Y de una forma totalmente
merecida, para el verdadero presidente de la democracia al
que, desde esa misma democracia, muchos que suelen
denominarse demócratas y a los que él había abierto la
puerta, le martirizaron, al estar más pendientes de ocupar
ellos el poder que de mirar por el beneficio del país.
Y es que Adolfo Suárez era un “homo novus”, porque no tenía
antecedentes importantes en la política, no tenía
antecedentes de importancia en el mundo militar y, además,
no pertenecía a las familias ilustres de la nobleza o de la
banca.
Para muchos, en Madrid, era un pueblerino que quería hacer
carrera política, sin otro pasaporte que su ambición, pero
la mayoría de ellos ignoraba que cuando llegó al Gobierno de
la Nación ya había ganado muchas batallas en provincias, y
si no que repasen su hoja de servicios en sus tiempos de
gobernador civil de Segovia o en todos los momentos que
estuvo al lado de Herrero Tejedor, una de esas personas que
no ha sido valorada todavía como merece.
Lo más curioso es que, a lo largo de esta semana, han
aparecido muchos aduladores de los de última hora, que en
los momentos duros para él le habían tirado a la yugular.
Así hemos oído, y no con sumo gusto, a gentes de UCD, aquel
conglomerado de siglas que gracias a él llegaron a lo más
alto, a ganar por dos veces consecutivamente unas
elecciones, sin más bagaje que la personalidad de Adolfo
Suárez, dos victorias en las urnas sin mayoría absoluta,
pero que con su talante fue capaz de gobernar pactando,
aunque fuera con el diablo, si aquello era lo mejor para
España.
Y además, cosa que debemos lamentar mucho quienes llegamos a
conocerlo antes de que fuera presidente del Gobierno, los
que siempre se abrazan a las palabras huecas de “mi España”
o frases similares, esos fueron los que más duramente se
portaron contra él.
Ahora, tras su muerte, porque hasta para eso ha sido un
hombre digno, tendrán que salir a la luz del día muchos de
esos secretos que él se ha llevado consigo a la tumba.
Ahora, precisamente ahora, tendremos que saber, podremos
saber, cual fue el hecho culminante del acoso por todas
partes, con la UCD hecha añicos por la desvergüenza y el
ansia de poder, para que él dimitiera el 29 de enero de
1981.
Bien se merece para su recuerdo por parte de todos estas
banderas a media asta, porque la vida no fue grata para él,
desde el momento en el que el Rey, a principios de julio de
1976, le nombró presidente del Gobierno.
Ese nombramiento parecía que había sido una maldición que
pesó sobre él durante todos los años que tuvo poder, y ha
tenido que ser el tiempo, juez soberano, el que venga a
poner las cosas en su sitio, aunque un poco tarde ya, cuando
él no, pero su familia sí, pueden darse cuenta de que su
labor no había caído en saco roto y que ciertas personas, de
las que hoy mismo están en el ojo del huracán se nos remiten
al pasado y ven en él, sin iras ni crispación, el auténtico
sentido de cordialidad. Esto es, cuando menos, gratificante.
Las banderas a media asta reflejan la aprobación de ese
hombre que ha sido el más firme defensor del diálogo y el
consenso. El hombre que tuvo la habilidad de desatar, sin
romper nada, todo aquello que estaba “atado y bien atado” en
los cuarenta años anteriores.
Y en esas banderas a media asta, que nadie lo olvide, algo,
también, tuvo que ver el Rey, algo que el propio Juan Carlos
I no ha olvidado:” impulsamos Adolfo y yo”. Naturalmente que
el Rey se daba cuenta, había visto como su primer Gobierno
había fracasado con Carlos Arias, por lo que el segundo
tenía que demostrar que sus aspiraciones, de una democracia
total, en esta ocasión iban en serio.
Y tan en serio fueron que en menos de 19 meses se había
pasado de la muerte del General Franco a ser convocados
todos los españoles a unas elecciones generales. Y nadie
debe olvidar, tampoco, que en muy pocos días más de 24 meses
se pasó de la muerte del General Franco a tener ya aprobada
en referéndum una nueva Constitución que es la misma que
tenemos hoy.
Las banderas a media asta están perfectamente justificadas,
al menos para los que ya hemos pasado de los 60 y hemos
vivido todo lo anterior.
|