No suelo ir, desde hace ya muchos
años, a ningún tipo de manifestación porque, en casi todas
ellas, hay ciertos tintes partidistas con los que no quiero
colaborar, sean del color que sean.
En esta ocasión, sin embargo, el pasado jueves, a su debido
tiempo, me planté, como otros más, en la Plaza de los Reyes,
en la creencia de que la manifestación era, de verdad, para
dar muestras de apoyo verdadero a la Guardia Civil, tras los
ultrajes a los que ha sido sometida por parte de más de un
siniestro personaje, por su intervención del pasado seis de
febrero junto a la valla que separa nuestra ciudad de los
dominios de Marruecos.
Y, en principio, tengo que decir que me defraudó el que sólo
hubiera unas quinientas personas, si acaso, mostrando el
agradecimiento que se debe a la Guardia Civil, por sus
constantes actuaciones, corriendo muchos riesgos y poniendo
en peligro su propia vida, especialmente ante avalanchas que
nunca se sabe en qué pueden terminar.
En este caso y para con la Guardia Civil, Ceuta no fue
generosa. Eso que quede claro y por mucha presencia de los
organismos oficiales que hubiera.
Con todo, cada uno sabe lo que quiere y lo que tiene que o
debe de hacer, con lo que si más de uno se quedó en casa sus
razones tendría para ello y no seré yo el que tenga que
objetar nada a nadie sobre este particular.
Pero lo que ni me gustó, ni voy a silenciar es el cariz
político que, desde el principio, fue tomando ese apoyo, por
parte de quienes debieran haber estado en un tono,
totalmente, neutral por cuanto se estaba apoyando a unos
profesionales y no buscando votos para unos o tratando que
los otros no los consiguieran.
Y aquí, de nuevo, “vuelta la burra al trigo”, otra vez
apareció eso del “piojoso” “y tú más”, que tanto agrada
manifestar a los partidos políticos. No me gustó la
exhibición de una pancarta con un sentido críptico y que, al
final, no sé si iba en apoyo de, en contra de, para
reprochar a los otros de o para manifestar que ellos son los
mejores.
Exhibiciones de ese tipo flaco favor hacen, a ellos mismos o
al propio acto que, en teoría, debiera haber sido totalmente
neutro y de apoyo a la Guardia Civil, sin más, pero que en
la práctica fue una manifestación de “colorines”, con los
peones de brega en la arena, los primeros espadas en el
burladero, en tanto que, en los tendidos, no supieron lucir,
ni ellos, ni ellas, el mantón de Manila o el sombrero
cordobés.
Poco lejos vamos por unos caminos tan tortuosos y tan
estrechos, por los que si pasa el PSOE no quiere dejar
espacio para que también transite el PP y si son estos los
que van por delante, a duras penas, les dejan la vereda más
estrecha para que pasen de uno en uno o se queden atrancados
en medio del camino.
Con estas perspectivas, no me atrevería a decir que la
manifestación llegó a donde tendría que haber llegado y una
vez más ha quedado claro que cuando entran en escena los
grupos políticos todo lo emborronan, lo suyo y lo que no les
pertenece, mientras que cuando son los profesionales, del
gremio que sea, los que actúan, entonces, salen las cosas,
como tienen que salir.
Y en tanta anormalidad, dos notas que pueden ser tildadas
como alguien quiera, pero siempre hay que verlo con sentido
sano y sin recovecos, por un lado la llegada de Dudú, con un
tricornio, símbolo imborrable de la Guardia Civil, con la
bandera de España y el escudo del Real Madrid y por otro
lado la llegada a la Plaza de los Reyes de una jovencita con
su perro ataviado con una bandera de España, símbolo que nos
debiera unir a todos, aunque fuera con los políticos de
intermediarios.
|