La semana pasada, y creo que algo
conté en la miscelánea semanal, tuve la oportunidad de pegar
la hebra con varias personas destacadas del Partido Popular.
Todas ellas, la verdad sea dicha, no tuvieron el menor
reparo en responder a mis preguntas. Incluso dijeron más de
lo que me cabía esperar de quienes son conscientes de que si
a mí me diera por mencionar sus nombres los pondría en un
aprieto.
Pero esas personas me conocen lo suficiente como para estar
seguras de que yo nunca he dejado a nadie en la estacada.
Por tal motivo, es decir, por tener la certeza de que no los
colocaría en una situación comprometida, me pusieron al
tanto del mucho daño que están haciendo al Gobierno y al PP
las estrechas relaciones existentes entre el alcalde, el
dirigente de la coalición Caballas y un empresario local.
Basada, según ellos, en el afecto que los tres se profesan.
A mí se me ocurrió preguntar si la amistad de los susodichos
es verdadera. Y uno de mis confidentes, que sabe tela de qué
va la cosa, se expresó así: “En realidad, no se pueden ver
ni en pintura. Es más, Vivas odia al empresario desde que
hicieron un viaje a las islas Canarias y llegó a sus oídos
que éste hacía chistes sobre sus manías y comportamientos.
Vuelvo a preguntar: ¿entonces a qué se debe el trato
exquisito que les viene dispensando en todos los aspectos?
-Muy fácil, contesta otro miembro del PP: Vivas no se fía de
ellos ni un pelo… Pero les tiene jindama. Miedo. Mucho
miedo. Y ellos, lógicamente, se aprovechan de las
circunstancias a tutiplén.
Me vas a perdonar, le digo, pero lo que me cuentas no se
corresponde con la actitud de un alcalde a quien,
últimamente, le encanta demostrar que manda mucho.
El tercer interviniente no duda en razonar de tal guisa: La
actitud de Vivas es de persona insegura y pueril. No te
quepa la menor duda, Manolo. Si bien es cierto que
para ocultar sus debilidades, esa pusilanimidad que se le
achaca, ese apocamiento manifiesto tan suyo y tan propalado,
necesitaba cebarse con alguien. Pero no con un mindundi.
Sino con alguien que estuviera dispuesto a fajarse con él.
Eso sí: si dio ese paso fue porque estaba convencido de
estar en posesión de armas imprescindibles para hacerle daño
al enemigo que le habían puesto en suerte al alimón: el
empresario y el dirigente de la coalición Caballas.
Yo quiero saber. Y, por tanto, debo hacerlo preguntando.
¿Cómo es posible que en el PP se acepte que el alcalde por
favorecer a unos amigos, que según ustedes lo son como
consecuencia del pavor que les tiene, no cese de perseguir
con saña a otro empresario que siempre tuvo un
comportamiento preñado de hombría con el PP?
Esa es la pregunta del millón, Manolo. Esa es la pregunta
que todos los que no comulgamos con la forma de proceder de
Vivas venimos haciéndonos. Y es así -quien habla es alguien
de quien he dicho más arriba que sabe tela marinera de
cuanto acontece en el gobierno y en el partido-, porque
creemos, sin sombra de duda, que nuestro alcalde se está
equivocando. Mejor dicho: que está errando gravemente. Y lo
peor, aunque me cueste trabajo confesarlo, es que ninguno de
los que pensamos que sus yerros nos hacen mucho daño, un
daño enorme, tenemos los suficientes dídimos para hacerle
comprender que trata de perjudicar para darse pote de que su
valor no tiene límites. Que se equivocan quienes lo tachan
de ahogarse en un vaso de agua. En fin, que es todo un tío…
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