La denominada “cumbre” bilateral
entre las delegaciones de los Gobiernos de Ceuta y Melilla,
en la ciudad hermana, aparte de demostrar la sintonía
personal y política de sus máximos dirigentes y de los
problemas comunes que comparten, requiere no sólo de un
programa conjunto de proyectos comunes, sino también de un
calendario para llevarlo a efecto y, sobre todo, de
soluciones concretas. No puede acabar un encuentro de estas
características en reuniones y más reuniones, en simples
palabras retóricas o en una tormenta de ideas sin ninguna
traducción práctica en la realidad.
El problema migratorio, compartido, ni es de ahora ni va a
solucionarse por la simple exposición de Juan Vivas y Juan
José Imbroda, ya que como se ha dicho en muchas ocasiones,
es una cuestión de Estado en la que tiene mucho que decir el
Ejecutivo de Mariano Rajoy y bien poco los presidentes de
las Ciudades Autónomas, así como la Unión Europea. Tan es
así, que la presión migratoria ni empieza ni acaba con las
trágicas consecuencias del pasado 6 de febrero con la muerte
por ahogamiento de 15 inmigrantes. El calado de esta
problemática, se ha demostrado que es mucho más profundo y
requiere de actuaciones supranacionales.
La fiscalidad, la financiación autonómica y el empleo, aún
siendo una problemática común en Ceuta y Melilla, en el caso
de nuestra ciudad está especialmente agudizado por las
cuotas de desempleo tan negativas. Bien está la actuación
conjunta en cuestión de fiscalidad como la reforma del
sistema tributario nacional y el nuevo sistema de
financiación autonómica, porque las singularidades de ambas
ciudades, requieren de un tratamiento específico. Y también
de exigencia; no ser sólo complacientes con el Gobierno de
Madrid. Por ello, estas reuniones deben tener un contenido
concreto y unos objetivos claros. Todo lo demás es la
palabrería barata de la que la ciudadanía está ya muy
cansada.
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