Sería lo bueno que al llegar unas
elecciones como las del próximo día 25 la afluencia a las
urnas fuera masiva, al ver que con su voto cada uno está
colaborando para decidir algo que nos beneficia a todos.
Eso sería lo bueno, pero no se va a dar y aunque, a lo largo
de estas dos semanas, desde todos los grupos que concurren,
con la esperanza de estar representados en Europa, todos y
cada uno de ellos se están “desgañitando”, el resultado
final será que la abstención, como poco, rondará el 40%. Y
me parece normal que así sea, por cuanto unas elecciones y
ya van muchas seguidas, en España no nos están trayendo una
verdadera democracia, sino que lo que venimos soportando y
cada vez más es una auténtica cleptocracia, por parte de un
número muy elevado de políticos que, en vez de trabajar por
el bien de las instituciones, de todas ellas, muchísimos de
estos políticos, vienen actuando como auténticos vampiros,
de gran altura y, eso sí, de guante blanco.
Mal que nos pese y podemos ir recorriendo las diversas
instituciones, la España de hoy está sumida, o mejor dicho
es, una cleptocracia que ya viene de largo, porque se dejó
ver en las etapas finales de Felipe González, cuando hubo un
grupo de vampiros que iba cogiendo lo que estaba más a su
mano: BOE, director general de la Guardia Civil, con todo el
show que se montó en torno a él y un largo etc, que hizo
abrir los ojos a muchos de los que, por aquella época no
pensábamos que pudiera haber tanto desahogado suelto. Más
tarde, mientras Aznar estuvo en la Presidencia del Gobierno
parecía que se iba frenando o corrigiendo ese ansia de poder
o de apoderarse de lo que no era suyo. En principio sí se
enmendó aquella tendencia, pero en la segunda etapa del
propio Aznar se disparó otra vez y, desde entonces, hasta
hoy da lo mismo que sea un pueblo de 2000 habitantes, una
Ciudad de 85.000, una comunidad autonómica de las más
grandes, caso Andalucía o una comunidad uniprovincial, como
Cantabria, en todas partes y con cualquier tipo de siglas lo
primero que aparece es como mete la mano el tío Romualdo o
don “XX”.
Son simples ejemplos los que he citado, en todos ellos se ha
metido la mano, pero en otros muchos miles de casos que no
he citado, partiendo de Ceuta y llegando hasta mi pueblo, a
lo largo de los últimos 35 años, en pocas ciudades y en
poquísimos pueblos no hubo algo de esto. Es cierto que en
algunos de esos casos se pagó con la cárcel, en pocos es
cierto, pero a mí no me interesa que a uno lo lleven a la
cárcel, a mí lo que me agradaría es que de todos esos casos
se hubiera devuelto el dinero y que sepamos, ni del BOE, ni
de “Gurtel”, ni de los famosos “eres” o de esos otros
“también famosos cursos de formación que no se impartieron”,
por poner algún ejemplo, de ahí no se devolvió un real o una
peseta, porque también con la peseta en circulación se metía
la mano en el talego.
A lo largo de los próximos días, además de darnos la tabarra
y molestarnos mucho con los altavoces, por las calles, y con
las repetidas pasadas que habrá por todo tipo de barriadas,
muchos de los de buena voluntad se creen que, tal vez,
votando otra vez, se logre calmar el ambiente de rapiña que
hay en la casta política y aunque faltan dos semanas para
esas votaciones podemos asegurar que a esos, a los que se
dedican al trinque, no les frena nadie, en cuanto vean donde
es fácil meter la mano. Es, creo yo, el componente básico
que acompaña hoy a aquel que se dedica profesionalmente a la
política en España, claro que con esas excepciones, pocas,
que debe haber y que damos como natural.
En estos días me voy a pensar, con tranquilidad, si merece
la pena ir a votar, sé que al final votaré, como otras veces
lo hice, pero lo que tengo muy claro es que mi voto prefiero
que sea voto perdido, antes que dárselo a nadie que gracias
a él pueda ejercer con fuerza para volver a organizar unos
“cursos” como esos de la comunidad vecina y que tanto están
dando que hablar.
Llegados a este punto, se necesita tener poca vergüenza para
que, desde ciertas siglas, con lo que esconden en sus filas
sean capaces de censurar a otros. Claro que con una
cleptocracia disfrazada de democracia todo es posible.
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