En 1983, durante un amanecer
ventoso, yo estaba sentado en un banco de la estación
marítima de Algeciras, dando cabezadas, cuando una mujer
pronunció mi nombre para sacarme del estado semiinconsciente
en el que me hallaba. Ella era nada más y nada menos que
Lola Flores; que llegaba acompañada por Carmen,
su hermana; y por Lolita, su hija.
Yo había conocido a Lola por medio de un gran amigo de ambos
y me alegré muchísimo de tenerla como compañera de viaje en
el primer barco que hacía la travesía Algeciras-Ceuta. La
familia Flores estaba anunciada para una actuación y yo era
entrenador de la Agrupación Deportiva Ceuta. Que venía de
jugar de un sitio donde dicen que el viento de la vuelta. Es
decir, lejísimos.
Tras los saludos de rigor, La Faraona no dudó en decirme que
el transporte de viajeros Algeciras-Ceuta quitaba las ganas
de conocerla a muchísima gente. Y me contó lo mucho que ella
le hacía el artículo a la ciudad y que siempre le respondían
lo mismo: “Ceuta está muy mal comunicada con la Península”.
Poco tiempo después, Juan Luis Bandrés Guerrero,
consejero y director general de la Naviera Isleña de
Navegación (ISNASA), arribó un día a Ceuta preguntando por
mí. Ya que nuestra amistad venía de muy lejos. Debo decir
que Bandrés acudía a Ceuta para entenderse con el delegado
del Gobierno de la época.
Por medio de Bandrés tuve la oportunidad de conocer a
Ignacio María Sayalero, copropietario de la naviera y
socio de Juan Luis. Así que me fue posible enterarme de
algunos de los entresijos relacionados con los acuerdos
establecidos entre la naviera y el Gobierno. En una palabra:
Bandrés me puso al tanto de que había muchas personas que
ponían la mano con más empaque incluso que los
‘sobrecogedores’ en el mundo del toro. Circunstancia que
impedía dar los servicios deseados. Debido a que había que
repartir prebendas por doquier para hacerse con el servicio
de la línea.
En cierta ocasión, en la década de los noventa, hube de
embarcarme en un buque de carga, que había sido adaptado
para pasajeros, con el fin de comprobar durante la travesía
los deterioros que la nave presentaba. Hice la travesía con
un fotógrafo y a punto estuvo el contramaestre y algunos
marineros de lanzarme por la borda. Ya que alguien les había
avisado de nuestra presencia y de nuestra misión. La cual
era contar cómo los pasajeros viajaban como animales.
Muchas veces se me ha preguntado por qué no escribo de lo
mal comunicada que está Ceuta por mar y por aire. Sobre todo
en momentos de crisis. Como el que ahora se está viviendo. Y
mi respuesta ha sido siempre la misma: no merece la pena.
Puesto que todo lo que se diga al respecto se lo pasan por
el forro en el Ministerio de Fomento.
Me quieren ustedes decir qué puede importarle al baranda
principal de este asunto en el ministerio que los ceutíes
pierdan el enlace con el primer tren que salga de Algeciras
hacia Madrid. O que un empresario no pueda colocar su
artículo al otro lado del Estrecho a prima mañana. Por decir
algo al respecto.
Una ciudad mal comunicada pierde todo el interés que pueda
tener para quienes desean visitarla. La mala comunicación de
Ceuta con la Península entorpece su desarrollo. Más bien lo
fulmina. En lo tocante a que Baleária haya sustituido al
Passió per Formentera por El ‘Nissos Chios’ y que éste no
vaya a madrugar para zarpar rumbo a Algeciras, me da a mí en
las pituitarias que hay gato encerrado.
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