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OPINIÓN - MARTES, 22 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mirando hacia atrás
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Repasando mis apuntes, a la buena de Dios, aparecen unas declaraciones de Juan Luis Aróstegui que me dan la razón de lo que pensé en su momento. Pues lo dicho por el dirigente principal de Caballas tenía su enjundia. Ya que sus palabras fueron pronunciadas cuando la Diosa Fortuna hizo posible que el FC Barcelona tuviera que disputar una eliminatoria de la Copa del Rey con la Asociación Deportiva Ceuta.

La noticia fue recibida con enorme alegría entre los ceutíes y desde ese momento, mes de septiembre de 2010, no se habló de otra cosa que no fuera de un acontecimiento deportivo extraordinario y, desde luego, del mucho bien que le haría a la Ciudad que se hablara de ella y de que se la conociera mejor no sólo en la Península sino también en muchos sitios del mundo.

Pues no en vano el equipo azulgrana estaba en aquellos momentos maravillando con su fútbol y sus victorias a todo el orbe futbolístico. Amén de figurar en su plantilla varios jugadores de la selección española. Recuerdo cómo durante un mes no se habló en esta ciudad nada más que del partido. Y, naturalmente, hasta se hacían cábalas soñadoras en relación con el resultado.

Fueron días en los que la directiva del primer equipo local no daba abasto a todas las peticiones de entrada que se les requería. Ya que nadie quería perderse lo que no dejaba de ser una fiesta deportiva que habían ansiado acoger muchas otras poblaciones y que el azar, al que había podido acceder la ADC por haber disputado partidos coperos de suma importancia y con enorme practicidad, quiso que fuera premiado el primer equipo local.

En aquellas fechas, en las que no se hablaba más que de fútbol en esta tierra, yo, de vez en cuando, procuraba alertar a quien debía con comentarios que, aun sabiendo que no eran los más idóneos ante la euforia que se estaba viviendo, sí eran merecedores de ser conocidos por ese alguien y, sobre todo, que los tuviera en cuenta. Pero, visto lo visto, no creo que prestara oído a mis palabras. Entre otras razones porque no estaba obligado a ello.

Nuestro alcalde, ante la visita del Barcelona, con lo que el espectáculo significaba, es decir, que nos visitaba el mejor equipo del mundo, dejó a un lado su ser madridista y se dispuso a vivir el hecho plenamente. Y estaba en su perfecto derecho de hacerlo. Recibía continuas llamadas de los medios, analizaba la situación futbolística, se metía en berenjenales tácticos y técnicos y, cómo no, aprovechaba tan grande oportunidad para airear las bondades de Ceuta con ese verbo florido que tanto agrada a los locutores de un deporte que, salvo excepciones, no se bajan del tópico y de los gritos.

Nuestro alcalde vivió un final de verano y un principio de otoño del 2011 para el recuerdo. Para inscribirlo entre los mejores de su vida. Máxime cuando las urnas ya estaban casi dispuestas para las elecciones municipales y el adversario era la coalición Caballas. Pues bien, cuando a mí me dijeron si quería formar parte de la expedición que viajaba a Barcelona, dije que nones. Porque yo ya sabía lo que sabía y, por tanto, barruntaba el resultado de esos conocimientos. Tras haber oído a Aróstegui decir que “el presidente se pasea por todos los estadios y estudios televisivos exhibiendo sus dotes de comentarista, entrenador y hooligan impenitente, en busca de votos”. Lo dicho, cuando ya habían hablado de un posible pacto, bajo cuerda, tenía mensaje: condenar al primer equipo local para despertar los demonios de alguien.
 

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