Palabras del Rey, en su
comparecencia en TV ayer mismo, a los pocos minutos de
hacerse pública la noticia más apenada del día, “el
fallecimiento de Adolfo Suárez”.
Pero, además de un hombre de Estado, hay que ver, mirando
hacia atrás, a un Adolfo Suárez leal, un adjetivo que es muy
poco frecuente en nuestras tierras.
La lealtad de Suárez fue una constante en su vida y donde
más se ha demostrado, y lo conocemos muy bien quienes le
conocíamos, en aquella época, fue tras la muerte de Herrero
Tejedor, en un cruce de la carretera de la Coruña con otra
que va a Valladolid, en la provincia de Ávila.
Aquel accidente que costó la vida a Herrero Tejedor era el
paso inicial para las altas aspiraciones de Adolfo Suárez,
pero a pesar de su ambición por alcanzar cotas importantes,
cada día había unos instantes para dedicárselos a Herrero
Tejedor, con esa flor que nunca faltó sobre la tumba.
Hemos dicho que fue un hombre leal a quienes vivieron con
él, algo que no se correspondió por parte de muchos de los
que estuvieron a su lado, a pesar de ser un hombre de
concordia que abrió el camino a nuestra democracia.
Las palabras del Rey, breves pero muy sentidas, nos han dado
la imagen de lo que él era para los demás y de su trabajo
desde que fue nombrado presidente:”Impulsamos Adolfo y yo”.
Lo suyo fue unir a los españoles, a pesar de lo cual no
logró, en sus días de presidente que todos se lo
reconocieran. Porque en su mismo partido, UCD, había una
serie de intrigas constantes, desde el PSOE tuvo una
oposición tremendamente dura y desde el ámbito militar era
animadversión más que a la política del día, al propio
Adolfo Suárez.
Afortunadamente, hoy como despedida a un hombre grande hemos
oído palabras de gratitud del Rey, y palabras de gratitud
del presidente del Gobierno en estos términos:”uno de los
grandes hombres de nuestra historia y nuestra época”.
Unas frases muy atinadas sobre un hombre de concordia, el
hombre que nos abrió las puertas de Europa, y un hombre que
no desdeñaba a nadie aunque fueran de un talante muy
distante del suyo.
¿Llegó hasta donde él quería?. Sencillamente no, él hubiera
llegado mucho más lejos, pero la dureza, en aquella época,
del terrorismo no le permitía ir dando los pasos que él
hubiera querido y los odios de las facciones más duras del
franquismo a todo lo que fuera progreso, a todo lo que fuera
libertad, frenaron una serie de hechos que quedaran en su
mente.
Y ya es lamentable que hoy, precisamente hoy, cuando ya nos
ha dejado, muchos de los que, en otros momentos le volvieron
la espalda, ahora, aunque sólo sea por dejarse ver, admitan
las muchas cosas buenas que él inició, y algunas de ellas
sólo se quedaran en proyecto por no haberle dejado concluir
su proyecto.
El secreto, al menos hasta hoy, está en saber “con pelos y
señales” por qué tuvo que dimitir, quienes le impulsaron a
ello. Y es que su lealtad, su hombría de bien, su sentido de
lo que es el estado, le han impedido decir lo que se habrá
ido con él a la tumba.
El 23F, después de haber dimitido Adolfo Suárez, era el
culmen de los chantajes a los que él no se doblegó nunca. El
23F Suárez no se tiró al suelo, su dignidad no le permitía
tirarse al suelo ante la pistola de un golpista.
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