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OPINIÓN - DOMINGO, 4 DE MAYO DE 2014

 

OPINIÓN / DESDE LA OTRA ORILLA

La cornuda pericia de la malignidad
 


José Salguero Duarte
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Supongo, estimado lector, que usted se habrá percatado, de la existencia de fulanos en cualquier profesión u oficio en pueblos o ciudades. Los que, tras abrir las cortinas de sus ojos, después de haber dormitado placenteramente sin remordimiento alguno, a pesar de la mala leche condensada en sus entrañas. Esbozan angelicales sonrisas al contemplar su luz. Regocijándose en su fango o lodo interno, lo mismo que los cerdos en los charcos. Ya que, ahí, es donde se sienten a gusto de acuerdo a su catadura...

Esos fulanos, de ambos sexos y del neutro, comienzan a idear sus estrategias pendencieras y maldicientes mucho antes de traspasar el umbral de sus moradas. Porque son tan míseros que el mal lo llevan innato en sus esencias, al haber sido obrados para realizar en este mundo ese fin doloso y otros peores. No habiendo sido paridos por leyes naturales sino defecados. Como le ocurre a Juana ‘La cantaora’. La que no es puta de coño, pero sí, de lengua.

Consecuentemente, al salir de casa, actúan sigilosamente en este gran teatro de la comedia disfrazada-o de corderitos, a pesar de que ella y sus análogos, son lobos feroces con más cuernos, que las camadas de las ganaderías de reses bravas españolas, disponibles para esta temporada taurina que acaba de iniciarse.

Es significativo que, esos fulanos, al poseer una gran verborrea modélica de cara a la galería. Son considerados por los ignorantes, el súmmum del saber estar y de la ética, dignidad humana, cívica, política e intelectual... Recibiendo parabienes de todo tipo, por parte de los ‘sandalios’ del poblacho, nada más toparse con ellos en el nuevo día. Poniéndose esos don nadie más orgullosos y chulos que un ocho al revés. Estirando el pescuezo ególatra lo mismo que las jirafas en busca de ramas frescas en las cúpulas de los árboles. O que los osos hormigueros cuando meten sus hocicos en los agujeros olfateando manducatoria.

A partir de aquí, me referiré a ciertos machos cabríos con hedor a varón dandy. No extrañándome, lo más mínimo, que en épocas recientes pasadas y actuales con tantas necesidades económicas. Proliferen tantos bastardos de esos, abusando de su hambruna mental y pajiza. Los que, a la menor oportunidad, dicen que se tiran hasta a la lencería que tiene su vecina en el tendedero.

Hace días, uno de esos fulanos, se encontraba en la barra de una cafetería. Y al observar pasar por la calle a una señora casada, muy conocida mía. Vociferó a su colega diciéndole: “A esa tía que acaba de pasar, me la he tirado yo”. Contestándole servidor: “¡Pisha!, entre tu mujer y tú os vais a tirar a todo el pueblo”.

El fulano, al oír lo que le dije, se puso más rojo que un salmonete. Porque el descojono fue sonoro entre los presentes. Ya que, le quité de una vez por todas, la chulería machistas que desparrama cada vez que abre su bocaza, sin respetar la dignidad de las personas. Habiéndole informado con mi guasa gaditana, que alguien se estaba comiendo su queso desde hace años. Sin que él se hubiera enterado de lo que ocurría detrás de la cortina de la alcoba de su dormitorio. Quedándosele el semblante más demacrado que a un carnero mustio.

Tras aguantar el chaparrón, abandonó la cafetería tan veloz, como las liebres huyendo de los disparos de las escopetas. Volviéndosele la fama de mujeriego en su contra, desapareciendo de la circulación un tiempo. Especulándose entre sus conocidos que, se había marchado voluntario a la legión extrajera en una comisión de paz española para capturar a Bin Laden. Sin embargo, otros decían que había ingresado en un convento franciscano. Y que le habían asignado la misión de cabrero mayor, para que se desfogara practicando la pedofilia con la lengua o con la picha.

El caso es que, a ese macho ibérico, se le acabaron las chulerías machistas y sexistas. Y ha pasado, desde entonces, a ser conocido con el sobrenombre de ‘El manso’. Porque si tuvo la valentía de atentar contra la dignidad de mi conocida. Debería ser tan hombre para afrontar, que llevaba colocado en su testuz desde hace años, unos leños de la categoría de medalla de oro.

Tanto es así que, en cierta ocasión, al regresar a su casa después de una de sus paparruchadas chulescas con sus colegas, nada más abrir la puerta escuchó a su esposa jadear profunda y exclamativamente. Llegando escopeteado hasta él su hijo pequeño, diciéndole: “Papá, papá, papá. ¡Menos mal que acabas de llegar!, porque dentro del armario de la habitación de mamá, se acaba de meter un monstruo”. El padre, le hizo caso, por primera vez, a su hijo. Y al abrir la puerta del armario, se encontró a su mejor amigo en pelotas. Diciéndole: “¡Joder, Manolo!, mi mujer con un ataque de asma. Y tú, so cabrón, asustando al niño”.
 

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