Ni pío se me ocurrió decir a mí
sobre la manifestación convocada como desagravio a la
Guardia Civil en vista de los ataques recibidos por los
miembros de un Cuerpo de Seguridad Pública que tienen más
que acreditados su valor y eficacia cuando les toca
intervenir en catastrofes, desgracias y, cómo no, a la hora
de defender a los ciudadanos y sus libertades.
Si no me pronuncié al respecto fue porque a mí me daba en
las pituitarias que semejante convocatoria podría terminar
como el rosario de la aurora. Y, desde luego, porque quien
conozca la disciplina de ese Cuerpo sabe sobradamente cómo a
sus mandos les repatean semejantes recocleos.
La Guardia Civil es como es. Y quien no tenga idea de lo que
significa sobriedad, obediencia y austeridad, ya sabe dónde
debe ahondar. Lo cual no significa que ni todo lo que hace
la Guardia Civil sea un dechado de perfección ni que todos
sus miembros se comporten como les corresponde. Pensando
así, comprenderán ustedes que servidor no estuviera en la
plaza de los Reyes, el jueves pasado. En esa plaza, centro
neurálgico de la ciudad, sí estuvo nuestro alcalde portando
una pancarta con el siguiente lema: “Todos con la Guardia
Civil”.
Iba nuestro alcalde, como viene haciendo en los últimos
tiempos, arropado por muchas mujeres. Nada más ver la
fotografía, en este medio, pensé lo que sigue: los hombres
suelen hablar bien de las mujeres y luego se portan mal con
ellas. Hay pensamientos tan absurdos como los sueños.
Ahora bien, lo que es verdad y no achacable a ningún mal
sueño, es que a nuestro alcalde le gusta ser siempre figura
indiscutible en cualquier acto. Le encanta practicar la
política-espectáculo. Ella consiste, por si ustedes no lo
saben, en ponerse a discursear en todos los sitios donde
haya una cámara de televisión. De hecho, tiene una tele a su
disposición todos los días y a todas las horas.
Nuestro alcalde es listo, jamás listillo; como suelen decir
algunos de sus más enconados adversarios. Pero conviene
aclarar cuanto antes que se adorna demasiado y se duerme en
la faena hasta llegar a ser cargante. A nuestro alcalde le
pierde ese exceso de barroquismo. Así, en bastantes
ocasiones sus actuaciones suscitan cachondeo entre quienes
observan con neutralidad sus deseos de ser el niño en el
bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro.
Situación que se viene produciendo sin cesar. En esta
ocasión, el monterilla, aprovechándose del problema de los
inmigrantes, logró convertirse en actor principal de la
manifestación en la plaza de los Reyes. Tras haberse apoyado
en varios de sus incondicionales; entre ellos, el presidente
de la FFC, con el fin de que le reclutara el mayor número de
clientes.
Y cuando estaba disertando a sus anchas sobre la Guardia
Civil, sobre España, sobre la frontera y sobre todo lo
habido y por haber, chupando cámaras y haciéndose dueño y
señor de los micrófonos, ocurrió algo con lo que nuestro
alcalde no contaba: el delegado del Gobierno, casi
finalizado el acto o finalizado, vaya usted a saber, se hizo
prersente en la plaza y se fue derecho a darle las gracias a
los socialistas por haber participado en la manifestación. Y
atrajo toda la atención de los medios. Y nuestro alcalde, al
verse relegado a segundo término, le dio tal ataque de celos
que se expuso a un jamacuco. Inmediatamente, sus corifeos
acusaron a Pacoantonio de ser lo más parecido a una
reina de la copla. O sea.
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