LUNES 28.
En cuanto me entero de que el ‘caso Urbaser’ ha sido
archivado y, convencido de que sus motivos habrá tenido la
titular del juzgado que lo haya decidido, me acuerdo
inmediatamente de lo que yo escribí al respecto el 21 de
julio, de 2013, en la miscelánea semanal. Lo cual transcribo
literalmente: “Me vuelven a hablar del ‘caso Urbaser’, y no
es precisamente para darme ánimos acerca de que el asunto
vaya a ser investigado como merece el pago indebido de
camiones ya amortizados por valor de 14 millones de euros,
sino todo lo contrario. Me ponen al tanto de cómo montones
de papeles referentes a una operación tenida por posible
caso de corrupción, se está muriendo de risa en un lugar del
edificio de la Policía Nacional, sito en la plaza de Colón.
Y es así, según me cuenta un confidente, porque alguien ha
dado la orden de no ir más allá en ese tema. No vaya a ser
que se descubra lo que no es conveniente y se arme la de
Dios es Cristo. Lo que no deja de ser una noticia funesta
para cuantos arden en deseos de conocer qué sucedió con los
pagos indebidos a Urbaser por camiones amortizados. No en
vano dichos pagos han sido motivo de escándalo político
durante muchos días. Y, sin duda alguna, propició, en su
momento, la dimisión del concejal de Economía y Hacienda y
portavoz del gobierno, Guillermo Martínez”.
Martes. 29
Nuestro alcalde, tras acusar ayer al PSOE y a este periódico
de usar el ‘caso Urbaser’, sigue dándole a la mui en los
medios afines para ponerse bien puesto. Ha emprendido el
pobre hombre una campaña de discursos con el único fin de
alabarse a sí mismo para causar buena impresión en los
demás. Y, claro, no se le cae de la boca la palabra
honradez. La recita, incluso, mejor que podría hacerlo
cualquier mocito viejo, defendiendo a su santa madre. Por
más que nuestro alcalde no disfrute de la condición de
soltero. Así, de tanto gritar su honradez, sin que nadie le
haya dicho, todavía, que se lo haya llevado calentito en
ninguna operación, se expone a que alguien eche mano del
socorrido tópico: “Dime de qué hablas y te diré de lo que
careces”. Ahora bien, a nuestro alcalde, cuanto más habla, y
más hace uso y abuso de su ser hipócrita, más deja entrever
que su fantasía le lleva a falsear la realidad, a veces con
propósitos que pueden llegar a ser detestables. En suma:
nuestro alcalde tiene más cuento que Calleja.
Miércoles. 30
Ayer por la noche, cuando Pedro Proença dio por
acabado el partido Bayern-Madrid –por cierto, magnífico
arbitraje del portugués-, sentí la satisfacción que produce
el fútbol cuando el equipo con el cual uno se identifica
consigue la victoria. Y sobre todo si ésta es obtenida
frente a tan grande rival y en un escenario de ensueño. Al
Real Madrid, tras las continuas pruebas de su entrenador
para situar a sus hombres en el campo, durante muchos meses,
le ha sentado a las mil maravillas emplearse en el césped
mediante el 4-4-2. Sistema que a mí siempre me ha chiflado
cuando he tenido los jugadores adecuados. Algo que todos los
sistemas tácticos requieren. En el caso del 4-4-2, los dos
delanteros más avanzados deben explotar todas las
debilidades de los zagueros centrales, con desmarques a la
derecha, a la izquierda, hacia adelante y hacia atrás, con
funciones de presión sobre el más técnico de los defensores
adversarios. Pero también es sumamente decisivo que por las
bandas haya jugadores veloces, trabajadores y con técnica
suficiente para hacer del contragolpe arma letal.
Cristiano, Benzema, Di María y
Bale componen ese cuadro mágico capaz de practicarlo
perfectamente. En el estadio Allianz Arena, además de lo
dicho, que no es moco de pavo, Modric y Xabi
Alonso estuvieron colosales. Y, por supuesto, los
cuatro defensas blancos. Mención especial merece Sergio
Ramos: puesto que, siendo uno de los mejores zagueros
del mundo, venía cometiendo torpezas inconcebibles. Ayer por
la noche tuvo la oportunidad de redimirse de todos sus
pecados futbolísticos. Aleluya, pues. (Ah, la posesión de
balón no certifica la victoria. Creo que el partido de
Múnich le habrá servido de algo a Vicente del Bosque)
Jueves. 1
El atlético Madrid ganó en Stamford Bridge y, por lo tanto,
jugará la final soñada contra el Madrid. El 4-2-3-1 de
José Mourinho dio resultado durante cuarenta minutos.
