La jornada marcada en el
calendario como el 1 de Mayo, otrora para conmemorar la
fiesta del Trabajo, en esta ocasión, como sucedía durante
años precedentes, constituye la reivindicación por remover
conciencias políticas y protestar ante los gobiernos
incapaces de generar empleo y defender un principio
constitucional como es el derecho al trabajo. El desencanto
de los afectados es tal, que en Ceuta se mantuvo la tónica
general de poca presencia, aunque no por ello, los mensajes
que se dieron fueron menos críticos contra esas políticas de
incapacidad hacia la generación de trabajo.
El drama diario que viven muchísimas personas ha llevado a
una ciudad como la nuestra a encabezar la deshonrosa tasa de
paro mas elevada de la Unión Europea, algo que parece
inamovible, a la vista de las palabras del presidente Vivas
en el último debate sobre el Estado de la Ciudad, cuando
dijo que hay que decir claro que no se pueden generar en
Ceuta ni 6.000 ni 7.000 puestos de trabajo y quien lo
dijera, estaba vendiendo humo. Con esta idea y ante tan
desolador panorama, este pueblo parece condenado al
sufrimiento, al desempleo y a la extinción como sociedad
cohesionada y estructurada, en la que parece que únicamente
tienen futuro los enchufados.
La desafectación ante la convocatoria de ayer, pudo estar
motivada por dos razones: por el desencanto generalizado a
salir a la calle para nada o por la decepción hacia los
convocantes, incapaces de lograr del Gobierno una reacción
fulminante que sitúe las políticas de empleo como la mayor
prioridad de nuestra sociedad. Ceuta sigue una dinámica que
fomentará el desarraigo, el abandono, la fuga de muchísimos
jóvenes que no ven aquí ningún futuro. Si las perspectivas
de trabajo son el Plan de Empleo estamos listos.
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