Las disputas políticas sobre temas
de seguridad convienen no distorsionarlas para no perder la
perspectiva real de los acontecimientos y que nos lleven a
confusiones. El Delegado del Gobierno, Francisco Antonio
González no es ‘el enemigo’, lo son aquellos que se mueven
en el mundo de la delincuencia y del delito. Una cuestión es
obtener o tratar de hacerlo, rédito político a cualquier
coyuntura y otra, bien distinta, confundir chivos con cabras
o los buenos con los malos. Unas circunstancias que, a
veces, en el fragor de la batalla (política) conlleva dosis
de equívocos, intencionados o no. Y en asuntos de especial
sensibilidad como el reciente asesinato del joven Munir,
este hecho deleznable, no puede ser causa de división entre
quienes estamos por el Estado de derecho. Los
enfrentamientos entre quienes nos regimos por los derechos
constitucionales y el imperio de la ley, a quienes más
benefician son a aquéllos que viven de la delincuencia y el
delito.
La unión de los demócratas, de todos aquéllos que
compartimos vivir en paz y concordia, no es la norma de
conducta de quienes se prodigan con pistolas a golpe de
tiros, tratando de llevar su desvarío a cualquier sitio.
Estos individuos que se creen dominadores de una situación
que nos pertenece y a la que hemos de defender, hemos de ser
conscientes que los tenemos enfrente y son a ellos, a
quienes hemos de marginar socialmente y a quienes se les ha
de delatar ante la Justicia. No cabe que nos enzarcemos en
disputas estériles, mientras los pistoleros campan a sus
anchas.
En esta sociedad en la que vivimos, se requiere unión entre
todos los que apostamos por la convivencia. La misma unión
que reclamamos desde aquí para sumar el próximo día 10 el
máximo de voluntades en solidaridad con el malogrado Munir y
en defensa de nuestros derechos legítimos de seguridad. Y
contra los asesinos, contra nadie más.
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