No puedo ser objetivo porque no
soy un objeto. Soy subjetivo porque soy un sujeto.
Miguel de Unamuno
La gente odia la política y a los políticos. Los clásicos
“yo paso de la política” y “me da asco la política” son
lugares comunes que todos hemos oído y oímos con frecuencia.
Podríamos pensar que la corrupción que azota nuestro país y
que nos sume a los ciudadanos en la vergüenza más absoluta
constituye el motivo principal de tanta inquina, pero yo
creo que no es así. Sin duda, el repugnante comportamiento
de la casta política ha ayudado, pero la raíz del asunto
viene de lejos, conforma el pensamiento predominante, un
sentido común asentado en décadas de trabajo ideológico.
Los políticos corruptos son corruptos porque hay empresas
que compran sus servicios mediante sobres. La crisis se debe
al comportamiento del gran empresariado y la banca, pero
nadie juzga a aquel que decide trabajar para el BBVA o abrir
un negocio. Ser empresario está bien visto. Hacer política,
sea desde las instituciones, sea desde un sindicato, sea
desde cualquier altavoz al que se tenga acceso, conlleva ser
insultado, atacado y acusado de moverte por el mero interés
personal. Son muchos los que no conciben que alguien sea
capaz de hacer algo sin pensar en el lucro. El capitalismo,
sistema basado en extraer el máximo beneficio y en la
mercantilización de todas las facetas de la vida, ha
envenenado los cerebros, ha creado siervos que, aun haciendo
política inconsciente cada día, desprecian a quien movido
por unos ideales pretende aportar algo a la vida social. No
es un problema exclusivo de nuestro país, pero nuestro caso
tiene peculiaridades que podemos descubrir buceando un poco
en nuestra historia.
La II República Española, al igual que el trabajo de la
Unidad Popular de Allende en Chile, logró que gran parte de
los explotados y olvidados se interesase por eso que
llamamos política, es decir, por los asuntos públicos que
determinan las condiciones de nuestras vidas. Las clases
oprimidas fueron conscientes de que su opresión era un
problema político consecuencia de decisiones políticas y de
que sólo a través de la lucha política iban a poder lograr
avances, iban a poder ser considerados ciudadanos con
derechos. Tanto en España como en Chile (como en tantos
otros países) la cosa duró poco. Los privilegiados no podían
consentir tanta “politización” del vulgo. Golpe de Estado y
dictadura fascista. Tras años de represión, adoctrinamiento
y masacre de la oposición y las estructuras obreras más
concienciadas, el trabajo ideológico estaba hecho y podía
volverse a un régimen de libertades. Un régimen de
libertades en cuyo ADN ya había sido incrustado el mantra
franquista “Haga usted como yo y no se meta en política”.
Los valores del franquismo nacionalcatólico, el llamado
franquismo sociológico, mezclado con el neoliberalismo
individualista del binomio Thatcher-Reagan, conforma el
imaginario de nuestro país. Se admira a los ricos y a los
golfos y se desconfía de aquel que alza la voz para
denunciar las injusticias. Triunfan programa como “Entre
todos” mientras que los que buscan cambios políticos
profundos son criminalizados. Como dijo un sabio: “Cuando le
di limosna a un pobre me llamaron santo. Cuando pregunté por
qué había pobres me llamaron comunista (como insulto)”. Si
puedes ayudar a tus vecinos con tu dinero, ayúdales, pero
eso sí, no crees una asociación que luche por sus derechos,
no hagas política, que eso está muy feo y es de
sinvergüenzas. Poner parches está muy bien. Querer curar la
herida, no.
Esta mezquina y estúpida forma de penar acabará el día en el
que la gente entienda que todo es política, que si no haces
política te la hacen, que el “no te metas en política”
lanzado desde el poder viene seguido de un susurrado “que ya
me meto yo”, que política es el precio del pan y el derecho
a tener un médico si te pones enfermo, que todos estamos
haciendo política desde que nos levantamos hasta que nos
acostamos. La mezquindad y la estupidez acabarán el día en
el que echemos a esa casta al servicio de los poderosos y
seamos nosotros, la gente normal, quienes tomemos las
decisiones políticas que rijan nuestra existencia. Hasta
entonces, aquellos que creemos que dicho cambio es posible,
seremos atacados, difamados y criminalizados. Y será buena
señal. Los que no se mojan en nada jamás son insultados... y
son los peores. Conformistas, serviciales, obedientes,
autómatas, arribistas, cómplices, miserables. Esclavos de su
propia podredumbre mental y ética. Lo dijo Ramón y Cajal:
“¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o
jamás amaste la justicia?”. Pues eso.
|