La última vez que me tropecé por
la calle con Pedro Gordillo, días antes de que se
celebrara el juicio en la Sala Sexta de la Audiencia
Provincial de Cádiz en Ceuta, por haber sido acusado de los
delitos de abuso y acoso sexual, en su momento, por Sineb
Ahmed, estuvimos charlando unos minutos. Los justos para
que PG me pusiera al tanto de que había visitado a Juan
Vivas en su despacho, no sin antes retorcerle el cuello
a su orgullo, con el fin de pedirle un favor que consideraba
vital para uno de los suyos.
Tras unos segundos silenciosos, impuestos por mi
interlocutor y que yo respeté, debido a que conozco
sobradamente su emocionalismo, éste no dudó en decirme que
había sido humillado por el alcalde. Algo que él,
conociéndolo tan bien, se esperaba. Pero que a veces las
circunstancias obligan a tomar decisiones aun a sabiendas de
que se puede salir mortificado del trance.
Entonces, dado que faltaba nada y menos para que se
celebrara la vista oral del ‘caso Sineb’, no quise escribir
acerca de lo que me había contado Gordillo. Y de no haber
dicho él nada del asunto, días atrás, a mí no se me habría
ocurrido escribir de ello. Aunque puedo asegurar que me
reservo lo más importante de cuanto Gordillo me explicó
sobre la conversación mantenida con nuestro alcalde.
Eso sí, lo que hice fue airear que no consideraba yo a PG
capaz de sacar a relucir los trapos sucios del Gobierno
presidido por Vivas y que él, como vicepresidente que fue de
ese gobierno, amén de presidente del partido, se los debe
saber de memoria. Y hasta creo que aduje algo parecido a lo
de su condición de ex sacerdote como freno para no largar en
la medida que otra persona en su lugar no hubiese dudado
hacerlo.
Por todo lo dicho, debo confesar que me sorprendió muchísimo
oírle relatar a Gordillo en una radio que estaba arrepentido
de no haberse llevado de su despacho un documento
comprometedor para alguien… Achacándoselo a que fueron tan
malos los momentos que le tocó vivir cuando se vio sometido
al acoso de Vivas y, por supuesto, de Francisco Márquez,
en el despacho del primero, que no se le ocurrió otra cosa
que salir corriendo del lugar para reunirse con su mujer.
Gordillo, a quien ya se le notaba en su hablar por la radio
el estado de sosiego que le había proporcionado la sentencia
absolutoria de la causa abierta contra él para darle
matarile político, también dejó caer, como quien no quiere
la cosa, que no sabe dónde podrá estar el documento
comprometedor de marras, para ese alguien, cuyo nombre se
abstiene de citar, pero que todos tenemos en la punta de la
lengua. Tan en la punta de la lengua que a mí me hace
salivar como si tuviera ambrosía delante de mí.
Pero no caerá esa breva… Vamos, que tengo para mí que PG no
dirá ni mu en relación con ese documento que bien podría
acabar con la trayectoria política de ese señor X a quien
apunta como causante de todas las desdichas que principiaron
a sucederle y que terminaron por sumirlo en la ruina. De la
que Gordillo va saliendo despaciosamente y con enormes
dificultades. Pero jamás podrá olvidar que, durante el
quebranto que ha padecido y que está padeciendo, su mujer se
quedó en el camino.
Por consiguiente, bien harían en no dormirse en los laureles
quienes participaron en la tropelía cometida contra Pedro
Gordillo. Pues tampoco sería descartable que éste se
levantara un día con el pie cambiado… Y se armara la
marimorena.
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