Buenos días, Ceuta.
Tal vez no interese que escriba sobre un tema ajeno a
nuestra ciudad, pero es que los hechos acaecidos en
Barcelona implican una meditación severa y una exposición
clara.
En todo Estado no democrático, éste lo es, existe en una de
sus instituciones un cuerpo de élite nada o poco conocido
que se dedica a quebrar el ‘modus operandi’ de las
manifestaciones, protestas y demás.
Este cuerpo, conocido popularmente como ‘infiltrados’, suele
estar presente en medio de cualquier manifestación, protesta
y demás cuando afecta a los intereses del Gobierno de manera
directa.
El follón de Barcelona, en el barrio de Sants, motivado por
el derribo de un edificio propiedad del municipio y donde
tenía una de sus sedes el Metro y los autobuses urbanos,
ocupado desde hace años por un grupo de jóvenes okupas, no
habría llegado a ese extremo como llegó.
Mi pregunta, en este caso, es ¿cómo es posible que
estuvieran perfectamente organizados, los okupas, para
superar a los Mossos d’Esquadra, policía catalana, en
diversos aspectos? ¿No os parece extraño que tras esos
incidentes el Estado ofrezca al Gobierno de la Generalitat
300 efectivos de la Policía Nacional para colaborar contra
ese problema?, enviándolos, no obstante, con el pretexto de
proteger los edificios e instituciones del Estado en
Barcelona.
Muy raro veo esto.
Mi interpretación de los hechos es llanamente simple: el
fondo de la cuestión no es el derribo de ese edificio ni la
consiguiente manifestación de protesta sino demostrar que
Catalunya sola no puede defenderse y que siempre necesitará
al Estado.
El anterior párrafo se resume en que el Estado propaga que
Catalunya no está preparada para la independencia. Manera
sutil de intenciones ocultas.
Al más puro estilo de la CIA norteamericana, cuyas
actividades son bien conocidas por todo el mundo.
Ya sabemos que el movimiento okupa toma edificios y terrenos
abandonados con el fin de hacer uso del derecho a la
propiedad. En ellos realizan cultivos, reuniones,
actividades con fines sociales y en gran parte los utilizan
como vivienda. Ello indica que cuando reciben orden de
desalojo pongan una resistencia momentánea que, sin la
intervención de grupos ajenos, se desmorona rápidamente.
Con harta frecuencia se han presenciado desalojos pacíficos,
abandonos voluntarios ante una orden de desalojo, como los
casos de Pueblo Nuevo, y nunca ha habido una manifestación
de protesta de esa magnitud como la que ocurre en Sants.
Si creemos que los okupas están formados por punks,
anarquistas y, últimamente, hippies… no nos cabe en la
cabeza que estuvieran perfectamente organizados como un
auténtico ejército y con una planificación logística casi
perfecta.
Por otro lado, la actuación policial deja mucho que desear
por cuanto convierten las manifestaciones en fenómenos de
violencia, a sabiendas que esta es provocada por elementos
ajenos a los verdaderos manifestantes.
Hay otra pregunta que quiero formular a la Generalitat, si
es que me llega a leer y es: ¿Por qué en el País Vasco su
policía, sección antidisturbios, se identifica claramente
con su propio nombre, Ertzaintza, a la espalda y el
inconfundible casco rojo mientras los Mossos d’Esquadra se
identifican como ‘Policía’ y el color azul de la Policía
Nacional? Simple curiosidad, porque imagino que estará
españolizando al Cuerpo para no rotularlos ‘Mossos
d’Esquadra’ como sería lógico.
¿No será que la Generalitat alimenta la campaña de que
“España nos roba” con palizas a cargo de sus policías y, a
la vez, responsabiliza gráficamente a la policía del Estado?
No sé, no sé, las dudas me asaltan.
Yo noto una diferencia entre okupas que ocupan edificios
abandonados largo tiempo y bancos que ocupan edificios
“nunca abandonados por sus moradores”… con la Constitución
en la mano sobre que “... todo español tiene derecho a una
vivienda digna”, está en que lo de los okupas es ilegal y lo
de los bancos legal, aunque impere en estos últimos una
nauseabunda usura.
Creo que es una ‘okupación’ social y necesaria, vital, no
parasitaria como la de los bancos que ‘ocupan’ nuestros
ahorros y no los devuelven. En fin, la vida sigue y yo
también.
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