Nada más ganar las primeras
elecciones municipales el Partido Popular, teniendo como
candidato a Juan Vivas, después de haber gobernado
éste un período de tiempo tras un voto de censura al GIL,
conocí de buenas a primeras, por parte de un político que se
sentía damnificado por el ascenso meteórico de su compañero
de partido, que nuestro alcalde le había prometido a Juan
Luis Aróstegui que lo iba a nombrar asesor muy principal
de él.
El político damnificado me visitaba cada dos por tres en la
que entonces se llamaba Cafetería Real, debido a que, casi
todos los días y durante varios meses, a mí me dio por
sentarme a una mesa del establecimiento para desayunarme y
leer varios periódicos. Ejercicio del que era interrumpido
por parte de los visitantes de turno. Como era el caso del
susodicho ya citado.
El susodicho compareciente, que hacía acto de presencia en
la cafetería ya mencionada, a cada momento, tampoco se privó
de ponerme al tanto de cómo Pedro Gordillo se oponía
a que Aróstegui chupara del bote del Gobierno popular.
Vamos, que PG no estaba dispuesto bajo ningún concepto a que
el sindicalista medrara aprovechándose de su íntima relación
con Vivas.
Pasaron los años, y en cuanto se presentó la menor
oportunidad, a PG le dieron matarile político y el camino
quedó expedito para que nuestro alcalde pudiera hacer y
deshacer a su antojo: no sólo haciendo la lista de
candidatos correspondiente a las elecciones de 2011, sino
pactando, luego, con la coalición Caballas; es decir, con su
amigo del alma: Aróstegui.
Pacto que yo denuncié muy pronto. Y, claro, como la idea
parecía descabellada, los heraldos de nuestro alcalde
comenzaron a largar que lo que yo decía eran necedades,
habladurías, chismes… Más o menos, como si yo hubiera
aprendido el oficio de contar cosas gracias al periódico que
Elisa Beni dirigió en Ceuta y creo que también en
Almería. En los que se tenía como fundamental hacer de la
maledicencia asunto destacado para vender ejemplares y
meterles a los políticos de la época el miedo en el cuerpo.
De aquellos entonces, mentiría si no dijera que si salí más
reforzado de algo fue de saber que jamás se debe escupir
hacia arriba… ¡Ay, la memoria!
A lo que iba, pacto que fue siempre negado. Y hasta se me
tachó de ser redundante, reiterativo, insistente…: ‘jartible’.
Porque los ceutíes, mayoritariamente, nunca querrán admitir
que su alcalde haya sido capaz de haber llegado a un acuerdo
entre bastidores con un tipo que, desgraciadamente para él,
le cae a la gente peor que la peineta a María Dolores de
Cospedal. Las cosas como son.
Quienes no pueden ver ni en pintura a quien manda en
Caballas son los que militan en el PP y llegan a las urnas
prestos a depositar su voto a favor de sus colores; asimismo
los que son de derecha de toda la vida y, desde luego, los
que acuden presurosos a darle el sí a Vivas porque siguen
convencidos de que es un ser superior. Hecho a imagen y
semejanza de Florentino Pérez –Butragueño,
dixit- Pero el ser superior –Vivas- ha dado tantas muestras
de estar conchabado con su amigo del alma -Aróstegui-, y han
sido tan evidentes las pruebas habidas de que gobierna al
alimón con Caballas, que la gente ya lo ha asumido como una
traición. Como un pacto tan innecesario como indeseable.
Como un convenio misterioso. Y, por si fuera poco, acabo de
leer unas declaraciones del presidente de la CECE,
Montero Ávalos, en las que denuncia esa coalición tan
preocupante y perniciosa para la ciudad.
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