La semana pasada, hablando con un
amigo farmacéutico y químico de carrera, me dijo que no se
explica cómo puedo yo escribir todos los días y sobre
cuestiones de la localidad, salvo raras excepciones. Y, dado
que mi amigo sabe dejarse caer con una seriedad de tronío,
no dudó en hacer uso de tan proverbial expresión: “Manolo,
tú vas a terminar escribiendo más que “El Tostado”.
“El Tostado” era el alias de Alonso Fernández de Madrigal,
que fue obispo de Ávila y a quien también se le conocía por
el sobrenombre de “el Abulense”. Y que ha pasado a la
historia por escribir más pliegos que nadie en el mundo.
El problema, le respondí yo a mi amigo, no es escribir, sino
que hay que estar en permanente alerta para elegir el tema
adecuado, afrontarlo sin vacilación y con la urgencia que la
columna requiere. De no ser así, se corre el riesgo de que,
al llegar al último renglón, ya no tenga actualidad el
primero.
La columna, además de urgencia e improvisación, necesita
mala leche. De lo contrario, los lectores dejan de
frecuentarla con el único fin que lo hace: para saciar la
necesidad que tienen de disentir con quien escribe, que para
eso lo lee a diario, para decirle cuatro cosas bien dichas a
quien pone el careto en el recuadro de arriba.
Mi amigo, tras reírse de mi parecer, aprovechó el momento
para darme su opinión como lector que es de este espacio y
que a buen seguro habrá mucho días en los que difiera total
y absolutamente de mi parecer. Pero lo hace con ese buen
estilo que lo caracteriza:
A mí, Manolo, que te leo siempre, me agradas sobremanera
cuando opinas de fútbol y, desde luego, disfruto cuando
resuelves las situaciones mediante locuciones adverbiales
andaluzas. Incluso me anticipa que tiene un presente para
mí: otro libro parecido al ya famoso Dialecto Andaluz.
A los lectores que les gusta que yo opine de fútbol, siempre
les contesto lo mismo: a mí me agradaría tener una columna,
al margen de ésta, dedicada solamente al deporte rey. Aunque
no tuviera publicación diaria. Porque cuando me excedo
emitiendo juicios futbolísticos en ‘El Oasis’ los hay que,
en cuanto me ven, no dudan en darme muestras de desagrado.
Las muestras de desagrado para quien escribe son más o menos
de esta guisa: “Hoy, en cuanto he visto que tocaba fútbol,
he desistido de leerte. A mí lo que me gusta de veras es que
le cantes las cuarenta a nuestro alcalde. Y que pongas en su
sitio a Yolanda Bel y… así hasta ir mencionando
nombres de políticos y de ciertos trincones cuyos nombres
son harto conocidos.
Los lectores también aprovechan el momento que está viviendo
este periódico para comunicarme que se lee más que nunca y
que gracias a nosotros van conociendo hechos que jamás
hubieran salido a la luz. Nuestro trabajo nos cuesta.
A propósito: trabajo, lo que se dice trabajo me ha costado a
mí escribir todos los días, excepto uno, durante la recién
terminada Semana Santa. Y no sólo porque apenas he tenido
asunto destacado para sacarle punta, sino porque además he
estado renco de la pierna izquierda por mor de una rodilla
inflamada hasta extremos que ni les cuento.
Pues bien, con la rodilla inflamada y sometido a tratamiento
severo de pinchazos y pastillas por doquier, y con las
secuelas consiguientes, he estado al pie del cañón. Dando la
cara todos los días y los festivos. Que no han sido pocos.
Así que habré de darle la razón a mi amigo: el que me
comparó con “El Tostado”.
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