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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Yolanda Bel y sus lecciones de moralidad
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me siento a charlar con un amigo, a quien he visitado hoy en su casa -cuando digo hoy, me estoy refiriendo al martes pasado-, porque me había enterado de que estaba bajo la opresión de ciertos achaques.

En un momento determinado, como estamos en la sala de estar, mi amigo me dice que hay sesión plenaria en el Ayuntamiento y que si me apetece verla un rato. Así que no tuvo más que usar el mando del televisor y se hizo la luz: allí estaba dando su clásica perorata la consejera de presidencia.

Yolanda Bel estaba haciendo uso de uno de sus turnos de respuestas a los portavoces de la oposición. En este caso, se dirigía a Juan Luis Aróstegui: dirigente principal de la coalición Caballas, amigo íntimo de nuestro alcalde y todo lo que cuelga y que tantas veces he creído conveniente referir.

Mi amigo, que había apagado el televisor antes de llegar yo, por respeto, me dijo que momentos antes la consejera de presidencia había disputado con José Antonio Carracao y no se había cortado lo más mínimo en acusarlo de falta de moralidad. Y que éste, pese a que es moderado en sus contestaciones, la puso en su sitio: le vino a decir, más o menos, que no puede dar lecciones de buena conducta alguien que está imputada y sigue sin dimitir de sus cargos.

-¿Qué te parece? –preguntó mi amigo.

A mí me parece que YB tiene la manía de acusar de falta de moralidad a todas las personas por las que ella siente aversión. Y el portavoz socialista representa para ella una especie de demonio en todos los aspectos. Es tan espiritual, la muchacha, que a medida que va cumpliendo años se le va viendo más la vena de mojigata y fingida y la de cursi e hipócrita.

Mi amigo, aunque esté pasándolas canutas por mor de los alifafes, sigue, por ser inteligente, pensando bien y por tanto se deja caer de la siguiente manera:

-Manolo, tú ya sabes que a mí me gustan tanto las mujeres que yo no veo fea a ninguna. Pero haberlas las hay. Y no creo que se me vaya a tachar de machista por lo que voy a decirte: “A mí me importa un bledo y parte del otro que una mujer fea sea puritana. Porque creo que es su única excusa para ser fea”. Pero en el caso que nos ocupa ahora, es decir, en el caso de la consejera de presidencia, no casa su ñoñez con su buen palmito y lo telenda que pasea la calle. Así que tú dirás…

Poco puedo decirte yo, amigo, siendo como eres militante del Partido Popular, que tú no conozcas al respecto de por qué Yolanda Bel camina con celeridad por la ladera conducente hacia esa sima donde suelen dar con sus huesos todas las criaturas a las que se les suben los cargos a la cabeza.

Esta muchacha, tú compañera de partido y de la que tantas veces me hiciste el mejor retrato, se ha estancado en esa zona de la mediocridad conducida por ese ser superior a quien ella no se cansa de rendirle admiración: Juan Vivas. Y éste, experto en semejante quehacer, espera que en cualquier momento de dudas, vacilaciones que están ya marcadas en su rostro, YB acceda a pegarse el jardazo desde la cresta de la ola. Altura en la que lleva residiendo muchos años por obra y gracia del hombre que ella considera su Pigmalión.

A la cresta de la ola, dice el maestro Gala, se asciende sin equipaje, y se queda expuesto al inexplicable capricho de la mar. O sea.
 

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