El que vengan turistas a Ceuta es
un deseo político que data de lejos, de muy lejos; de
principios de los años treinta del siglo pasado. Así lo leí
yo en unas memorias publicadas por Alfredo Meca y
Romero: Secretario de la Corporación Municipal. Ni que
decir tiene que el deseo se quedó siempre en deseo.
Cuando los políticos de esta tierra se aburren, o no tienen
nada que decir, siempre recurren al Turismo para tratar de
engatusar al personal con ideas al respecto, sabiendo de
antemano que están condenadas al fracaso.
Juan Vivas, nada más acceder a la alcaldía, tras un
voto de censura, se refirió a la importancia del sector
turístico. Y no dudó en resaltar que el Turismo sería uno de
los ejes principales de su política. En aquel entonces,
cualquier perorata de JV era oída con devoción por los
ciudadanos. Y hasta quedaban convencidos de que lo dicho por
nuestro alcalde iba a misa.
Nuestro alcalde, además, comprendió bien pronto que al
frente de la consejería de Turismo tenía que estar una
persona dotada de tantos conocimientos de la actividad como
para que el éxito fuera espectacular. Y no dudó en
congratularse por contar con esa persona: Aida Piedra.
Así que nos la presentó como taumaturga en el asunto. Y aun
nos aseguró que los viajeros irían arribando a la ciudad por
miles. Durante mucho tiempo.
Y, claro, Aida Piedra, que incluso había participado en el
voto de censura con suma importancia, llegó a la consejería
de Turismo obrando con entera libertad, sin consideraciones
a los demás. Así, haciendo de su capa un sayo, la consejera
se dedicó a viajar por Europa: Londres, Berlín, Parías,
Bruselas… Capitales que fue recorriendo y gastando dinero a
tutiplén. Aduciendo que, como hacedora de cosas
maravillosas, la marca Ceuta la vendía ella como nadie y que
bien pronto se verían los resultados.
Aida Piedra, en vista de que ejercía fascinación entre los
componentes de aquel gobierno salido de una traición al GIL,
y sobre todo aprovechándose del mucho tilín que le hacía a
nuestro alcalde, se levantó un día y nos dijo que las
excelencias de Ceuta también merecían ser conocidas en
Miami. Y hasta allí se fue la consejera. No hace falta decir
que la musa de Antonio Sampietro se dio una vidorra.
Un festín de todo. Que podría haberse aceptado si los
resultados obtenidos hubieran sido los prometidos por ella y
anunciados por nuestro alcalde. Tras el petardo turístico
pegado por la consejera y su valedor, nuestro alcalde
recurrió a José Antonio Rodríguez; quien como
viceconsejero de Turismo hubo de oír, otra vez, por parte de
Vivas, la importancia que la llegada de turistas tenía para
el crecimiento sostenido y cosas por el estilo.
Rodríguez, hombre sencillo y poco dado a meterse en empresas
de mucho calado, hizo lo que debía: visitar los pueblos
blancos gaditanos y malagueños para ponerse de acuerdo con
los concejales de Bienestar Social. A fin de que las calles
de Ceuta se vieran invadidas como en los tiempos de los
bazares. Defensa de Rodríguez hube de hacer yo para paliar
en parte el cachondeo que había generado la llegada a la
ciudad de viajeros con sombreritos de paja. Por decisión de
nuestro alcalde. Que se volvió a lucir en el apartado de
Turismo.
Ahora, cuando parecía que los políticos se habían olvidado
de los turistas, le dio a Caballas por el asunto. Aróstegui
ha demostrado que la poca imaginación que pudiera tener le
ha abandonado. Espero que el desodorante le siga siendo
fiel.
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