Depender de la voluntad de otro es
no ser libre, por lo tanto, si los medios de comunicación de
un país son, en su gran mayoría de propiedad privada, no
existe libertad de expresión ni un verdadero ejercicio del
derecho a la información. Tal libertad y tal derecho será,
únicamente, la voluntad de los dueños de esos medios y
dependerá, en última instancia, de su nivel de tolerancia.
Decir que en España existe libertad de expresión porque
ciertos medios permiten la emisión de mensajes “contrarios”
a sus intereses es como si un esclavo dijera que es libre
porque su amo le trata bien, no le pega y no le viola. De
acuerdo, tu amo no te pega y no te viola, pero porque no
quiere pegarte ni violarte, no porque no pueda hacerlo. No
eres libre porque tu libertad y tu bienestar dependen, a fin
de cuentas, de la honorabilidad y el buen corazón de tu amo,
de la suerte que tengas de caer en manos de un amo bueno o
un amo malo. Si los medios de comunicación son privados, la
libertad de expresión no será más que la libertad que los
dueños de los medios permitan que exista, por lo que no será
libertad, sino la voluntad de un individuo privado que
decide lo que se puede y no se puede decir.
Yo escribo en este diario y me permiten decir lo que quiero.
Hasta que no me dejen. En ese momento, mi libertad se habrá
acabado. En ese momento, quedará claro que jamás tuve tal
libertad, que mi libertad no era más que el consentimiento,
la profesionalidad, la coincidencia ideológica o el capricho
de otro. Por eso, no es aceptable en términos democráticos
que la inmensa mayoría de los medios de comunicación de
masas de nuestro país sean una propiedad en manos de grandes
multimillonarios con intereses completamente opuestos a los
del común de los mortales. El derecho a la información es
esencial en democracia y, por lo tanto, debe estar
democratizado. Ahora bien, partiendo de esta base, muchos se
plantearán la siguiente cuestión: ¿Acaso sería democrático
que fuera el Estado el que controlase la mayoría de medios
de comunicación? Evidentemente, no. Por desgracia, hemos
constatado como en numerosas ocasiones los medios estatales,
autonómicos y locales terminan convertidos en mera
propaganda del Gobierno de turno. Canal Nou, Telemadrid,
Televisión española o la televisión pública de nuestra
ciudad son buenos ejemplos de ello.
La respuesta podemos hallarla, como tantas otras veces, en
esa zona del mundo tan atacada, calumniada, difamada y
despreciada: América Latina. Concretamente, pondré el
ejemplo de Ecuador. Su presidente, Rafael Correa, ha sido
vilipendiado sin piedad en los grandes medios de
comunicación. ¿El motivo? Su famosa ley de medios, una ley
de la que se ha dicho que supone una vulneración de la
libertad de expresión y el ejercicio periodístico. Nada más
lejos de la realidad. Precisamente, lo que hace la ley de
medios ecuatoriana es democratizar el acceso a los medios de
comunicación. Se divide el campo mediático en tres partes y
se reparte de la siguiente forma: un tercio para las
empresas privadas, otro tercio para el Estado y otro tercio
para la sociedad civil organizada en sindicatos,
asociaciones de periodistas, consejos vecinales, entidades
sin ánimo de lucro, etc. Es una ley que limita el poder de
los grandes multimillonarios que siempre han gobernado
América Latina y que, al ser los únicos propietarios de la
información recibida por el pueblo, creaban consenso en
torno a sus ideas e inclinaciones. Es a eso a lo que se
pretende poner fin, tanto en Ecuador como en tantos otros
países de América Latina. Rafael Correa pretende dar voz a
quienes antes eran meros agentes pasivos que se tragaban la
mercancía podrida que les vendían los sinvergüenzas,
oligarcas y banqueros que durante décadas hundieron a los
países de la zona en la pesadilla del saqueo neoliberal.
Rafael Correa construye democracia...y los medios de
comunicación le llaman dictador. Normal. Les está jodiendo
el chiringuito.
No pretendo decir que haya que copiar el modelo ecuatoriano,
sólo digo que es un modelo distinto, una nueva forma de
entender el derecho a la información veraz. Si la
información es poder, los medios de comunicación son un
poder. Y como todo poder, debe democratizarse y estar
controlado democráticamente. Es en eso en lo que consiste el
Estado de derecho.
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