Así es como debiera entender el
mundo de la política la lección que el pueblo le ha dado en
el fin de semana a todos los políticos de nuestros días, con
las atenciones y el cariño que han demostrado a Adolfo
Suárez, en sus instantes finales.
El pueblo español les ha dicho a los políticos que lo que
hay que hacer en el Congreso, en el Senado, en los
Ayuntamientos o en las Comunidades Autonómicas que no están
haciendo nada válido y no son válidas sus acciones porque
sean del signo que sean van “los unos a llevárselo”, “los
otros a medrar”, “los de más allá a promocionarse ahí porque
serían incapaces de hacer nada positivo”, y que muy pocos,
se podrían contar con los dedos de una mano, van a cumplir
con su cometido de trabajar para que este país, de arriba
abajo y de abajo hacia arriba, ocupe el lugar que le debe
pertenecer.
Y es que, a todos sin excepción, desde una perspectiva de
gran dificultad, Adolfo Suárez les dio una lección de cómo
se puede cambiar una estructura ya pasada, por otra más
moderna, con trabajo, con entrega y no “llevándoselo”, como
están haciendo la mayor parte de los que han hecho de la
política una profesión, mal entendida.
Cuando alguien, aparentemente con razón hasta el pasado
sábado, decía que los españoles estaban asqueados de la
política, se estaba equivocando en un matiz, no de la
política, sino de los que tratan de dirigir, en provecho
propio, la política.
El pueblo además de soberano es sabio y el hecho de que
durante casi 24 horas haya habido colas de hasta cinco
kilómetros, esperando dar el último adiós a Adolfo Suárez,
es el síntoma más evidente de que un pueblo no es engañado
con cuatro cuentos chinos, porque el pueblo ve lo que hay,
analiza las gestiones y al final actúa como tiene que
actuar, sin mirar hacia ninguna parte.
Tres ex presidentes se han dejado ver, los tres que aún
viven, y se habrán dado cuenta de que a ellos se les dejó
una buena herencia, se les dejó marcado un camino que no
siguieron con rectitud, en muchas ocasiones.
Suárez ha muerto sin que nadie le haya podido reprochar que
prometió y no cumplió con sus promesas, que se haya
aprovechado del cargo para enriquecerse, para enchufar a los
suyos, para medrar él y todas sus generaciones. Y lo que más
ha dolido y duele aún es que, en parte los políticos de la
oposición, en parte castas de influencia de siempre y en
parte, en mucha parte, sus propios compañeros de viaje no le
ayudaran, le impidieran llevar, hasta el final, su proyecto.
Lo que más ha aparecido en los reportajes del domingo y del
lunes fue la famosa chapuza de Tejero, ese descerebrado,
cuando pistola en mano encañonaba al, todavía, presidente, y
lo que ha hecho valorar más la propia personalidad de
Suárez, especialmente por las generaciones que no le
conocieron, es el hecho de que mientras todos los demás
“chuparon moqueta”, él, el presidente, aguantó el tirón y
permaneció en su escaño:” No podía permitir que una vez
muerto, por una pistola asesina, manejada por un demente, en
la autopsia se dijera que había muerto de un tiro por la
espalda”. Por eso, especialmente por eso, siguió de frente,
cara a cara y de ello el pueblo no se olvida y además eso se
lo agradece.
Ahora, cuando estamos en vísperas de otro tipo de
elecciones, la casta política debiera dar muestras de que ha
aprendido la lección, ya que no son cumplidores, que sean
medianamente inteligentes.
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