El hombre tiene en la vida un
enemigo: el aburrimiento. Por consiguiente, en todas las
épocas ha buscado y hallado unas defensas contra él. El
trabajo ha sido una de ellas, pero por diversas razones
económicas y sociológicas no siempre pudieron encontrarlo.
Desde hace cuatro años, los parados han ido aumentando en la
misma medida que los centros de salud mental se iban
atiborrando de pacientes. En algunas comunidades más que en
otras y en ciertas provincias el problema ha alcanzado ya
cifras muy preocupantes.
Tan preocupantes como para que en algunos sitios haya subido
como la espuma la consumición de ansiolíticos. Lexatin,
Orfidal y Trankimasin se han colocado en los primeros
lugares de esa lista oficial en la cual aparecen los
medicamentos más vendidos en las farmacias.
Hasta el punto de que se nos dice, de muy buena tinta, que
si antes eran cuatro de cada cien los andaluces que tomaban
ansiolíticos, ahora son once de cada cien. De manera que no
hay que ser ninguna lumbrera para deducir que las
depresiones han ido aumentando sin cesar. Y, de seguir así,
se cumplirá el vaticinio de la Organización Mundial de la
Salud: “La depresión será una epidemia en 2030”.
El vaticinio de la OMS está fundamentado en el paro
galopante que se está ensañando con las personas. Con el
consiguiente empeoramiento de la economía, los desahucios y
el endeudamiento. Factores que van trastornando mentes y
poniéndolas al borde de ese abismo en el que un simple
traspié propicia la fatalidad.
La depresión está causando estragos. Menos mal que ante los
despidos aparecen las familias en apoyo de quienes, habiendo
disfrutado de un buen pasar, se ven de la noche a la mañana
sumidos en situaciones económicas lamentables. Por no
llamarlas ruinosas.
Pero no todos los que se quedan sin trabajo tienen la suerte
de contar con ese núcleo familiar dispuesto a compartir lo
poco o mucho que tengan. Cierto es que en los pueblos se ha
vuelto a poner de moda eso de que donde comen dos comen
cuatro. Así se evitan acciones que podrían acarrear sucesos
indecibles. Mas nunca es tarde si la falta de tajo sigue en
sus trece.
Aun así, todavía existen estudiosos del tarro que tratan de
quitarle importancia a las depresiones y anuncian que no se
deprime quien quiere, sino quien puede. A ver cómo se le
dice a un padre de familia, con cuarenta y pocos años y que
está excluido del mercado laboral, que sus miedos son
absurdos y que lo mejor que puede hacer es afrontar con
entereza lo que el destino le ha deparado.
Un hombre sin trabajo va de un lado a otro por la casa como
un perro abandonado. Semejante situación los vuelve
agresivos, incluso violentos. Y en bastantes ocasiones
encaminan sus pasos por la calle de en medio. Que no es casi
nunca la mejor elección.
El hombre ha nacido para trabajar. Pues currelando llena la
andorga y puede holgar. Que ya lo dijo bien claro el
Arcipreste de Hita. Todo lo que no sea comer y gozar de
mujer en el tálamo nupcial empequeñece al varón. En suma:
Los disloca. Los vuelve peligrosos. Los abisma al
descalabro. Y una vez situado en esa parrilla de salida, han
de mantenerse mediante la ayuda de ansiolíticos. El negocio
de la vida es así.
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