La decisión del consejero de Medio
Ambiente de consensuar el mapa del ruido es un acierto, por
cuanto hay que conjugar todos los intereses y más, en época
de crisis, donde la actividad económica es fundamental sin
lesionar los derechos legítimos de los vecinos. Un acuerdo
de consenso, de buena voluntad por todas las partes
implicadas, aparte de ser una solución justa, equitativa y
razonable, también es una fórmula inteligente de beneficio
común sin perjudicar a nadie.
La contaminación acústica de la ciudad parece que es
consecuencia de la intensidad del tráfico rodado y de otros
factores y no del ruido que pudieran generar los locales o
terrazas de la vía pública. Por ello, los hosteleros que son
quienes más se juegan en este tema, se han preocupado de
aportar estudios en los que se les descarta como causantes
de la contaminación acústica en nuestras calles.
El consejero de Medio Ambiente se ha entrevistado con el
presidente de la Cámara de Comercio para abordar este asunto
y le ha entregado el mapa de ruidos por si el órgano cameral
va a aportar alguna alegación. La intención de reunirse con
los agentes sociales y económicos, es otra buena decisión
para unificar criterios y aunar voluntades con un mismo
objetivo: confeccionar un mapa de ruidos consensuado.
La situación económica actual requiere de un talante acorde
con los tiempos. De ahí que cualquier decisión haya que
adoptarla con mucho tacto e inteligencia. En la mesura, la
negociación y el entendimiento, radica el fundamento de un
procedimiento que requiere acuerdos para evitar conflictos.
El mapa de ruidos necesita aportaciones de todos y el
reconocimiento de asumir las dificultades económicas para el
acuerdo.
|