Cuando desde la izquierda algunos
defendemos los derechos de los inmigrantes, no son pocos los
lumbreras que saltan con el socorrido “Mételos en tu casa”,
acudiendo invariablemente al “Dale tu dinero a los pobres”
en caso de que nos atrevamos a hablar de redistribución de
la renta u osemos atacar la política de recortes. No
entienden estos intelectuales que el objetivo del marxismo o
de la izquierda en general no consiste en dar limosna, sino
en el cambio de las bases estructurales a través de la lucha
política. Los que nos identificamos con el pensamiento de
izquierdas no tenemos, como sí que tienen tantos sacerdotes
que se mueven en la abundancia, voto de pobreza, ni estamos
obligados a ejercer la caridad, como sí lo están todos esos
católicos que utilizan los argumentos de parvulario citados
anteriormente y que estos días cargarán con el peso de la
Virgen o el Cristo sobre sus nucas. Si leéis este artículo,
os lo aclaro: Sois vosotros, no nosotros, los que de acuerdo
a vuestra supuesta fe deberíais meter a inmigrantes en
vuestra casa, los que deberíais dar vuestro sueldo a
beneficencia, los que deberíais ofenderos al ver mantones,
coronas y figuras valoradas en pastizales mientras hay gente
durmiendo en la acera y los que deberíais, junto a nosotros
-la izquierda- , poner el grito en el cielo cada vez que
alguien es desahuciado, despedido o marginado.
Que nadie me malinterprete, no pretendo meter a todo el
mundo en el mismo saco. Por supuesto que hay cristianos de
base que viven su fe acorde al verdadero predicamento de
Jesús de Nazaret y que se toman en serio los auténticos
preceptos de esa religión que, antes de verse desprovista de
todo átomo revolucionario al ser adoptada por el Imperio
Romano, constituía un refugio para los pobres y los
oprimidos. No comparto su creencia, pero les respeto
profundamente. Este escrito no es una ofensa hacia ellos,
sino todo lo contrario. Creo que ellos deben ser los
primeros disconformes ante lo que representa la Iglesia
actual, al igual que deben sentirse molestos ante lo que es,
hoy día, la Semana Santa, una semana que debiera ser de
penitencia y mesura convertida en una fiesta de opulencia
donde muchos costaleros, tras secarse las lágrimas de
cocodrilo, pasan sin problemas de la trabajadera a los
pelotazos o la raya. Estas líneas son un ataque a la
hipocresía y a la banalización de un sentimiento que no
albergo pero que, insisto, respeto. Es un ataque al que
desprecia a los desgraciados o manifiesta sentimientos
racistas durante todo el año y al llegar el mes de abril se
conmueve viendo cantar a unos legionarios. Por cierto, ¿qué
es eso de que nuestros militares custodien un paso? ¿Qué
pintan alcaldes y presidentes procesionando y luciendo
bigote al lado de curas que parecen interpretar Macbeth en
sus pregones? ¿Qué hacen algunas televisiones públicas
convertidas en el órgano propagandístico de las cofradías?
¿Por qué una misa religiosa para las víctimas del
terrorismo?
El art. 16.3 de esa Constitución que tanto pregonan algunos
dice que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, algo
que, obviamente, no se cumple en estos lares. No basta con
las concesiones a los colegios religiosos (en uno de los
cuales estudió hasta 4º de ESO el que esto escribe) ni con
darle dinero público a la Iglesia, sino que tenemos que
aguantar que tanto nuestros representantes como nuestras
FFAA continúen participando en los eventos y las fiestas de
una organización machista y homófoba. Que esto no sea un
escándalo es un escándalo. Definitivamente, Spain is
different.
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