La consejera de Presidencia se viene mostrando muy
deficiente en sus intervenciones en los Plenos como sucedió
ayer, en donde se mostró muy desatinada, especialmente, en
dos casos con el portavoz socialista: la moralina sobre su
inciherencia y sobre el foro cívico local.
En sus intervenciones para dar cuenta de los acuerdos del
Consejo de Gobierno, Yolanda Bel ya da muestras de una
cansina forma de actuar, sin el talante y la información
suficientes como para salir airosa. Su comportamiento es un
claro síntoma de hastío. Y en la sesión plenaria de ayer, no
parecía encontrarse muy a gusto, a tenor de la crispación
que mostraba en su cara. El abandono de la sala de Pleno de
su compañera Rabea Mohamed, la dejó también descuadrada y
tan sorprendida que parecía que también ella iba a echar a
correr.
Desde luego, poca gracia le hizo que José Antonio Carracao,
de tanto reprenderle su incoherencia en cuanto a
coincidencias con Aróstegui en materia de educación, le
dijera que era la menos indicada para afearle nada, cuando
se encuentra imputada. El caso Kibesan, echado así en cara,
sin anestasia y crudamente, es para dejarla sin palabras.
No se puede hablar con tanto desahogo cuando hay cuestiones
que callar. Y José Antonio Carracao, aunque acostumbra a
guardar las formas, no parece tener vocación de yunque para
estar dispuesto a que el martillo le golpee una y otra vez.
La carrera política de Yolanda Bel, pese a su juventud, da
síntomas de franca decadencia. El discurso de Bel, por
repetitivo y vacío, resulta ya aburrido y carente de la
suficiente fuerza como para convencer a nadie. Y alguien de
su confianza debería decírselo y evitar que termine
‘despeñada’.
La legislatura se le está haciendo una pesada carga. Y tanto
el Gobierno y el Partido Popular lo están sufriendo. ¿Hasta
cuando?
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