La presión migratoria escribió
ayer una nueva página en la frontera de ciudad de Melilla
que alcanza cotas elevadas de esa invasión casi diaria e
ilegal que asalta la frontera. El Centro de Estancia
Temporal de la Ciudad Autónoma se encuentra a unos niveles
prácticamente desbordados en cuanto a capacidad. Las nueva
llegada de efectivos de la Guardia Civil para reforzar el
perímetro fronterizo evidencia que, para aquéllos que han
llegado a tratar de minimizar la situación, los hechos son
la mejor prueba para contradecirlos. Las secuencias se
producen como un objetivo a cumplir y su logro, un éxito
para quienes alcanza el mundo desarrollado asaltando la
valla fronteriza, cueste lo que cueste.
Este desmadre tan frecuente como masivo conlleva situaciones
que van más allá de la mera reflexión o de manifestaciones
pontificando sobre el hecho fronterizo. Convertir la valla
en un obstáculo a asaltar de manera continua, plantea al
fenómeno migratorio un enfoque de reto, sitúa a los agentes
que custodian esta zona en dianas a las que abatir o en
“enemigos” a los que burlar a cualquier precio. El fenómeno
de la inmigración ilegal, a fuerza de tantos comentarios y
posicionamientos, se ha convertido en El Dorado de una
“causa” por la que luchan miles y miles de inmigrantes.
Las autoridades de la Unión Europea y las españolas han
dialogado sobre este espinoso asunto, pero lo que todavía
viene sucediendo es que la llegada, al asalto, de
subsaharianos no cesa. Mientras se adoptan medidas técnicas,
lo cierto es que habrá que poner freno a estas incursiones
indiscriminadas. Los asaltos son más frecuentes y rápidos
que la aplicación de las soluciones que habrían que adoptar
para impedirlos y sobre las que han dialogado España y
Europa.
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