Pasarán a la historia por ser las primeras mujeres policías
de Ceuta. Maricarmen Godino, Pilar Ugarte, Paqui García,
María Teresa Vidal, Pilar Martín Vilches y Rafaela Muñoz
Velasco ingresaron en el cuerpo en 1975. Un año antes, el
Ayuntamiento de Ceuta publicaba en el Boletín Oficial de
Ceuta la convocatoria “mediante oposición en libre
concurrencia” de seis plazas de “Guardias de la Policía
Municipal femeninos”. Un edicto específico para mujeres, que
convertía a la ciudad ceutí en una de las primeras
localidades españolas en incorporar féminas a su plantilla
policial. Anteriormente tan sólo Madrid y Córdoba contaban
con mujeres policías.
Cuando fue publicada la convocatoria, Pilar Ugarte tenía
veinte años. Por aquel entonces se encontraba de vacaciones
en Barcelona, pero su padre realizó todos los trámites. “Era
policía, y él mismo recogió y entregó toda la documentación.
Como pudo hizo mi firma, y presentó todo lo que pedían en
las bases”. Pilar no duda en afirmar –lo hace con orgullo-
que “tengo que agradecerle a mi padre lo que hizo en aquel
momento”.
Paqui García, otras de las primeras mujeres policías de
Ceuta, había vivido en Francia. Esta circunstancia hacía
que, tal y como reconoce, su forma de pensar fuera
diferente. Por ello, no dudó en cursar la documentación
necesaria para poder optar a una de las seis plazas
convocadas.
Bases
Según recogían las bases publicadas en el BOCCE, las
aspirantes debían reunir los siguientes requisitos:
a) Ser mujer, de nacionalidad española, soltera o viuda, o
casada y separada judicialmente, con pronunciamiento
favorable.
b) Tener cumplidos 18 años de edad el último día de
presentación de instancias y no exceder de 35.
c) Tener una talla mínima de 1’60 metros.
d) Observar buena conducta, carecer de antecedentes penales,
y no encontrarse procesada al solicitar tomar parte en la
oposición o durante ésta, así como no haber sido expulsada
de ningún Cuerpo del Estado, Provincia o Municipio,
organismos Corporativos, Empresas concesionarias de
Servicios Públicos o intervenidos por el Estado.
e) Estar en posesión del certificado de escolaridad o
superior a estos.
f) No padecer enfermedad ni defecto físico que le impida el
normal ejercicio de la función.
g) Haber cumplido el Servicio Social de la Mujer o estar
exenta del mismo.
Además de estos requisitos, las aspirantes debían superar
una serie de pruebas tanto físicas como teóricas. Entre
ellas, un ejercicio compuesto por cuatro partes: “lectura,
escritura al dictado, Aritmética, consistente en desarrollar
una suma, resta, multiplicación y división de números
enteros y por último resolver un problema de regla de tres
simple”. Las bases también exigían la realización de un
ejercicio práctico, para el que disponían de dos horas, y en
el que además de demostrar sus conocimientos sobre las
señales de circulación, las matrículas de vehículos
nacionales y extranjeros o el tratamiento de autoridades,
debían redactar “un parte, libremente señalado por el
tribunal, referido a infracción de las Ordenanzas
Municipales” y realizar un croquis sobre un supuesto
“accidente ocurrido en la vía pública, bien sea de
circulación o por otras causas”. También era obligatorio
saber “enumerar y localizar los principales edificios
públicos de la ciudad”.
Junto a estas pruebas, se debía realizar otro ejercicio
escrito consistente en “la ejecución de dos temas designados
por sorteo, igual para todas las aspirantes: Uno del
Reglamento interior de la Policía Municipal y otro de
Nociones de Derecho Penal”. Para la ejecución del mismo,
disponían de dos horas y media. El conocimiento del Código
de Circulación también figuraba entre las pruebas. Las
opositoras tuvieron que someterse a un examen oral en el que
debían desarrollar “dos temas que será a suerte de entre los
que figuran en el programa de Código de Circulación anexo a
esta convocatoria”. No se exigía saber idiomas, pero las
bases incluían un ejercicio con carácter voluntario y que
sólo podían realizar aquellas aspirantes que hubieran
aprobado todos los ejercicios de la oposición. Sin ser
obligatorio, sí que superar la prueba de idiomas permitía
aumentar la puntuación total.
Paqui, Pilar y Maricarmen prepararon las pruebas teóricas
con José Salvador Cárdenas, quien contaba con una gran
experiencia en la formación de aspirantes tanto a la Policía
como al Cuerpo de Bomberos. El porcentaje de aprobados era
bastante alto. Por la mañana impartía las clases en el
Ayuntamiento, y por la tarde lo hacía en una oficina situada
en la calle Teniente Olmo. Maricarmen Godino recuerda que
“tenía un sistema que le iba bastante bien. Al grupo de por
la mañana le decía que había una chica que estaba muy
preparada, y a mí me motivaba diciéndome lo mismo sobre el
resto de alumnas que iban por la mañana”. Esta fórmula
provocaba que “nos picáramos y que nos pusiéramos las
pilas”. Pilar Ugarte, que formaba parte del grupo matutino,
confiesa que cuando veían a Maricarmen Godino decían “ahí va
la empollona”. Unos meses antes de las oposiciones, se
dieron cuenta que “nos tenía a todas engañadas”. Las tres
coinciden en que la exigencia de José Salvador Cárdenas fue
“fundamental para que superáramos las oposiciones”. Paqui
García resalta que “era muy exigente, pero lo hacía por
nuestro bien; y siempre debemos estar agradecidas por su
trabajo”. Una labor que, a juicio de Maricarmen Godino,
“tiene mucho más valor porque nunca cobraba y lo hacía de
forma altruista”.
