Tentado he estado de no escribir
más de esa reunión que ha tenido nuestro alcalde con su
homólogo de Melilla. Encuentro que ha durado dos días y que
ha suscitado el interés de los medios de comunicación de
ambas ciudades. Que es, en principio, lo que ambos alcaldes
buscaban: ser actores principales de un problema del que
forman parte, sin duda alguna, pero tan sumamente complejo
como para que sus voces sólo alcancen a que se les conceda
algo más de dinero con los que hacer frente a una situación
tan sumamente complicada: un rompecabeza en todo los
sentidos como es buscar soluciones a la avalancha de
inmigrantes que asaltan las fronteras.
He dicho que he estado a punto de no decir ni pío de las
conversaciones habidas en Melilla entre Vivas e
Imbroda, rodeados de concejales y colaboradores, con el
fin de atraer la máxima atención periodística sobre ellos.
Por entender que lo allí acordado lo podían haber logrado
desde la distancia que media entre ambas ciudades. Aunque,
tras enterarme del estado de ánimo de nuestro alcalde, tras
finalizar lo que han dado en llamar cumbre bilateral,
haciendo galas de ampulosidad y pedantería, no me he
resistido a redoblar el tambor al respecto de tan celebrada
cumbre (!).
Nuestro alcalde ha encontrado en el alcalde de Melilla al
compañero ideal para reunirse con él en cuanto se siente
agobiado y desea darse el piro de su despacho y de las
calles de una Ceuta que ya no puede pasear con las ínfulas
que las transitaba antes.
Reunirse con Juan José Imbroda ha supuesto para nuestro
alcalde el escapismo tan deseado por él desde hace ya
tiempo: huir de una realidad que le disgusta, especialmente
a través de la distracción y la fantasía. Todo antes que
tener que soportar a las mismas gentes, leer lo que tanto le
desagrada o darse cuenta de que su imagen está sufriendo un
deterioro con el cual no contaba. Y, lógicamente, más que
aburrirse, que se aburre, lleva ya tiempo detestando todo
cuanto acontece a su alrededor.
El compañero ideal de Juan Vivas, JJI, tiene una forma de
ser diametralmente opuesta a nuestro alcalde. No es muy dado
a los saludos ni tiene el menor interés por ser reconocido
como poeta ni cosas por el estilo. Incluso evidencia que es
poco amigo de los abrazos chillados ni de repartir halagos
como quien hace churros de memoria. En suma: que la
severidad de sus gestos no invita a que le doren la píldora.
Ante esa forma de proceder del alcalde de Melilla, el
nuestro, Juan Vivas, ve el cielo abierto. Así, en cuanto
puede se cita con la primera autoridad melillense donde sea.
Ora en Madrid, ora en Málaga, ora en la Conchinchina, o bien
en Melilla. Sabiendo de antemano que su labia y su manera de
ponerse tan bien puesto ante los demás van a causar muy
grata impresión.
Que es lo que ha vuelto ocurrir durante los días que se ha
pasado nuestro alcalde entre melillenses. Tan bien le ha
ido, discurseando allí, de todo lo habido y por haber, que
vive actualmente en plena euforia. Y es que nuestro alcalde
tiene la envidiable condición de dar crédito a cuanto le
agrada. Y en Melilla, las adulaciones y los aplausos que le
han dedicado a sus intervenciones, le han hecho creer que
estaba recibiendo honores de gobernante de tronío.
Resultado: volverá más ensoberbecido por los ditirambos
recibidos y emborrachado de distinciones. Es decir, más
atacado de una enfermedad de altura: la de ser un enfermo
del poder.
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