En la calle se habla de la muerte
de Adolfo Suárez y del partido Madrid-Barcelona. La
figura del fallecido empequeñece a los políticos actuales.
Los reduce a la nada. Y los deja a todos convertidos en
tipos insignificantes y sin categoría. Que es la definición
de mindundi.
En lo tocante al fútbol, quien sale malparado, al margen de
los errores cometidos por los entrenadores de ambos equipos,
es Undiano Mallenco: colegiado de un partido dirigido
entre bastidores por un comité de árbitros dependiente del
topoderoso Ángel María Villar.
El fallecimiento del primer presidente de la democracia,
tras las elecciones de 1977, ha evidenciado, una vez más,
cómo la muerte hace posible que la gente trate por todos los
medios de loar a la persona que la ha espichado. Produce
vergüenza ajena, al menos a mí, oír a los enemigos
encarnizados de AS, durante tantos años, decir lo que han
dicho de éste durante el fin de semana pasado.
Tampoco entiendo a los comentaristas, como los Manolos,
Kiko, Carrasco, Cañizares y otros más, de cuyos nombres
no me acuerdo en estos momentos, que siguen defendiendo a
Undiano Mallenco: árbitro navarro que estuvo peor que
Cagancho en Almagro.
Adolfo Suárez, además de encanto natural, tenía lo que hay
que tener; es decir, los dídimos en su sitio. Lo que hizo
posible que su valor, seco y sereno, fuera suficiente para
hacerse tirabuzones con la trama urdida por los golpistas.
Valor, seco y sereno, tenía también José Mourinho
cuando se sobraba y se bastaba para defender al Madrid de
los ataques virulentos de los enemigos furibundos de
Florentino Pérez. Que comienza en Alfredo Relaño
y sus adláteres: una lista interminable de periodistas y
glosadores que siguen la línea marcada por él.
La muerte de AS ha puesto de manifiesto, una vez más, que a
los españoles nos gustan sobremanera las necrológicas. Las
que aprovechamos para tranquilizar nuestra conciencia.
Porque somos muy dados a no perdonar el éxito merecido en
vida. El que se le negó al hombre nacido en Cebreros
(Ávila).
Los españoles, cuando hablan de la unidad de España y su
deseo de mantenerla, contra viento y marea, mienten: porque
luego, muchos de ellos están prestos siempre a salir en
defensa de un club del cual dijo Manolo Vázquez Montalbán
lo siguiente: “El Barça es el ejército desarmado de
Cataluña”.
La muerte de AS, el presidente que se enfrentó a Tejero,
dándole el pecho a la pistola que empuñaba el teniente
coronel, como hacen los toreros singulares ante el toro que
lleva Pateta reflejada en los pitones, debería servir para
que los políticos de pacotilla que nos gobiernan,
actualmente, se percaten de que los ciudadanos están hasta
los huevos de ellos. Y que, más pronto que tarde, podemos
asistir a una debacle.
Florentino Pérez tampoco tendría que seguir confiando
en Butragueño y en Pardeza como portavoces de
un equipo que no deja de ser maltratado por la prensa
madrileña. La cursilería permanente de ambos, cuando salen a
responder a los medios, no cuadra ya con los tiempos que
corren. Donde el callar otorga solamente ruina. Y, desde
luego, me parece cobardía dejar a los jugadores, Cristiano
Ronaldo y Ramos, que digan lo que les correspondía decir a
ellos. Es lo que pienso, hoy martes, cuando escribo.
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