Pruebas físicas
Además de las pruebas teóricas, las oposiciones también
incluían una serie de ejercicios físicos. Según recogían las
bases, todos eran “obligatorios, siendo cada uno de ellos
eliminatorios”. Las pruebas eran las siguientes:
a) Correr 60 metros en 12 segundos.
b) Salto de altura de 0,80 metros con carrera previa.
c) Salto de longitud de 2 metros con carrera previa.
d) Levantamiento de peso de 18 kilos en cada brazo hasta la
altura de las caderas.
Las aspirantes, en caso de no superar el ejercicio,
disponían de una segunda oportunidad. Maricarmen, Pilar y
Paqui califican el período que estuvieron preparando las
pruebas físicas como “horroroso”. Joaquín García de la Torre
fue el encargado de entrenarlas. “Nos preparaba por la
mañana en el Parque de Bomberos”, recuerda Pilar Ugarte,
quien no olvida “una marca que hicimos en una zona del monte
Hacho para poder ir a correr cuando no podíamos entrenarnos
con él. Nos íbamos allí y corríamos sobre esa marca que
habíamos pintado en el suelo”.
Autorización paterna
Tras la publicación del nombre de las opositoras aprobadas,
éstas disponían de treinta días para presentar toda la
documentación necesaria y exigida en las bases. Entre ella,
una “certificación de buena conducta expedido por la
Alcaldía respectiva”. Por aquel entonces, la minoría de edad
estaba establecida en los veintiún años, por lo que todas
las opositoras que hubieran superado las pruebas, y no
hubieran cumplido esta edad debían aportar una autorización
paterna o de la persona a quien correspondiera la tutela
legal. Se consideraba “indispensable” este documento “para
su ingreso como Guardia de la Policía Municipal de este
Ayuntamiento, sin cuyo requisito no podrán ser nombradas,
quedando anuladas todas sus actuaciones en caso de presentar
esta autorización y por tanto eliminada de la oposición”.
En el año 1975, fecha en la que se realizan las pruebas de
acceso, Pilar Ugarte contaba con veinte años, por lo que
“tuve que ir al Juzgado. Allí –explica- mi padre tuvo que
firmar el consentimiento y ya pude presentar toda la
documentación”.
Ingreso en la Policía Local
Una vez incorporadas a la plantilla policial, a las seis
nuevas agentes se les encomendó dirigir el tráfico en el
centro de la ciudad. Concretamente, en la plaza de la
Constitución –por aquel entonces Plaza General Galera-,
calle Padilla y calle Real. Pese a que había varias
ubicaciones, estos tres puntos eran sus únicos destinos.
Tres desempeñaban su labor en el turno de mañana, y otras
tantas lo hacían en el de la tarde. Su presencia no pasó
desapercibida. No era una imagen muy habitual, por lo que
despertó bastante expectación entre la ciudadanía. “Era una
época –recuerda Maricarmen Godino- en la que los soldados
salía de uniforme e iban al edificio de Telefónica a llamar
por teléfono. En cada lado de la calle había barandas, y por
la tarde era una atracción para los militares mientras
esperaban la conferencia con su familia en la península. Y
por la mañana, todas las mujeres que iban al mercado o
estaban paseando se paraban y se quedaban mirando”.
Tal era la expectación, que muchos –especialmente turistas-
les solicitaban hacerse una fotografía con ellas: “No
estaban acostumbrados a ver mujeres policías y se
fotografiaban con nosotras. Tuvimos que pedir autorización
al Ayuntamiento, y nos lo concedieron”, rememora Maricarmen
Godino, quien aún conserva una antigua instantánea junto a
un visitante extranjero que “por señas, me pidió que me
hiciera una foto con él. Se mostró muy agradecido y se fue.
Dos o tres meses después me enviaron una carta del
Ayuntamiento, y cuando abrí el sobre vi la fotografía que me
hice con el turista que no me había pedido la dirección,
pero que se la ingenió para mandarla al Ayuntamiento para
que me la dieran”. En el reverso de aquella fotografía,
realizada hace más de treinta y ocho años, figura una
dedicatoria que todavía no ha traducido. Pilar Ugarte, otra
de las primeras mujeres policías de Ceuta, corrobora el
testimonio de su compañera a la hora de afirmar que “todos
los días nos pedían hacerse fotos”. “Además de la presencia
de muchos militares –explica-, era una época en la que venía
mucha gente a comprar a Ceuta, y también se fotografiaban
con nosotras”
Uno de los aspectos más llamativos fue el uniforme. El mismo
incluía un bolso, tacones y un bombín. “Íbamos por la calle
y parecíamos más unas azafatas, que realmente lo que éramos,
policías”, ironiza Pilar Ugarte. El atuendo -no lo oculta
Maricarmen Godino- les hacía sentirse “un adorno más de la
vía pública”.
