Me tomo un momento de respiro en
ese ejercicio obligado que es leer la prensa y decido
sentarme ante el televisor. Y me quedo a ver los minutos de
propaganda que le dedica la televisión a los cabezas de
lista para las elecciones europeas que se celebrarán el 25
de mayo. Al frente de los socialistas aparece Elena
Valenciano y por parte de los populares Miguel Arias
Cañete. Acompañados ambos por una claque que les aplaude
en todos los mítines a cada paso y que me produce grima y
vergüenza ajena en la misma medida.
Y me digo para mí: ¿cómo es posible que los políticos no se
imaginen siquiera, el efecto del ridículo vergonzoso que
suscita en el televidente verlos con sus manos aplaudiendo a
escasos centímetros del rostro de los aspirantes a figurar
–o sea, aparentar que están en condiciones de hacer lo que
no pueden- en el Parlamento Europeo?
En esos momentos, en que los palmeros están viviendo su
particular éxtasis, ninguna sonrisa más falsa que la del
aplaudido cuando se decide a expresar su gratitud en tan
obligado trance. Lo que suele suceder en el justo instante
que uno de ellos haya mencionado al adversario con el fin de
zaherirle.
Miguel Arias Cañete le cae bien a mucha gente. Quizá porque
es lo más parecido que tenemos en España a Papá Noel.
Conocido también como Viejito (o viejo) pascuero. A pesar de
que Santa Claus, que el mito no se priva de nada, sea
acusado de intruso y destructor de las costumbres locales,
echándosele en cara también su pertenencia a una familia
pudiente. Así, la candidata socialista, Elena Valenciano, no
ha dudado en tacharlo de señorito.
Elena Valenciano sabe perfectamente que llamarle señorito a
un andaluz, y mucho más si lo han nacido en Jerez o vive
allí desde hace la tira de tiempo, no deja de ser un
insulto. Y es que los señoritos al tener desde muy joven el
nombre y el dinero se convierten en una caricatura de su
padre. Esos señores rebosantes de aura y prestigio. De las
correrías de los señoritos se ha dicho lo que no hay en los
escritos.
Hablando de escritos, aprovecho la ocasión para volver a
recomendarles “En la Casa del padre”: libro del cual es
autor Caballero Bonal Y en él podrán comprobar si todas las
calaveradas que se le han venido adjudicando a los hijos de
los señores son tan verídicas como para que hayan adquirido
tan mala fama.
Arias Cañete, por más que esté emparentado con los Domecq,
me da a mí en las pituitarias que nunca ha sido un tipo
parrandero, tarambana o jaranero. Porque alguien que es
capaz de recomendarnos yogures caducados y que nos duchemos
con agua fría, no creo que sea muy dado a meterse la mano en
el bolsillo. Y un señorito fue siempre dadivoso con dinero
ajeno.
El candidato popular, eso sí, a lo máximo que llega
despilfarrando es a darle calderilla al limpiabotas que se
pone en la puerta de la Venencia, sita en la calle Larga de
Jerez, y a dejarle un euro de propina a los camareros que
visten chaquetilla blanca en tan afamado bar. Pues un
camarero con ese atuendo impone mucho respeto por lo que
pueda largar por detrás. Que en los pueblos ya se sabe…
Arias Cañete, sin embargo, como profesa de señor, si bien no
es elegante en su aspecto pero si en su moral, ha tenido a
bien decirle a la señora Valenciano que sólo dice
ocurrencias. Que es la manera que tienen los señores de
decirle chistosas a las mujeres.
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