Voy a empezar hablando de José
Ángel Crego, el líder de CEL (Círculo Empresarial Leonés),
quien ha declarado recientemente que “el trabajador debería
pagar 45 días por año a la empresa que lo despide”. Que este
impresentable continúe al frente de la patronal leonesa nos
revela el grado de desfachatez, sinvergonzonería y
envalentonamiento al que han llegado gran parte de los
representantes del poder. En una democracia verdadera,
aquellos que ostentan puestos de privilegio se cuidarían
mucho de ofender a los de abajo. Como he escrito alguna que
otra vez, que los de arriba tengan miedo no es más que salud
democrática. El miedo es un factor político y debe cambiar
de bando.
Lejos de constituir una excepción, las palabras del señor
Crego están en sintonía con la última estupidez de la infame
alcaldesa de Madrid, Ana Botella. A un “manifestódromo” es
adonde pretende trasladar la señora de Aznar al madrileño
que pretenda alzar la voz contra las políticas del Partido
Popular. Manifestarse está bien, pero sin molestar. El
centro y las principales plazas de la capital deben estar
libres de perroflautas, maleantes, rojos, feministas y demás
escoria. Ya en su día, tan aristocrática señora dijo que los
mendigos constituían una “dificultad añadida” para la
limpieza de Madrid. Parece ser que los manifestantes
también. O eso es lo que nos traslada este Gobierno al
lanzarnos sistemáticamente a sus cabezudos de escudo y
porra.
El pasado sábado hubo manifestaciones en Barcelona y Madrid.
Ambas acabaron con intervenciones policiales. Mejor dicho,
ambas acabaron con excesos policiales. En Barcelona, cuando
los antidisturbios decidieron cargar contra un grupo de
encapuchados, volvió a oírse el famoso grito de “¡Que soy
compañero, coño!”. En Madrid, en cambio, no fueron a por sus
compañeros infiltrados, sino que directamente decidieron
agredir a la prensa, como demuestran varios vídeos. Algo
habrían hecho.
Mucho se ha hablado estos días de la labor de los
antidisturbios. Los que se han puesto de parte de estos
funcionarios públicos argumentan que “hacen su trabajo”. Es
cierto. El antidisturbios “sólo” hace su trabajo cuando te
parte la cara. No piensa en tu situación, en si tienes
hijos, si estás en paro, desahuciado o pasas hambre. Él
recibe la orden de cargar y golpear con la porra a todo el
que se ponga por delante, incluidos mujeres y menores de
edad. No, el antidisturbios no tiene culpa de nada, tan sólo
es un perro de presa que tiene prohibido usar el cerebro y
que en ningún momento separa lo que está bien de lo que está
mal. Su trabajo, precisamente, consiste en no hacer juicios
de valor. Tú no estás contra el perro, pero el perro no
piensa en tu situación cuando va a morderte. No, tú no estás
en contra del perro, pero sí que tienes derecho a defenderte
del perro. Él no piensa en tus hijos. Si te ataca y piensas
en sus cachorros no eres un buen ciudadano, eres tonto, al
igual que si basas tu postura en las imágenes de los
manifestantes que acorralaron a 15 policías el 22M y olvidas
el contexto, la historia de los últimos años y la rabia que
se respira y que cada vez se hace más insoportable entre
gran parte de la ciudadanía. Luis Giménez, periodista del
diario “Público”, hacía la siguiente valoración a tenor de
este asunto:
“Es verdad que ha habido policías heridos. Es normal que la
gente, después de tres años, esté cansada de ser apaleada en
manifestaciones pacíficas, pero lo que no hay que olvidar es
que quien ha estado apunto de perder un ojo por un pelotazo
es un periodista, que quien ha perdido un testículo y
seguramente pierda el otro por un pelotazo es un joven de 20
años, que más de medio centenar de heridos son manifestantes
y que el 90% de esos heridos lo están por el uso de pelotas
de goma. […] Yo estaba allí y vi, en la parte final de la
manifestación, un uso de pelotas de goma que jamás había
visto. Eran disparadas paralelas al suelo, directamente a
los manifestantes. Veía a los jóvenes caer al suelo abatidos
por esas pelotas”.
Creo sinceramente que en este país, y en particular en esta
ciudad, existe una dislexia moral bastante preocupante.
Mueren 15 inmigrantes en nuestras costas y el problema no
son las víctimas, sino el trato que se le da a la Guardia
Civil. Salen 2 millones de personas a la calle, son
apaleados por las Fuerzas del Orden y las víctimas son los
agentes de la ley. Quienes así piensan deberían empezar a
darse cuenta de que ni ellos, ni los antiditurbios, le hacen
ningún favor a la justicia, a la ley o al pueblo. Se lo
hacen a José Ángel Crego. Se lo hacen a doña Ana Botella,
señora de Aznar. Ellos son los violentos y los antisistema.
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