Nacido en Axdir, cerca de la
actual Alhucemas, hacia 1882 en el seno de una influyente
familia (su padre era caíd) de la belicosa tribu de los Beni
Urriaguel y fallecido en el exilio, en El Cairo, el 6 de
febrero de 1963, tras haber rechazado en su momento la
invitación del rey Mohamed V para volver a Marruecos (el
sultán Mulay Yussef no le quería en el país), la biografía
de Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi, autoproclamado el 1 de
febrero de 1922 Emir de la efímera y secesionista República
del Rif (septiembre de 1922-1927), guarda aun celosamente
algunos secretos mientras su memoria, idealizada y envuelta
en las brumas de la leyenda, sigue latiendo en la tierra por
la que luchó a la vez que desde Rabat y los aledaños del
Neomajzén se persigue cansinamente, sin éxito,
patrimonializar su figura.
El periodista francés J. Roger-Mathieu logró entrevistarle
en su cuartel general antes de marchar al exilio, editando
sus declaraciones, autentificadas, en París en 1927 (Librairie
des Champs-Elysées, reeditadas en Rabat en 2011, Editions La
Porte), consiguiendo un documento histórico de la mayor
relevancia, importante no solo por lo que dice en un
particular contexto (su derrota ya era un hecho) el líder
independentista rifeño… si no también por lo que calla y
oculta. Es ilustrativa su “admiración” y mano tendida a
Francia, a la par que su cruda denostación hacia España
Así, sus explicaciones sobre los más de 4.000 soldados
españoles torturados, mutilados, en ocasiones quemados
vivos, en definitiva brutalmente asesinados tras rendirse
(Monte Arruit, Dar Quebdani, Zeluán…) o el vejatorio y cruel
trato dado a los prisioneros de guerra en Axdir (¿cuántos
lograron sobrevivir?), robándoles incluso los víveres y
pertrechos que les eran remitidos desde la “Roca del Neckor”
(Peñón de Alhucemas) son, simplemente, falsas e
impresentables. Si en un momento y ante la insistencia del
periodista, sin duda al tanto de los crímenes de guerra que
se habían cometido, le echa la culpa a una epidemia del
tifus (sic), en otro reconoce que dado el sufrimiento de los
prisioneros “viéndolos agonizar atrozmente” y ante la
imposibilidad de salvarles, sus hombres “les hayan ayudado
para aliviar su martirio”, o que fueron “ejecutados tras
rebelarse”. Abdelkrim recuerda un triste episodio de “fuego
amigo”, es decir el bombardeo por la aviación de una columna
rifeña entre la que se encontraban presos “numerosos
prisioneros, oficiales y soldados”, “matando a más de
sesenta de ellos”.
Espigamos aquí otras opiniones de Abdelkrim recogidas de la
reedición de sus Memorias editada en 2011 en Rabat y de las
que destacaríamos al menos cuatro aspectos: el presunto (y
más que dudoso) origen árabe de su familia, su feroz odio
hacia España (“nuestro enemigo secular”, ratificado en el
exilio por el teniente Verrines), su determinación sobre la
independencia del Rif y su admiración hacia el wahabismo
hambalí saudí, rechazando de plano el morabitismo sufí
tradicional de su tierra rifeña. ¿Podríamos adjetivar
entonces (ya lo hice en otras ocasiones) a la República del
Rif como “islámica”…? No tengo la menor duda sobre ello.
Llamativo e importante este sesgo ideológico islamista
radical de Abdelkrim, apenas abordado por académicos e
investigadores que han estudiado su vida y obra: desde
German Ayache o Woodman a Zakya Daoud, pasando por Mª Rosa
de Madariaga, Campos, Salafranca, Mohamed M. Omar Belkadi o
Mimoun Charki.
Veamos algunas frases traducidas literalmente del francés:
“Nosotros somos (…) originarios del Hedjaz, precisamente de
Yambo, sobre los bordes del mar Rojo”; “Sí, tú me miras
cuando yo te hablo de la crueldad de los españoles”; “De
otra parte, es preciso que te lo diga, yo tenía un ideal (…)
Yo soñaba un Rif independiente”; (…) los Wahabitas tienen
buena razón al rechazar el culto a los santos. Yo no
reprocho más que un solo error a Ibn Saud: estar al remolque
de Inglaterra, es decir, al remolque de su política”. ¡Nada
hay mejor para conocer a alguien que presentarle en
sociedad!
Si su rechazo a España es frontal, sus aduladoras palabras
hacia a la política colonial francesa es llamativa, por
cuanto ambas opiniones se enfrentan a la tozuda realidad de
los hechos: “… Francia, su respeto a la religión, a los
derechos, a las tradiciones y costumbres del país (…)”.
En cuanto a la guerra en sí, algunas cifras no se sostienen:
así, mientras presume de la mortandad causada a las tropas
españolas, por ejemplo 400 hombres en Abarrán, “entre ellos
dos capitanes y dos tenientes”, apenas reconoce bajas
propias: “… las tropas rifeñas no contaron más de ocho o
nueve muertos”. En Annual, asume el traslado de los restos
de un oficial jefe que admiraba, el valeroso y perspicaz
coronel Morales, rechazando ofendido y enérgicamente que le
hubiera cortado personalmente los mostachos al fallecido
general Manuel Fernández Silvestre, “un hombre orgulloso
pero en el fondo un buen militar”. Sobre la heroica
resistencia de la guarnición de Igueriben (y otras,
aniquiladas en combate hasta el último hombre) pasa de
puntillas… reconociendo haber tomado hasta 700 prisioneros.
¿Qué fue de ellos…? ¿Cuál fue el papel de Amghar Ben Ziane,
responsable de los mismos y que acompañó a Abdelkrim en el
exilio a la isla de Reunión?.
Destacaría finalmente su explicación sobre las finanzas
rifeñas (“Los impuestos eran recogidos en mi nombre (…) yo
disponía de un presupuesto de 200 millones de pesetas”) así
como la cuantía y el destino de su, presunta, fortuna
personal a lomos de aquel famoso tren de mulas que los
franceses escoltaron tras rendirse Abdelkrim en los
alrededores de Targuist en mayo de 1926: “Mis títulos de
propiedad están en las manos de los franceses”, “Al exilio
yo llevé 350.000 pesetas, ni más ni menos. Y veinticinco
personas a alimentar”. Fuentes independientes, por el
contrario, estimaron su fortuna entre diez y doce millones
de pesetas de la época, mientras que sus bienes en Marruecos
eran confiscados a instancias del Sultán por dos dahires
cherifianos del 1 de agosto y 9 de octubre de 1926. De
hecho, el barco que le llevó al exilio junto a 29 allegados
y parientes (entre ellos sus dos mujeres) transportaba algo
más de 2.500 kilos de equipaje.
Palabras de Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi, Emir de la
República (Islámica) del Rif.
Haya salud. Visto.
|