Mira, Manolo, yo estoy
harto de que mucha gente en la ciudad me mire por encima del
hombro. Y, por supuesto, me sienta muy mal que no se me
atienda como deseo por parte de las instituciones. Así que
he decidido aliarme con Juan Luis Aróstegui porque a
éste sí que le tienen miedo en todos los sitios.
Así se expresaba Mohamed Alí ante mí, sentados ambos
a una mesa de la sala de estar del Hotel Tryp, cuando se
había anunciado ya que Unión Demócrata de Ceuta y Partido
Socialista de Ceuta, tras fusionarse, habían pasado a
llamarse Coalición Caballas. Y yo respondí más o menos de
esta guisa:
-Vas a conseguir, Alí, resucitar a alguien cuyos fracasos en
las urnas son tan sonados como para que se le considere un
carcamal político. Incluso se le achaca tener negro el
bajío. De modo que no deberías sorprenderte si con el paso
del tiempo vas perdiendo parte de tu electorado.
Mohamed Alí, entre otras aclaraciones, me respondió que él
estaba hasta los mismísimos de soportar desprecios por parte
del Partido Popular. Y que, como hombre de izquierda que
era, nunca haría buenas migas con Vivas y los suyos.
No hacía falta ser muy avispado para darse cuenta de que el
hasta entonces dirigente de UDC había decidido echarse en
los brazos de un Fulano que celebró, inmediatamente, haber
dado el pelotazo de su vida.
El hecho no era para menos: pues Aróstegui pasó de verse
arrumbado en el desván de la memoria de todos los ceutíes, a
comprobar cómo un ganador de elecciones se sometía
confiadamente y sin reservas a su arbitrio. Oportunidad
única para hacer uso y abuso del enorme bagaje político del
que podría disfrutar a partir de ese momento.
En principio, lo primero que hizo fue decirle a su amigo del
alma y alcalde de la ciudad, que se metiera por donde le
cupiera el cargo de asesor que le había prometido y al que
aún no había accedido. Luego, Aróstegui, convertido ya en
principal dirigente de la coalición Caballas, se vio muchas
veces con Vivas para ir disponiendo la mejor forma posible
de manejar la coalición
Lo cual pasaba, naturalmente, por tener siempre más que
contento a Mohamed Alí. Quien, según Aróstegui, había penado
mucho los incumplimientos de acuerdos que le había ido
ofreciendo Pedro Gordillo (a quien le faltaba ya un
amén para ser sambenitado en plaza pública). Mientras tales
parlamentos se iban sucediendo entre nuestro alcalde y quien
ya mandaba tela marinera en Caballas, a mí se me ocurría
decirle a mi apreciada Fátima Hamed, en cuanto me la
echaba a la cara, que el partido acabaría siendo un juguete
del que irían disfrutando Vivas y Aróstegui ante la mirada
complaciente de un Alí convencido de que su pacto con el
sindicalista le había abierto las puertas del éxito. Y que,
por tanto, ya no habría nadie que tuviera los suficientes
dídimos para manifestar desdén por él.
Fátima Hamed –que te leo, ¿eh?-, con su característica
amabilidad, solía decirme, entonces, que Aróstegui había
evolucionado en cuanto a su forma de pensar sobre los
musulmanes. Y que ella estaba segura de que el pacto no se
iba a resquebrajar. Y acertó.
El pacto, tras las elecciones de 2011 no se ha
resquebrajado. Eso sí, conviene aclarar cuanto antes el
motivo principal: el pacto de Alí y Mohamed desembocó, hace
ya mucho tiempo, en otro pacto: Vivas y Aróstegui son
quienes cortan el bacalao en la ciudad. Alí, entretanto, se
siente importante, sumamente importante; respetado, y
viviendo a cuerpo de rey. Menudo logro..
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