Acudo presto a ver en televisión
el Debate sobre el Estado de la Ciudad. Aun sabiendo que
puedo aburrirme como una ostra. Que es la única frase
imaginativa que se me ocurre a las nueve y media de la
mañana de un jueves primaveral.
Abre la sesión el alcalde de la Ciudad. Y su discurso,
basado en números, logros y deseos de mejoras, lo pone en
escena mediante el manido estilo de la repetición. El orador
que echa mano de las repeticiones a principio de cada frase
suele dar muestras de algún síntoma.
A mí me pareció que el alcalde estaba distraído, desganado,
y con muchas ganas de salir del paso de un debate que
detesta y que anda deseando perderlo de vista. Y es que son
muchos los años que lleva diciéndonos casi lo mismo y en
sitio que, tras haber participado como invitado en foros de
aquí te espero, ya no le seduce en modo alguno. Lógico.
José Antonio Carracao opta también por discursear
haciendo uso y abuso de ese generador de energía: la
repetición. Con el ánimo de provocar la mayor atención a sus
palabras mediante la mención de “esta ciudad” a comienzo de
cada párrafo. Y, aunque no oculto mis simpatías por el
secretario general de los socialistas, lamento decirle que
el sopor me pudo.
Y, peor aún, debo confesarle que su estilo hizo que yo
apreciara cierta debilidad en quien puede estar convencido
de que no progresa en las intenciones de voto. Así que JAC
debe cuanto antes mejorar la redacción de sus discursos.
Porque él no está en condiciones de hacernos bostezar como
nuestro alcalde.
Mohamed Alí, durante su intervención, dejó entrever
en algunos momentos que estaba deseando acercarse al asiento
de nuestro alcalde para darle el abrazo de la fraternidad y
susurrarle al oído que él jamás atentaría contra lo que
dispusiera quien más manda en esta tierra. La exposición del
segundo manda de Caballas puso al descubierto que el pacto
de su partido con Vivas es un hecho tan cierto como la
tirria que le tiene al Delegado del Gobierno.
Algo que evidenció en su manera de referirse a la seguridad
ciudadana, buscando el beneplácito de un alcalde que a veces
asentía con la cabeza lo que iba largando Mohamed Alí ante
la mirada indiferente y despectiva que suele tener Juan
Luis Aróstegui hacia todos los que discursean.
El aire distante que adopta quien más manda en Caballas es
el modo con que suele darse pote el hombre al que Emilio
Carreira le recordó que, cuando él formaba parte del
gobierno local, nunca hizo nada… “Bueno, sí, lo que hacía
usted es participar en todas las broncas que se suscitaban
en las sesiones plenarias”.
La aparición en escena de Emilio Carreira, como portavoz del
gobierno local, me produjo doble satisfacción. La primera,
porque se me había dicho que estaba nuevamente retirado de
las actividades políticas. Y no es así. La segunda, porque
el portavoz del gobierno, por tener asumido que los
políticos se han ganado con creces la desafección del
pueblo, eligió el discurso apropiado. Y lo fue diciendo con
maestría y gustándose.
Me explico: Carreira antepuso la pinturería al análisis, la
anécdota al dato y el humor a la crítica razonada.
Actuación, pues, inteligente de un político que está al
tanto de lo desencantado que están los ciudadanos de la
política y de las palabras rituales de quienes la ejercen.
Por consiguiente, en cuanto Carreira abandonó el atril y se
anunció un descanso, yo apagué el televisor.
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