Me siento a charlar con un amigo,
a quien he visitado hoy en su casa -cuando digo hoy, me
estoy refiriendo al martes pasado-, porque me había enterado
de que estaba bajo la opresión de ciertos achaques.
En un momento determinado, como estamos en la sala de estar,
mi amigo me dice que hay sesión plenaria en el Ayuntamiento
y que si me apetece verla un rato. Así que no tuvo más que
usar el mando del televisor y se hizo la luz: allí estaba
dando su clásica perorata la consejera de presidencia.
Yolanda Bel estaba haciendo uso de uno de sus turnos
de respuestas a los portavoces de la oposición. En este
caso, se dirigía a Juan Luis Aróstegui: dirigente
principal de la coalición Caballas, amigo íntimo de nuestro
alcalde y todo lo que cuelga y que tantas veces he creído
conveniente referir.
Mi amigo, que había apagado el televisor antes de llegar yo,
por respeto, me dijo que momentos antes la consejera de
presidencia había disputado con José Antonio Carracao
y no se había cortado lo más mínimo en acusarlo de falta de
moralidad. Y que éste, pese a que es moderado en sus
contestaciones, la puso en su sitio: le vino a decir, más o
menos, que no puede dar lecciones de buena conducta alguien
que está imputada y sigue sin dimitir de sus cargos.
-¿Qué te parece? –preguntó mi amigo.
A mí me parece que YB tiene la manía de acusar de falta de
moralidad a todas las personas por las que ella siente
aversión. Y el portavoz socialista representa para ella una
especie de demonio en todos los aspectos. Es tan espiritual,
la muchacha, que a medida que va cumpliendo años se le va
viendo más la vena de mojigata y fingida y la de cursi e
hipócrita.
Mi amigo, aunque esté pasándolas canutas por mor de los
alifafes, sigue, por ser inteligente, pensando bien y por
tanto se deja caer de la siguiente manera:
-Manolo, tú ya sabes que a mí me gustan tanto las
mujeres que yo no veo fea a ninguna. Pero haberlas las hay.
Y no creo que se me vaya a tachar de machista por lo que voy
a decirte: “A mí me importa un bledo y parte del otro que
una mujer fea sea puritana. Porque creo que es su única
excusa para ser fea”. Pero en el caso que nos ocupa ahora,
es decir, en el caso de la consejera de presidencia, no casa
su ñoñez con su buen palmito y lo telenda que pasea la
calle. Así que tú dirás…
Poco puedo decirte yo, amigo, siendo como eres militante del
Partido Popular, que tú no conozcas al respecto de por qué
Yolanda Bel camina con celeridad por la ladera conducente
hacia esa sima donde suelen dar con sus huesos todas las
criaturas a las que se les suben los cargos a la cabeza.
Esta muchacha, tú compañera de partido y de la que tantas
veces me hiciste el mejor retrato, se ha estancado en esa
zona de la mediocridad conducida por ese ser superior a
quien ella no se cansa de rendirle admiración: Juan Vivas.
Y éste, experto en semejante quehacer, espera que en
cualquier momento de dudas, vacilaciones que están ya
marcadas en su rostro, YB acceda a pegarse el jardazo desde
la cresta de la ola. Altura en la que lleva residiendo
muchos años por obra y gracia del hombre que ella considera
su Pigmalión.
A la cresta de la ola, dice el maestro Gala, se asciende sin
equipaje, y se queda expuesto al inexplicable capricho de la
mar. O sea.
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