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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Decálogo para un portero
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La final de la Copa del Rey volvió a demostrar que los fallos de Iker Casillas carecen de importancia porque, según dicen los periodistas afines al muchacho de Móstoles, éste los tiene pactados con su Ángel de la Guarda. De modo y manera que todo quede en un simple susto para los madridistas.

El gol que le marcó Bartra a Casillas, con la cabeza y desde casi la Fuente de Canaletas, se lo achacan sus aduladores a que el Ángel Custodio del porterito se hizo el longuis en la jugada con el fin de darle emoción al partido. Ni mu dijeron sobre que el guardameta estaba descolocado, con el paso cambiado y sin recursos físicos para llegar al balón.

El disparo de Neymar, que se estrelló contra el poste, y fue a las manos del Santo que andaba a gatas y desnortado, fue calificado por los componentes de la banda aleccionada por Valdano y Relaño como signo evidente de que su buen bajío es de procedencia divina. Por ser un muchacho excelente.

Por ser un muchacho excelente, y siempre lo será, el arquero del Madrid pudo salir airoso de un trance pero no del ridículo que hizo manejando el balón con los pies ante el acoso del azulgrana Pedro. Y Juan Carlos Rivero, esa maravilla (!) de narrador de la 1 de televisión española, con el miedo metido en el cuerpo, dijo más o menos que su ídolo no se distinguía precisamente por saber jugar con los pies. ¡Ese no es su fuerte!, exclamó. Y se quedó tan pancho.

A renglón seguido, Iker y su Ángel de la Guarda decidieron que tenían que salir de la portería, acción que es inhabitual en ellos, y ambos provocaron un lío morrocotudo en el área. Menos mal que los jugadores del Barcelona se hallaban distraídos por mor de las arcadas de Messi y perdieron de vista la trayectoria del balón.

El Ángel de la Guarda, ante tan grande fallo, lo que hizo fue enmudecer a comentaristas y glosadores de radios y televisiones. Con el fin de que tanto los telespectadores como los radioyentes no se percataran de que la pareja había cantado por bulerías mejor que José Mercé. Tan buen artista cual asimismo contador empedernido de las hazañas del cancerbero merengue.

El Ángel Custodio de Casillas tendría que hacer un último esfuerzo para conseguir que éste logre cuanto antes enviar certeramente los balones de saque a sus compañeros. Ya que el promedio de entrega a los futbolistas rivales es tan alto como para poder asegurar que el Madrid es conjunto diezmado continuamente, debido a una mala acción técnica que les hace a los jugadores de campo tener que redoblar sus esfuerzos para recuperar las pelotas perdidas. Con todos los males que el hecho acarrea.

Más que un ángel, protegiendo a Casillas, yo no tengo la menor duda de que lo que hay detrás de él es todo un coro. Un coro de periodistas revoloteando alrededor de un muchacho que ha logrado, vaya usted a saber cómo, mantener la parte alícuota femenina de esos cantores en estado de excitación permanente.

La cosa ha llegado a tal extremo de adoración, que incluso el Rey, cuando Casillas estaba con la Copa subido en el alféizar del palco de Mestalla, alargó su mano para aferrarse al tobillo de San Iker. Un acto tan instintivo como digno de análisis.

Lo malo de estas historias fabulosas es que quienes no creemos en los mitos sabemos sobradamente que si el Madrid pudiera hacerse con los servicios de Courtois, verbigracia, mandaba a San Iker a los chirlos mirlos. Es decir, allá donde el viento da la vuelta.
 

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