Durante ese tiempo los laterales del Atlético apenas
pudieron ayudar a las demás líneas y el fútbol, que hasta
entonces era insulso, auguraba el final de la primera parte
favorable a los locales por el gol obtenido por Torres.
No fue así, porque los componentes de la banda izquierda de
los azules se despistaron y dejaron libre a Juanfran,
quien, bordeando la línea de fondo, alcanzó un balón que
puso a los pies de Adrián. El gol fue demoledor para
el Chelsea y entusiasmó al Atlético. En la segunda parte,
cuando Eto’o hizo bueno el dicho de que un delantero
defendiendo en el área propia es más peligroso que el mejor
atacante adversario, los de Simeone se dieron cuenta
de que el viajar a Lisboa se haría realidad en cuanto
Diego Costa domeñase sus nervios y decidiera fusilar a
Schwarzer desde el punto fatídico. Gol que cantó con
inenarrable alegría. A partir de ahí todo fue sencillo para
los atléticos. Y lo que era complicado ya lo fue resolviendo
Courtois: el mejor portero que hay en Europa, actualmente, y
vaya usted a saber si no en el mundo. La clasificación del
conjunto colchonero, amén de la enorme satisfacción de ver
dos equipos españoles en una final de la Champions League,
evita los problemas emocionales, por llamarlos así, que
hubieran surgido si el Chelsea se hubiese clasificado. Bien
está, pues, lo que bien acaba.
Viernes. 2
Aunque fue ayer cuando leí lo que dijo José Antonio
Carracao sobre el ‘caso Urbaser’, aprovechando la
presencia de los medios citados para hablar de la campaña
electoral de Izaskun Bernal, candidata a las
elecciones europeas –a propósito, cada día se parece más a
su madre, a la que siempre aprecié muchísimo-, he creído
conveniente escribir hoy del asunto para darle la razón
acerca de los cinco millones de euros de más que el Gobierno
le pagó a Urbaser. Es decir, que diga lo que diga Juan
Vivas o el portavoz del Gobierno, Emilio Carreira,
los cinco millones de euros se los llevó por la cara la
empresa Urbaser. Cualquier otra cosa que digan Vivas,
Carreira o el lucero del alba, tienen un fin: hacernos creer
que lo blanco es negro. Lo cual es imposible que cuele a
estas alturas. Y es que lo que no puede ser, no puede ser y
además es imposible. Es imposible que ustedes se empeñen en
contarnos el cuento del alfajor acerca de un hecho que no
admite discusión. Otra cosa será que el dinero, cinco
millones de euros pertenecientes a los ceutíes, quizá hayan
tenido que ir a sitio que casi todos nos suponemos. De
cualquier manera, bien haría el portavoz del Gobierno en no
tratar siempre de tener la razón. Pues no todos los días
habrá alguien dispuesto a decirle que ha estado usted
juncal. Por cierto: de lo sublime a lo ridículo no hay más
que un paso.
Sábado. 3
Menos mal que la semana ha sido pródiga en partidos de
fútbol espectaculares. Lo cual ha hecho posible que nos
olvidemos de los políticos. Cuya forma de proceder es cada
día que pasa más intolerable y suscitadora de aversiones
hacia ellos. Odios merecidos que se vienen ganando a pulso.
Hablo de fútbol: me han agradado sobremanera las
declaraciones realizada por El Tato Martínez y
dirigida a los periodistas: “Si desacreditáis el juego de
Pep Guardiola, deseáis que España pierda en Brasil”.
Verdad tan grande como la Catedral de Burgos. Porque esos
comentaristas y ex jugadores metidos a glosadores, fueron,
hasta hace nada, los más firmes defensores del Tiqui-taca:
estilo de juego que se caracteriza por el uso de pases
cortos y precisos en las transiciones. Uno, en cambio, que
siempre disfrutó de las victorias de la selección española
–lo de nominarla la Roja me parece una cursilería de altos
vuelos-, nunca confesó el menor placer con el estilo de
juego adoptado por los seleccionadores, debido a que era el
más adecuado a las condiciones físicas de más de medio
equipo. Por una razón muy sencilla: a mí, como espectador,
me apetece mucho más el contraataque. Los estilos, pueden
gustar más o menos, pero todos son buenos si mediante ellos
se logran victorias. Es como la forma de ser de los
entrenadores. Por ejemplo, si a mí me dieran a elegir entre
pasar un fin de semana charlando de fútbol, con cerveza por
delante, entre Pep Guardiola y José Mourinho, créanme que no
tendría la menor duda en decidirme por el portugués. Ello no
quiere decir nada más que cada cual tiene derecho a
manifestar sus gustos y a propalar lo que menos le agrada Y
no pasada nada (Se me olvidaba decir que, cuando un estilo
es avasallado por otro, conviene tener a mano variantes para
evitarlo. Guardiola no reaccionó).
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