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OPINIÓN - LUNES, 5 DE MAYO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Elecciones europeas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me tomo un momento de respiro en ese ejercicio obligado que es leer la prensa y decido sentarme ante el televisor. Y me quedo a ver los minutos de propaganda que le dedica la televisión a los cabezas de lista para las elecciones europeas que se celebrarán el 25 de mayo. Al frente de los socialistas aparece Elena Valenciano y por parte de los populares Miguel Arias Cañete. Acompañados ambos por una claque que les aplaude en todos los mítines a cada paso y que me produce grima y vergüenza ajena en la misma medida.

Y me digo para mí: ¿cómo es posible que los políticos no se imaginen siquiera, el efecto del ridículo vergonzoso que suscita en el televidente verlos con sus manos aplaudiendo a escasos centímetros del rostro de los aspirantes a figurar –o sea, aparentar que están en condiciones de hacer lo que no pueden- en el Parlamento Europeo?

En esos momentos, en que los palmeros están viviendo su particular éxtasis, ninguna sonrisa más falsa que la del aplaudido cuando se decide a expresar su gratitud en tan obligado trance. Lo que suele suceder en el justo instante que uno de ellos haya mencionado al adversario con el fin de zaherirle.

Miguel Arias Cañete le cae bien a mucha gente. Quizá porque es lo más parecido que tenemos en España a Papá Noel. Conocido también como Viejito (o viejo) pascuero. A pesar de que Santa Claus, que el mito no se priva de nada, sea acusado de intruso y destructor de las costumbres locales, echándosele en cara también su pertenencia a una familia pudiente. Así, la candidata socialista, Elena Valenciano, no ha dudado en tacharlo de señorito.

Elena Valenciano sabe perfectamente que llamarle señorito a un andaluz, y mucho más si lo han nacido en Jerez o vive allí desde hace la tira de tiempo, no deja de ser un insulto. Y es que los señoritos al tener desde muy joven el nombre y el dinero se convierten en una caricatura de su padre. Esos señores rebosantes de aura y prestigio. De las correrías de los señoritos se ha dicho lo que no hay en los escritos.

Hablando de escritos, aprovecho la ocasión para volver a recomendarles “En la Casa del padre”: libro del cual es autor Caballero Bonal Y en él podrán comprobar si todas las calaveradas que se le han venido adjudicando a los hijos de los señores son tan verídicas como para que hayan adquirido tan mala fama.

Arias Cañete, por más que esté emparentado con los Domecq, me da a mí en las pituitarias que nunca ha sido un tipo parrandero, tarambana o jaranero. Porque alguien que es capaz de recomendarnos yogures caducados y que nos duchemos con agua fría, no creo que sea muy dado a meterse la mano en el bolsillo. Y un señorito fue siempre dadivoso con dinero ajeno.

El candidato popular, eso sí, a lo máximo que llega despilfarrando es a darle calderilla al limpiabotas que se pone en la puerta de la Venencia, sita en la calle Larga de Jerez, y a dejarle un euro de propina a los camareros que visten chaquetilla blanca en tan afamado bar. Pues un camarero con ese atuendo impone mucho respeto por lo que pueda largar por detrás. Que en los pueblos ya se sabe… Arias Cañete, sin embargo, como profesa de señor, si bien no es elegante en su aspecto pero si en su moral, ha tenido a bien decirle a la señora Valenciano que sólo dice ocurrencias. Que es la manera que tienen los señores de decirle chistosas a las mujeres.
 

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