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OPINIÓN - MARTES, 6 DE MAYO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ramalazo de soberbia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

No hubiera podido imaginar, media hora antes de empezar el partido Madrid-Valencia, conociendo además los petardos pegados por los equipos que le precedían, que a Carlo Ancelotti le hubiera dado ya un ramalazo de soberbia -quizá motivado por lo ocurrido en Múnich-, consistente en despreciar al equipo che como si fuera algo parecido al Olímpico de Játiva. Con todos mis respetos para este club.

Yo sé bastante, por lo que he leído y visto, de la soberbia española, única en el mundo; pero jamás pensé que la practicidad más que reconocida de un italiano, se pudiera dejar ganar la partida por un orgullo similar al del don Juan Tenorio de Zorrilla, concediendo al cielo una oportunidad de cumplir con él.

Ancelloti, entrenador curtido en mil batallas, con triunfos históricos en su haber y derrotas dolorosas, en su debe, como fue la final de la Champions League perdida de tan mala manera frente al Liverpool, y que le supuso en su momento ser sambenitado de la misma manera que lo está siendo ahora Guardiola, cometió el domingo pasado más que pecado capital de desmedida altivez, una estupidez sólo alcance de quienes son alineadores más que entrenadores.

¿Cómo es posible, me sigo preguntando yo, cuando han transcurrido ya veinte horas desde que Clos Gómez dio por acabado el partido, que Ancelotti concibiera que su equipo podía ganar situando en la zona vital del centro del campo a tres futbolistas tan distintos pero coincidentes en algo tan negativo como es la lentitud y la premiosidad?

El centro del campo, lugar donde se cuecen los éxitos y los fracasos, quedó a merced de los componentes de esa zona del rival de turno; capaz de ganar en fuerza y velocidad, que es tanto como decir en entereza y sentido de anticipación a Xabi Alonso, Illarramendi e Isco. Quienes más que correr trotaban, exponiendo fútbol de salón para regocijo de entendidos fulanos como Roberto Gómez -verbigracia-, cuyas opiniones futbolísticas deberían ser prohibidas en horas de máxima audiencia.

En el fútbol moderno, seguimos sin enterarnos, deben correr los dos, pelota y futbolista. Así lo hizo el Madrid, que todos celebramos, en el Allianz Arena muniqués, aunque no contra los valencianos. Un buen futbolista, al margen de sus cualidades técnicas y de sus conocimientos del juego, si además es una atleta, miel sobre hojuelas; por más que Guardiola nos dijera, hace nada, con más sarcasmo que ironía, que el Madrid sólo ficha jugadores atléticos.

Illarramendi juega al trote, no tiene corpulencia para servir como escudo de la defensa; carece de la velocidad adecuada y hasta ahora se ha limitado a recibir el balón y entregárselo al compañero más próximo. Escaso bagaje, pues, para alguien que estaba predestinado a llevar la voz cantante en la final de Lisboa frente al Atleti, en ese espacio que ahora han dado en llamar zona de máquina. De Isco sigo pensando lo mismo: su fútbol se reduce a dejarse ver en un cuadrado. Con el fin de regalarnos arabescos discontinuos. Y si a ello le añadimos que Alonso está cada vez más necesitado de ayuda, la falta de Modric y Di María, cuando se produce, deja al Madrid a expensas de la Diosa Fortuna.

Ancelotti, tan alabado por el extraordinario triunfo logrado frente al Bayern, despreció al Valencia y quedó peor que Cagancho en Almagro. No se puede contentar a todo el mundo. Es imposible…
 

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