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OPINIÓN - DOMINGO, 30 DE MARZO DE 2014

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 24.

Mientras se le rinden honores debidos a Adolfo Suárez y se recuerdan los muchos valores que tuvo y que puso a disposición de los españoles, no me resisto a contar una anécdota de Manuel Gutiérrez Mellado: militar muy unido al Rey y que trabajó en estrecha unión con el presidente del Gobierno. En 1975 Gutiérrez Mellado fue nombrado comandante general de Ceuta y delegado del Gobierno. Por cierto, que el día de su toma de posesión se expresó de tal guisa: “Se engañan los que creen que Ceuta no va a ser siempre española”. Pues bien, “El Guti”, sobrenombre por el que era conocido el general entre sus amigos, se dejó ver muy pronto por la tertulia que tenía su sede en el famoso Rincón del Hotel Parador La Muralla. Y un día, estando allí, vestido de paisano, unos marineros mercantes, de procedencia extranjera, ebrios hasta las cachas, decidieron discutir hasta llegar a las manos. Uno de ellos, corpulento y en posesión de una fuerza descomunal, tuvo la mala suerte de tropezar con el taburete en el cual estaba sentado el comandante general de Ceuta y delegado del Gobierno. Consecuencia: el general rodó por los suelos. En nada y menos, acudió la Policía Militar dispuesta a detener al marinero. Pero el general, es decir, “El Guti”, dijo lo siguiente: “Dejen tranquilo a este hombre… ¿Acaso sabe él quién soy yo ni lo que represento?”. Y siguió a lo suyo, tras alisarse el terno.

Martes. 25

El 12 de marzo de 2013 me despedí de Pedro Fernández Olmedo. Fue el día que dejó de ser director del Hotel Parador La Muralla, tras darle el relevo a Alberto San Sebastián. Sentí, cómo no, la marcha de Pedro, tras su jubilación, porque nuestra amistad se mantuvo siempre intacta desde su llegada a esta ciudad. PFO es persona afable, educada y presta siempre a hacer favores. Desde entonces, no he dejado de preguntar por él a cuantas personas conocidas suyas viajan a Cádiz y tienen la oportunidad de saludarlo. Hoy me tropezado con él y con Juanita, su mujer, en pleno centro de la ciudad, y he sentido la alegría que a uno le invade cuando se le presenta la oportunidad de hablar con ese amigo a quien ya no puede ver con la asiduidad de otrora. Pedro goza de muy buen aspecto; y a mí me pareció verle muy recuperado de los alifafes que, durante un tiempo, le tuvieron más que preocupado. Antes de despedirnos, Pedro me hizo saber que sigue leyendo este periódico todos los días y fiestas de guardar. Y además, por si fuera poco, me dijo que hasta hace proselitismo de ‘El Pueblo de Ceuta’ en Cádiz. Como remate del asunto: no eludió, pese a que la seriedad de Fernández Olmedo no es muy dada al halago, comunicarme que los lectores de ‘El oasis’ siguen aumentando.

Miércoles. 26

Noche negra para quienes somos madridistas. Nuestro equipo perdió en el Sánchez Pizjuán ante un Sevilla que dio muchas facilidades para que hubiera ocurrido lo contrario. Los despropósitos defensivos del Madrid le sirvieron a los locales para ganar sin apenas inquietar a Diego López. Por cierto, Alfredo Relaño ya le ha endilgado la culpa de la derrota al guardameta gallego por no haber evitado el segundo gol. El amor del director del ‘Diario AS’ por Casillas es como el de Romeo por Julieta: ciego. Quien sí puso a su equipo en estado de pesadumbre fue, una vez más, Xabi Alonso. Otra vez volvió a mostrarnos que su lentitud, unida a la rigidez de una cintura que está oxidada, le impide ser ese escudo de la defensa que tanto necesita su equipo. En lo tocante a Ronaldo Cristiano, qué razón llevaba José Mourinho cuando dijo de él que se niega a recibir los consejos adecuados para ser más grande jugador de lo que ya es. Se le nota a la legua que hace lo que quiere con Carlo Ancelotti. De modo que se pasa el partido yéndose de un sitio bueno a otro malo y de éste a otro malísimo. Y está dedicado más que a jugar a hacer él de entrenador en el césped. Lógico es, por tanto, que haya perdido el oremus. No se entera, la gran estrella portuguesa, que su equipo lo necesita por la banda izquierda para que siga siendo ese quebradero de cabeza que siempre fue para los rivales. Ancelotti, a quien consideraba hombre práctico como italiano que es, resulta que viene jugando con un medio campo de pitiminí y que le ha valido única y exclusivamente para ganarles a los equipos de andar por casa. Un medio campo que, además, carece de la ayuda de los delanteros. No es extraño, pues, que el Madrid vaya ya a la deriva (Ah, cuando un futbolista sale del terreno de juego para cambiarse las botas o para cualquier otro menester, inmediatamente se deben tomar las medidas oportunas para que no se eche de menos. La culpa, por tanto, no fue de Bale).

