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OPINIÓN - VIERNES, 4 DE ABRIL DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Vivas y Aróstegui: tándem perfecto
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La amistad entre Juan Vivas y Juan Luis Aróstegui data de cuando ambos vestían pantalones cortos. Los dos se entendían la mar de bien y hasta estaban convencidos de que habían nacido para hacer posible un mundo mejor. Un mundo en el cual los gobernantes estuvieran a la altura de personajes como El Che Guevara y Fidel Castro.

A medida que iban creciendo en edad, Juanito y Juan Luis iban también despotricando contra quienes aceptaban el franquismo sin inmutarse. No entendían cómo era posible que la gente por convencimiento, por miedo, por necesidad o porque con Franco vivían más que bien, no se rebelara contra la dictadura en la medida que ellos deseaban. Contradicción achacable a la edad y, por tanto, dispensable.

Juan Luis y Juanito ya habían decidido parecerse a sus ídolos: aquellos revolucionarios barbudos que no se cortaban lo más mínimo en desafiar a los Estados Unidos de América. Y no dudaron en lucir pelambrera al uso y ropaje similar al que vestían los combatientes refugiados en Sierra Maestra para combatir a Fulgencio Batista.

Vivas y Aróstegui comenzaron a inquietar a los suyos. Quienes ni entendían ni encajaban bien que los mozalbetes anduvieran paseando la ciudad con semejante facha y además dándoselas de admiradores de las rebeliones, de los guerrilleros, del comunismo y de algo que les parecía aún más grave: hablaban de Stalin con tanta suficiencia como fascinación.

Sus mayores se alarmaron. La verdad sea dicha. Y con razón, claro que sí. Puesto que ellos eran afectos al régimen por cualquiera de las causas reseñadas en el segundo párrafo. Y les había ido superior. No obstante, aunque les costó lo indecible entender que las ideas de Juanito y Juan Luis formaban parte de ese querer ser contrario a lo que habían sido y seguían siendo sus progenitores, acabaron por aceptar sus comportamientos, convencidos de que en cuanto se hicieran adultos las ideas como los disfraces revolucionarios pasarían a mejor vida.

En Juanito se operó el cambio muy pronto: en cuanto se vio trabajando en el Ayuntamiento y tuvo a bien aceptar que en esta vida, según le habían repetido muchas veces sus más allegados, lo importante es arrimarse a los ricos. Y, durante años, jamás se apartó de esa senda. Juan Luis, en cambio, en cuanto ganaron los socialistas las primeras elecciones, llegó corriendo a la sede sita en la calle de Daoiz. Pero allí se encontró con el siguiente lema: “Aquí somos socialistas antes que marxistas”. Y aceptó la evolución. Con tal de medrar. Pero al querer ser el más listo de la clase, como en él es costumbre, se quedó sin catar cargo alguno y optó por tratar de destrozar al PSOE mediante una división interna de la que salió un engendro de partido: el PSPC.

De cualquier manera, la evolución política de Juanito y Juan Luis no hizo mella en su amistad. Ya que, durante años, ambos se las apañaron para poder seguir disfrutando de la mamandurria política, aprovechándose de circunstancias que no dudaré, cuando lo crea oportuno, ir reflejando aquí o en cualquier otro espacio.

Actualmente, Vivas y Aróstegui forman un frente común, tan aireado por mí y tan criticado por muchos. Menos mal que la semilla chismosa (!) ha germinado y vengo leyendo y oyendo, con cierto pasmo, a quienes se han atrevido ya a imitarme. Y me alegro de que sea así: porque de ellos serán mis defectos y mis errores.
 

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