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OPINIÓN - VIERNES, 28 DE MARZO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Pedantería en la cumbre
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

¡Ay! ¡Don Juan Vivas y don Juan José Imbroda de mi alma! No se privan ustedes de nada; pero de nada. Así que uno tiene la convicción de que llevan ya muchos años viviendo a cuerpo de rey. Vamos, con todo regalo y la mayor comodidad que ni en sueños pudieron imaginarse.

Les cuento alcaldes: tengo la certeza de que ustedes son muy felices. Pero la felicidad que atesoran no se la achacaría yo a cuestiones materiales. Es más, me consta que ustedes no gastan apenas dinero para no hacer ostentaciones y sobre todo porque no necesitan tirar de cartera cuando hay tantos detallistas deseando que se les antoje algo para ellos acudir presurosos a satisfacerles con caprichos de tres al cuarto: naderías.

La felicidad de ustedes, queridos alcaldes, radica, por encima de cualquier otra cosa, en que han visto realizados, en los años maduros de la vida, los ideales soñados en la juventud: ser alcaldes de dos ciudades atiborradas de historia y situadas en puntos claves de la tierra.

Lo de ustedes, queridos alcaldes de Ceuta y Melilla o de Melilla y Ceuta, tanto monta, monta tanto, es para que sus admiradores, que son incontables, cada vez que salgan ustedes a la palestra para contarnos algo, lo celebren tirando cohetes: como hacían en Huelva cuando sus toreros cortaban trofeos. En aquellos tiempos de Litri y Chamaco, toreros de valor descomunal, una oreja cortada, valía por un cohete; dos apéndices, dos cohetes; cuando les concedían dos orejas y rabo, los fuegos artificiales duraban toda la noche.

No me digan, queridos alcaldes, que no verían con buenos ojos que cualquier arribista decidiera montarles a ustedes una mascletada por cada servicio que prestan a los ciudadanos. Y son tantos que, sin duda alguna, ambas ciudades terminarían siendo una fiesta perpetua de ruidoso colorido.

Sí, ya sé que lo que estoy diciendo nunca se hará realidad por cuestiones que me atrevo a enumerar: por ser ustedes, Vivas e Imbroda, o Imbroda y Vivas, que para el caso es lo mismo, personas que desean pasar inadvertidas; sin deseos de figurar; contrarias a realizar declaraciones altisonantes, y esquivas cuando se trata de recibir reconocimientos.

Por todo ello, mi sorpresa no tuvo límites nada más leer que ustedes, alcaldes, estaban preparando una cumbre bilateral en Melilla. Mi extrañeza llegó a su cima. Y no sé por qué motivo, y perdonen la expresión, me acordé de esos capullos que para decir las potencias extranjeras de Centroamérica, por ejemplo, van y dicen, las potencias foráneas de Mesoamérica. O de aquel gili que a unos acuerdos internacionales va y les llama acuerdos trasnacionales. O de un Fulano tan remilgado que a una pedrada la llama impacto de piedra, y a un tiro, impacto de bala. En fin, que si no corto a tiempo el estado de pasmado en que caí, cuando leí lo de cumbre bilateral, me hubiera pasado todo el día repasando el ‘diccionario del español eurogilipuertas’.

¡Ay! ¡Don Juan Vivas y don Juan José Imbroda de mi alma! Yo entiendo que ustedes puedan ser felices porque hayan visto realizados, en los años maduros de la vida, los ideales soñados en la juventud. Pero no hasta el punto de llegar a creerse que son ya jefes de Estado o de gobierno. Que son los que pueden acceder a una cumbre. Por consiguiente, hagan el favor de borrarse del club de la pedantería, rectificando y llamándole reunión al encuentro que tuvieron en Melilla. Y dejen la cumbre para alpinistas de talla…
 

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