Jueves. 27

Cuando aún no se han apagado los ecos de la muerte de Adolfo Suárez, personaje principalísimo para hacer la operación de pasar de un régimen a otro, en compañía de Torcuato Fernández Miranda, he sentido la sensación de que se cometía una injusticia el que no se haya destacado a Fernando Suárez, que fue quien sacó adelante la Ley de la Reforma Política en virtud de la cual se hacía pacíficamente, y legalmente, la transición de un régimen a otro régimen. Aquel proyecto de ley triunfó por la excepcional defensa que hizo Fernando Suárez, a quien acompañaba en las tesis de aquellas ponencias Miguel Primo de Rivera, Belén Landáburu, Noel Zapico y otros, según aparecen en mis notas de la época. El protagonista de la ley era Adolfo Suárez, pero el protagonista de que saliera fue FS. Éste tenía una personalidad política y parlamentaria fascinante. Sin embargo, tras la restauración democrática, sorprendentemente, fue condenado al ostracismo. Se dijo, entonces, que podía ser por los celos mal reprimidos del otro Suárez –Adolfo-. Si fue así, no dejan de ser errores de humanos…

Viernes. 28

Seis de la tarde. Decido darme mi caminata de cada día. Debido a que por la mañana estaba lloviendo y opté por suspenderla. En los jardines de la Argentina me hallo con un conocido con quien suelo disfrutar pegando la hebra cada vez que nos topamos. Mi conocido es persona que todos los veranos vive parte de sus vacaciones en Andalucía. Y a veces me habla de los pueblos blancos de Cádiz y de lo bien que se lo pasa él recorriéndolos durante su estancia allí. De pronto, va y, refiriéndose a un amigo mío, me dice que se ha enterado por un familiar que está pasando el equinoccio. Cuando nos despedimos, amén del pesar que me ha producido la noticia sobre mi amigo, caigo en la cuenta de que hacía la tira de tiempo que yo no oía esa frase tan andaluza: Pasar el equinoccio viene a significar “pasar penas o calamidades”. Ejemplo: “El marido parado y teniendo tres niños, la pobre Rosarito está pasando el equinosio”. He aquí, además, un ejemplo claro de “seseo”.

Sábado. 29

Observo como Emilio Carreira acapara hoy la atención en los medios como portavoz. Prueba evidente de que su tan deseada recuperación es ya un hecho del cual se alegra quien escribe. La alegría, creo haberlo dicho ya, es porque uno siente siempre el bienestar de la satisfacción cuando se entera que cualquier persona ha conseguido darle un regate magistral a una situación de gran peligro. En el caso de EC, el contento es doble: debido a que le vengo tratando desde hace un montón de años. Lo cual no significa que nuestras relaciones hayan sido magníficas. En modo alguno. Me explico: mis relaciones con él han estado en todo momento precedidas por la educación y la frialdad. Ni una palabra más alta que otra pero tampoco hubo nunca el menor atisbo de tener que caernos bien por sistema. Forma de comportarnos que, al cabo de los años, nos ha puesto en condiciones, creo yo, de poder conversar sin envaramiento alguno. Y es que ni él se pone estirado ni orgulloso cuando habla conmigo ni a mí se me ocurre darle la matraca. Aunque motivos tengo para insistirle que es la persona más indicada para que los ajustes de cuenta puedan acabarse con dos o tres disparos al aire. En fin, que una vez comprobado que Emilio Carreira se atreve ya con todo, dejaré de ocuparme de su salud. Por mi parte, me place muchísimo darle el alta como cargo importante que está ya en plena actividad.
 

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