Quiero publicar esta nota de agradecimiento al neurólogo D.
Rafael Merino de Torres por las atenciones recibidas hacia
mi persona.
En primer lugar, quiero contextualizar la situación para que
pueda entenderse. A mediados de octubre, el Doctor Merino me
diagnosticó un quiste coloide en el tercer ventrículo, que
había ocasionado una hidrocefalia significativa, con los
importantes riesgos que esta última conlleva.
Este quiste es una lesión “benigna” bastante rara. En
términos relativos supone sólo un 0.5% de las masas
intracraneales, y en términos absolutos, según un estudio
presentado en el congreso de la SERAM (Sociedad Española de
Radiología Médica) en 2012, la epidemiología habla de 1 caso
por millón de habitantes y año; otras fuentes consultadas
refieren 2 o 3 casos. Además, la sintomatología de la
enfermedad es común a otro gran número de patologías:
cefaleas recurrentes, vómito súbito, trastorno de la
marcha,…
Por tanto, estamos hablando que pueden darse en nuestro país
50, 100 ó 150 casos anuales. Algunas semanas, en las que los
resultados de los partidos son “previsibles”, el número de
acertantes del pleno al 15 es bastante superior a los
guarismos mencionados. De ahí la primera parte del título,
la quiniela.
Un trastorno tan poco frecuente, y con una sintomatología
como la referida, no es fácil de detectar en una fase
relativamente temprana. Esa detección tan precoz del
problema, ha permitido una intervención quirúrgica menos
arriesgada, tanto en su desarrollo, como en la posibilidad
de que aparezcan secuelas a posteriori, lo cual me está
permitiendo día a día recuperar mi vida cotidiana. Por ello,
debo darle las gracias al doctor por su capacidad como
neurólogo, sus conocimientos, su sapiencia…
Pero para mí no ha sido esto lo más importante de su
actuación; de ahí la segunda parte del título, el juramento
hipocrático.
Tengo constancia de que el doctor luchó incansablemente para
que la operación en Málaga se realizase a la mayor brevedad
posible. En esa batalla, puso en riesgo sus intereses
personales, hasta el punto de que ha sufrido consecuencias
graves por ello. Él, a sabiendas de que esto podía ocurrir,
no dudó ni un instante en anteponer la salud y el bienestar
del paciente a cualquier otro interés, incluso el suyo
personal.
En este sentido, la versión del juramento hipocrático de la
Convención de Ginebra dice: “Desempeñaré mi arte con
conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán
las primeras de mis preocupaciones.” Y eso es lo que el
doctor me ha demostrado, que sus valores como médico y como
persona están por encima de cualquier tipo de presión.
En la sociedad actual, que nos propone referentes de
liderazgo cuya ética y moralidad es cuanto menos dudosa, es
un placer y una suerte encontrarse con personas que aman su
profesión y la defienden por encima de cualquier otro tipo
de intereses.
Muchas gracias, doctor.
Debo hacer extensible este agradecimiento a los doctores
Juan Francisco Medín Catoira y Víctor Manuel Villegas
Estévez. A mis compañeros de los colegios CEIP Rey Juan
Carlos I y CEE San Antonio, a los de CC.OO., a los del
Convenio Ministerio de Educación-Ciudad Autónoma de Ceuta, a
los de la Escuela de Negocios del Mediterráneo, por
supuesto, a la familia y amigos, y a todas aquellas personas
que de una u otra forma me han mostrado su apoyo.
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