La final de la Copa del Rey volvió
a demostrar que los fallos de Iker Casillas carecen
de importancia porque, según dicen los periodistas afines al
muchacho de Móstoles, éste los tiene pactados con su Ángel
de la Guarda. De modo y manera que todo quede en un simple
susto para los madridistas.
El gol que le marcó Bartra a Casillas, con la cabeza
y desde casi la Fuente de Canaletas, se lo achacan sus
aduladores a que el Ángel Custodio del porterito se hizo el
longuis en la jugada con el fin de darle emoción al partido.
Ni mu dijeron sobre que el guardameta estaba descolocado,
con el paso cambiado y sin recursos físicos para llegar al
balón.
El disparo de Neymar, que se estrelló contra el
poste, y fue a las manos del Santo que andaba a gatas y
desnortado, fue calificado por los componentes de la banda
aleccionada por Valdano y Relaño como signo
evidente de que su buen bajío es de procedencia divina. Por
ser un muchacho excelente.
Por ser un muchacho excelente, y siempre lo será, el arquero
del Madrid pudo salir airoso de un trance pero no del
ridículo que hizo manejando el balón con los pies ante el
acoso del azulgrana Pedro. Y Juan Carlos Rivero,
esa maravilla (!) de narrador de la 1 de televisión
española, con el miedo metido en el cuerpo, dijo más o menos
que su ídolo no se distinguía precisamente por saber jugar
con los pies. ¡Ese no es su fuerte!, exclamó. Y se quedó tan
pancho.
A renglón seguido, Iker y su Ángel de la Guarda decidieron
que tenían que salir de la portería, acción que es
inhabitual en ellos, y ambos provocaron un lío morrocotudo
en el área. Menos mal que los jugadores del Barcelona se
hallaban distraídos por mor de las arcadas de Messi y
perdieron de vista la trayectoria del balón.
El Ángel de la Guarda, ante tan grande fallo, lo que hizo
fue enmudecer a comentaristas y glosadores de radios y
televisiones. Con el fin de que tanto los telespectadores
como los radioyentes no se percataran de que la pareja había
cantado por bulerías mejor que José Mercé. Tan buen
artista cual asimismo contador empedernido de las hazañas
del cancerbero merengue.
El Ángel Custodio de Casillas tendría que hacer un último
esfuerzo para conseguir que éste logre cuanto antes enviar
certeramente los balones de saque a sus compañeros. Ya que
el promedio de entrega a los futbolistas rivales es tan alto
como para poder asegurar que el Madrid es conjunto diezmado
continuamente, debido a una mala acción técnica que les hace
a los jugadores de campo tener que redoblar sus esfuerzos
para recuperar las pelotas perdidas. Con todos los males que
el hecho acarrea.
Más que un ángel, protegiendo a Casillas, yo no tengo la
menor duda de que lo que hay detrás de él es todo un coro.
Un coro de periodistas revoloteando alrededor de un muchacho
que ha logrado, vaya usted a saber cómo, mantener la parte
alícuota femenina de esos cantores en estado de excitación
permanente.
La cosa ha llegado a tal extremo de adoración, que incluso
el Rey, cuando Casillas estaba con la Copa subido en el
alféizar del palco de Mestalla, alargó su mano para
aferrarse al tobillo de San Iker. Un acto tan instintivo
como digno de análisis.
Lo malo de estas historias fabulosas es que quienes no
creemos en los mitos sabemos sobradamente que si el Madrid
pudiera hacerse con los servicios de Courtois,
verbigracia, mandaba a San Iker a los chirlos mirlos. Es
decir, allá donde el viento da la vuelta.
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