El presidente del Gobierno de la
Ciudad tiene el mérito de haber convertido sus anuncios
políticos sobre futuribles inversiones en un acto de fe como
resultado de sus incumplimientos reiterados. Y es tal el
grado de incredulidad que ha provocado en la oposición
política en la Asamblea de la Ciudad Autónoma de Ceuta,
cansada de proclamas tan insufribles como imaginativas, que
ésta no ha dudado en calificar de “blanqueo de la
incompetencia del Gobierno” en versión Caballas como lectura
de sus continuos anuncios de ilusionista avezado o en
versión PSOE como “una pantomima de cara a las elecciones”,
advirtiendo José Antonio Carracao que no hay ningún “Plan
Montoro” (es decir, dinero) por lo que la ministra de
Fomento no se puede sumar a él, o sea, a lo que no existe.
Volvió de Madrid sin nada.
En esta ceremonia de pretensiones, deseos, buenas
intenciones y venta de humo sin nada tangible y con un
alarde de fuegos de artificio, Juan Vivas se prodiga como un
perfecto ilusionista en este gran circo político en el que
todo queda en el aire, como si en ese trapecio imaginario de
tomaduras de pelo, el ciudadano fuera considerado como un
disminuido mental que es capaz de creerse todos los
“cuentos” políticos que imparte Juan Vivas a su vuelta de la
capital de España. Lo peor del caso es que a este
ilusionista de la política ficción el conejo no le sale de
la chistera, por más que se empeñe en querer hacernos ver
que dará un salto en cualquier momento. Debe creerse también
el jefe del Ejecutivo ceutí que, de tanto mentir, sus
embustes se convertirán en verdades, como si se tratara del
milagro de convertir los votos que obtuvo en las urnas en
miles de inversiones. Ha dejado su credibilidad por los
suelos cuando a muchísimos ciudadanos se les cayó la venda
de su carisma.
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