo decidió en
enero, se ha estado preparando hasta buscar un momento
idóneo para una Corona que ha pasado por momentos difíciles
en los últimos tiempos, por dos hechos decisivos: un yerno
imputado (Iñaki Urdangarin por el caso Noos) y su cacería en
Botsuana, donde se fracturó la cadera en abril de 2012 con
la prima de riesgo por las nubes, un elevadísimo paro y una
fuerte crisis económica, mientras él cazaba elefantes. El
escenario actual se dibuja semanas antes de que el juez
Castro decida si mantiene la imputación a la Infanta
Cristina. El futuro Rey Felipe VI, tiene ante sí revitalizar
la Monarquía, demostrar en la práctica sus años de
aprendizaje y buscar, como ha dicho su padre en el mensaje
de despedida, “un futuro decididamente mejor”.
Para los ceutíes, nos queda en el recuerdo y en los anales
de la historia, su visita el 5 de noviembre de 2007, lo que
era el primer viaje a la ciudad de un jefe de Estado en 74
años y que duró cinco horas, lo que suponía cumplir “un
compromiso pendiente” además de representar un hito en el
devenir de Ceuta. Ahora nos queda que su hijo emule esta
visita.
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