Muy pronto, las nuevas agentes obtuvieron el apoyo del resto
de sus compañeros. Se convirtieron en ‘las niñas’: “La
plantilla estaba formada por gente mayor, apenas había
juventud. Nos cuidaban y nos tenían entre algodones”,
recuerda Pilar Ugarte, quien afirma que “era impensable que
nos dejaran ir al cruce del Morro”. “Por aquel entonces
–explica Maricarmen Godino- había en el cuartel una botella
de cuero con unas bolitas de bingo. Cada puesto donde nos
debíamos situar para dirigir el tráfico estaba numerado.
Cuando llegaban los compañeros del turno de mañana, cogían
una bola y en función del número que les tocaba, iban a la
zona que les correspondía. Y por la tarde igual”. Pero ellas
estaban exentas de ese sorteo porque su destino era siempre
el mismo: la zona centro. “Los cruces de Plaza de la
Constitución, Padilla y Calle Real tenían sus números, pero
estaban quitados”, añade Maricarmen Godino. Así
permanecieron durante dos años, hasta que comenzaron a
reivindicar igualdad en su labor profesional. Eran y se
sentían policías, por lo que solicitaron efectuar el mismo
trabajo que sus compañeros para poder dirigir el tráfico en
otras zonas de la ciudad. “Dijimos que nosotras también
participaríamos en el sorteo de los puestos, y que iríamos
donde nos tocara”, recuerda Maricarmen Godino ante la atenta
mirada de Pilar Ugarte, quien justifica aquella
reivindicación: “Queríamos ejercer de policías y realizar el
mismo trabajo que hacían el resto de compañeros, porque para
eso habíamos entrado en el Cuerpo”.
Aumenta la plantilla mujeres policías
Durante más de dos décadas, las seis primeras mujeres
policías de Ceuta fueron las únicas féminas de la plantilla.
Desde su ingreso, aunque posteriormente se habían convocados
oposiciones para el Cuerpo de la Policía Local –las plazas
eran mixtas- ninguna mujer había accedido, hasta que en el
año 1996 se incorporó a la plantilla ceutí, Belén Gómez.
Procedente de Murcia, su llegada se produjo a través de una
permuta. Belén Gómez, quien aprobó sus oposiciones en 1989,
recuerda que cuando llegó “aún chocaba el hecho de ver a una
mujer policía en la calle. La gente me miraba extraña”. En
Murcia, reconoce, había más mujeres policías y realizaban un
trabajo idéntico al de sus compañeros. Sin embargo en Ceuta
“cuando llegué no había ninguna mujer en la calle”. Fue
destinada al área de Seguridad Ciudadana, y “estuve
patrullando en el 092 con los mismos turnos que sus
compañeros”.
En 1999, tres años después de la incorporación de Belén
Gómez, la plantilla femenina de la Policía Local –hasta
entonces formada por siete agentes- aumentaba con el ingreso
de Isabel Tizón y María del Mar Luque. Ambas accedían a
través de una convocatoria, convirtiéndose en las siguientes
mujeres policías, tras el ingreso en 1975 de las seis
primeras policías, que lo hacían mediante unas oposiciones
en Ceuta. Isabel Tizón tenía por aquel entonces 23 años. No
guarda muy buenos recuerdos de la preparación de aquella
convocatoria: “Fue duro preparar las pruebas físicas. Había
mucha competitividad, mucho nivel y la preparación debía ser
muy alta. Lo pasé mal; fue angustioso y muy estresante”. Tal
fue la dureza, que afirma con bastante rotundidad que si
“hubiese suspendido, no se hubiera presentado por segunda
vez”.
Superar las pruebas supuso “una gran satisfacción”, por lo
que el esfuerzo mereció la pena.
Actualmente
Treinta y nueve años después de su incorporación, tres de
aquellas primeras mujeres policías de Ceuta continúan
formando parte de la plantilla. El resto, se han jubilado
por enfermedad. Actualmente la plantilla femenina está
actualmente compuesta por trece agentes. A la pregunta de si
se han arrepentido de haber ingresado en la Policía Local,
Pilar Ugarte, Paqui García y Maricarmen Godino responden -y
lo hacen casi al unísono- que “nunca”, destacando que “hemos
evolucionado y supimos adaptarnos a un trabajo en el que
sólo había hombres”. Juntas prepararon las oposiciones y
posteriormente, “siendo unas niñas” ingresaron en el Cuerpo.
Las tres llevan más de media vida compartiendo experiencias.
“Somos una familia”, aseveran. Por ello, ahora esperan que
el destino les mantenga unidas para poder cumplir un deseo:
“jubilarnos juntas”.
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