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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 7 DE MAYO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Bostezos en la sesión plenaria
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De la sesión plenaria de ayer apenas puedo decir nada, porque sólo me fue posible estar sentado diez minutos ante el televisor, durante los que Emilio Carreira y Juan Luis Aróstegui estuvieron debatiendo sobre los pagos de contrataciones sin consignación o algo por el estilo.

Tan poco tiempo, eso sí, me sirvió para percatarme de la carencia de interés de un pleno que había nacido muerto. Puesto que el Gobierno llegaba al mismo sin propuesta alguna. Evidenciando así el desgaste que viene sufriendo cuando aún faltan muchos meses para que se celebren las próximas elecciones.

El cansancio físico y mental que se ha apoderado de nuestro alcalde lo transmite a sus subordinados; es decir, a todos los concejales elegidos por él. Y, claro, éstos no han tenido el menor inconveniente, aprovechando la pereza de la primera autoridad, de instalarse en la molicie: un estado de excesiva comodidad y regalo en la forma de vivir.

Pero entre bostezo y bostezo, abridero de boca que algunos concejales no tienen siquiera el detalle de ocultarlo como mandan las normas del saber estar en público, a veces caen en la cuenta de que a lo mejor dentro de un año se quedan sin el disfrute de la canonjía que les fue asignada mediante la dedocracia de nuestro alcalde.

Y, de repente, tales concejales salen de su modorra y principian a cavilar si dentro de unos meses seguirán yendo en el machito de la comodidad que les ha procurado un alcalde que se pirra por tener colaboradores que digan que la vida es breve y que como Vivas no hay ninguno. Y a mandar, jefe, que para esos estamos.

Y es entonces cuando los susodichos concejales convierten los bostezos en cara de preocupación y se les pinta en el rostro la risa sardónica de la insatisfacción por no saber si irán en la lista de las próximas elecciones. Algunos han asumido ya que se quedarán a la luna de Valencia.

Los plenos, por tanto, se han convertido en un duelo entre dos políticos: una especie de mano a mano taurino, entre dos primeros espadas que saben a qué juegan. Y que no tienen el menor inconveniente en debatir mediante pactos establecidos ante la complaciente mirada de la primera autoridad. La cual tiene hasta tiempo de refocilarse con la escena; atusándose incluso el bigote, sin descomponer la figura.

Las discusiones entre Carreira y Aróstegui son de guante blanco. De suerte que el primero, conocedor de los terrenos que pisa el segundo, consigue que éste saque a relucir sus mejores modales. Lo que no deja de ser una faena digna de premio. Faena cuyos espectadores son los demás concejales que asisten a la farsa sin saber a qué juegan los dos hombres que, con diferentes misiones y distintas formas de llevarlas a cabo, nuestro alcalde ha querido protegerse. Y a fe que lo está consiguiendo.

Algo que nos hace pensar que nuestro alcalde, por más que sea bajito de estatura, lo que no deja de ser una circunstancia, podría darse pote de que no sólo tiene guardaespaldas a su disposición –por cierto, a los que aprecio de veras-, sino que también cuenta con dos hombres muy preparados para que nadie ose tocarle los cataplines mientras él dormita en su sillón, bendecido constantemente por la mirada angelical de Adela Nieto. Vivas, Carreira y Aróstegui forman una familia. Napolitana.
 

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